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- ¡Estás loca! - Me gritaban mis amigas acercándose.

Reí y me quité el casco, mientras observaba cómo los amigos de Lucas, el chico con el que había montado celebraban la victoria de este.

El chico se acercó a mí, abriéndose paso entre sus amigos, y yo le tendí el casco.

- ¡Gracias! - Le digo, y pongo la mano para que me la choque, lo que causa en él una leve risa. - Oye, ¿no te vas a quitar el casco nunca más o qué? - Dije alzando una ceja.

- Dentro de dos sábados corro, ¿montas conmigo? - Me pregunta, haciendo caso omiso a mis palabras.

- No sé si vendré aquí. - Digo alzando los hombros.

- Ven. - Dice, y su mirada se clava en la mía.

- Ya veré... - Le digo.

- Te esperaré por aquí, vente. - Vuelve a decir.

- Eres la única pava que se ha montado con Lucas, sientete afortunada nena. - Dice un chico moreno apareciendo desde atrás.

- ¿La única? ¿Por qué? ¿Les das miedo? - Digo, y sonrió mirando otra vez al tal Lucas, y de pronto, su expresión de vuelve fría.

- No deja que ninguna chica se monte. - Aclara su amigo sonriente.

- Bueno, pues ya nos veremos, ¡adiós! - Digo y me acerco a mis amigas, extrañada por la reacción del chico del casco.

Saco de mi bolsillo la caja de tabaco, y enciendo otro cigarro.

- Eh, Natalia, ¿sabes lo peligroso que ha sido eso? - Se queja Noa.

- Conducía bien el chaval, me ha dicho que vuelva para montarme con él. - Digo, y le doy una calada al cigarro.

- Madre mía... - Dice Noa rodando los ojos. - Y deja de fumar, que esta noche llevas unos cuantos.

- Este el último. - Digo, o más bien miento.

Comenzamos a movernos de un lado al otro buscando a los de nuestro grupo, y entre saludos y encuentros con la gente, llegó la hora de volver a casa.

Me metí en silencio a mi habitación, y me puse el pijama tras desmaquillarme, para posteriormente meterme en la cama, y se podría decir que caí en seco.

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"Estoy cansado, de salir de noche y ver siempre la misma gente..."

Agarré mi móvil y desactive la alarma. Habría dormido apenas tres horas, pero a decir verdad, la ocasión prometía.

Recorrí el estrecho pasillo hasta la cocina mientras frotaba mi ojos, bostecé y me dispuse a hacerme de nuevo el moño alto con el que había dormido.

Cogí la taza y eché en ella un poco de leche, para después echar los mismos cereales de todos los días. Desayuné rápido, y fui a darme una ducha, en la cual me dediqué a cantar y a gastar el agua caliente, para no perder la costumbre.

Me lavé los dientes y me sequé el pelo, mientras tanto pensaba en qué ropa ponerme, pero bueno, en frente del armario todo se decide mejor.

Salí del baño, y me tropecé con mi hermano el cual me miró emocionado.

- ¡Buenos días bro! - Le saludé.

- Hola. - Dijo él. - ¿Estás nerviosa? - Preguntó.

- Un poco. - Le dije, y le guiñé un ojo. - ¡Corre a prepararte que si no no llegaremos! - Le animo mientras revuelvo su cabeza.

A Contracorriente || Lucas Hernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora