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Ruedo los ojos al volver a escuchar el maldito sonido que indica que acabo de recibir un mensaje. Cojo el bote de colonia con frustración, rocío con agilidad mi cuerpo, y salgo de mi habitación para bajar corriendo las escaleras del portal.

- Llegas tarde. - Me recrimina Lucas, el cual me espera apoyado contra la pared de alado de mi portal.

- Vaya, no me digas, no me había dado cuenta. - Digo rodando los ojos irónica. - Ya lo siento. - Finalizo esta vez.

- Te lo perdonaré, aunque solo sea por esta vez. - Dice él sonriendo de medio lado.

- Podré dormir tranquila entonces. - Digo riendo. - ¿Podemos pasar por la tienda de chuches? - Le pregunto, aunque no tenga ni idea de a dónde nos dirigimos.

- Claro. - Contesta indiferente.

Caminamos, hablando de tonterías, riendo cada dos segundos, picándonos... Manteniendo ese estado de ánimo que suelo tener cuando estoy con Lucas.

- ¡Cariño! - Exclama Julia, la anciana mujer de la tienda de chucherías cuando entro.

- Hola. - La sonrío. - ¿Qué tal va la espalda? - Le pregunto.

- Mejor, mejor... Pero ya sabes, hija, a estas edades, qué podemos esperar... - Dice resoplando y negando con la cabeza. - ¿Y este bombón? ¿Tu novio? - Dice mirando a Lucas, que ríe mirándome de reojo.

- Más le gustaría a él. - Digo riendo y negando con la cabeza.

- ¡Uy, eso no lo dudo! - Exclama la mujer, dándole un golpe de mano leve al aire, y riendo. - ¿Has visto? No se puede ser más guapa, ¡y más maja! No la dejes escapar. - Le dice a Lucas.

- No lo haré. - Le contesta este, sorprendiéndome con su respuesta.

- Así son 2 euros corazón. - Me dice la mujer cuando dejo una bolsa de gominolas y otra de regalices sobre la mesa.

- ¡Adiós! - Digo saliendo de la tienda, una vez dado el dinero.

- ¡Cuídamela moreno! - Dice por último la anciana, y suelto una carcajada, acompañada por la escandalosa risa de Lucas.

- Esta mujer es un amor. - Digo, más para mí misma que para él.

- Tiene pinta. - Dice el francés riendo. - ¿Me das un regaliz? - Pregunta mirándome cual niño de cinco años. Río y le meto un regaliz en la boca. - Gracias. - Dice con la boca llena.

- Traga, anda. - Le digo, y los dos reímos al momento, ya que yo, al igual que él acababa de hablar con la boca llena.

- Las señoritas no hablan con la boca llena, ¿no te lo han dicho nunca? - Me recrimina con un tono fanfarrón.

- ¿Y tú no has sido capaz de darte cuenta que tengo de señorita entre poco y nada? - Le digo riendo.

- Sí, me había dado cuenta. Renta más así. - Comenta.

- ¿El qué renta más? - Pregunto confusa.

- Tu personalidad. - Dice obvio.

- Bueno, depende. - Digo pensativa. - No soy la chica más común que vayas a encontrar. - Digo, con sinceridad.

- Y eso es lo que renta. - Dice, y me sonríe. - Eres bastante diferente, y no me ha hecho falta conocerte mucho para darme cuenta... Estás un poco loca - dice y ríe negando con la cabeza, por lo que yo también río - y eso me gusta. - Termina, y yo le miro seria. - En plan, me hace estar a gusto, y son unas risas contigo, y...

- A mí también me gusta tu personalidad. - Le corto, sabiendo que intenta excusar su último comentario. - Eres quién eres, pero se me olvida cuando estoy contigo, y eso es complicado de conseguir, supongo vamos... - río, y él sonríe - Y eres un poco tonto, pero bueno, nada que impida que seas majo. - Digo y él me mira riendo.

A Contracorriente || Lucas Hernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora