14. Forjada con hierro

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Don't Let Me Dawn - The Chainsmokers

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Don't Let Me Dawn - The Chainsmokers

Agradecía que Astra estuviera ocupada con la navegación como para notar que no solo no había leído los siete libros que sacó de la biblioteca para mí, sino que además los había escondido

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Agradecía que Astra estuviera ocupada con la navegación como para notar que no solo no había leído los siete libros que sacó de la biblioteca para mí, sino que además los había escondido.

No leería una palabra más sobre Atenea, era perder el tiempo tratando de conectar con una persona cuyos registros en libros eran una fortaleza gigante. Encontraría la forma de hallar un deseo que completara mi Arma Divina sin necesidad de ella.

Cuando salimos de la biblioteca Astra dijo que sabía en dónde estaba Ares, pero que antes de buscarlo teníamos que entrenar, y claro, enseñarme a usar magia. Hice una mueca mientras lo recordaba. No quería hacerlo, involucrarme, pero Astra tenía razón en esa biblioteca, debía hacer algo o no serviría de nada que me hubiera sumado al grupo.

Cuando le pregunté sobre el misterioso entrenamiento ella solo dijo que tendríamos privacidad y tiempo, lo que fuera que eso significaba; hasta donde sabía no teníamos tiempo. Había dicho que me enseñaría lo básico de la magia divina, pero que controlar mis propios dones dependía de mí. También que nos enseñaría a trabajar como un grupo.

Me levanté primero que los demás, cuando todavía era de noche. Para cuando me serví el desayuno los demás apenas se estaban levantando. Mi mejor amiga fue la primera en acercarse, se quedó parada delante de la mesa mientras observaba toda la comida que había servida como si aún estuviera dormida y fuera un sueño de lo más raro.

—¿Te sientes bien? —quiso saber, su voz temblorosa—. ¿Qué es... todo esto?

Dejé en la mesa el plato lleno de pequeños pastelillos, justo al lado de la tarta de fresas y delante de la malteada de mango. En la mesa reposaban diez platos diferentes, suficiente comida entre tocino, tostadas, tarta de frutas, malteadas, jugos naturales, pastelillos y panes artesanales, también había un tazón con nueces y dos tipos diferentes de mermeladas.

—Lo encontré cuando me levanté.

Me miró, luego a la mesa, y por último a mí otra vez.

—¿Te comiste una tarta tú sola? —Enarcó una ceja.

Kamika: Dioses GuardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora