36. La luz en la oscuridad

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Still Here - Digital Daggers

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Pocos pasos adelante una densa niebla cubrió el camino de la montaña por donde subíamos, complicándonos aún más la caminata

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Pocos pasos adelante una densa niebla cubrió el camino de la montaña por donde subíamos, complicándonos aún más la caminata. El aire gélido verde se desvaneció, dejando en su lugar una capa de niebla escalofriante que nos bloqueaba la completa vista del lugar que pisábamos.

Hacía más y más frio con cada paso que ascendíamos, el traje protector no parecía protegernos de la temperatura externa.

—¿Por qué hace tanto frio aquí? —preguntó Cailye mientras frotaba sus brazos, y al hablar de su boca salió una pequeña nube de bruma.

El silencio reinaba hasta que mi amiga habló. El lugar parecía un pueblo fantasma, y junto a la niebla le daba un toque más terrorífico del que tenía. No se sentía la presencia de ningún monstruo, lo cual era bueno; pero, aun así, estaba demasiado silencioso para considerar las circunstancias mundiales. Aunque claro, no era que en aquella montaña rondara mucha gente en épocas normales.

—Se debe a la altura —contestó Evan varios pasos por delante de ella—. Pero creo que hace más frio del que debería.

Seguimos caminando en silencio y con cuidado, con la intención de llegar a la sima de aquella colina, donde se suponía estaba el Olimpo, en otras palabras, el sello de Hades.

Era cierto que el Olimpo se ubicaba muy, muy arriba de la aldea, a decir verdad, quedaba en la cima de una montaña, pero caminando era la única forma de llegar sin ser detectados. Nuestro nivel de energía divina actual no nos permitía trasportarnos a la puerta, algo que según Logan cambiaría si nos hacíamos más fuertes. La magia que protegía el palacio era demasiado fuerte, solo si nos reconocía nos podríamos ahorrar ese camino a pie.

Era alto, demasiado para los humanos, debido a que era una medida de protección para que ningún mortal lograra subir; sin embargo, con nuestra resistencia divina debíamos ser capaces de llegar a la sima sin fallecer en el intento. O eso quería creer. No tan divinos como para trasportarnos a la puerta pero no tan humanos como para no llegar caminando.

—¿Cuánto falta? —inquirió la rubia, ahora a mi lado, mirándome con esa expresión de niña en sus grandes ojos castaños.

—Llevamos un buen rato caminando, creo que no falta mucho. Debemos estar por llegar —le dije, más para motivarla que porque fuera verdad. No tenía idea de cuánto más tendríamos que subir.

Kamika: Dioses GuardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora