—Muchas gracias —le dije al señor del correo y me apresure cerrar la puerta.
Me deje caer sobre mis rodillas y con cuidado —sin rasgar el envoltorio—, curiosee con mis ojos e intente averiguar qué era el paquete y lo logré, por la esquina derecha se lograba ver una mancha azul con rojo aunque no era suficiente. El paquete es de Matthew, pero yo soy cuidadora, así que tenía todo el derecho de averiguar de qué se trataba, así que superándome la curiosidad rasque el envoltorio y la sonrisa de ansia que tenía plasmada en el rostro se desvaneció al ver que eran unos cómics.
—Abrir los paquetes de los demás es de mala educación —me sobresalté al escuchar el sonido de la voz con acento italiano y solté los cómics, Matthew me miró como si hubiese hecho una aberración y se apresuró a recogerlos e inspeccionarlos—. Supongo que eso me ha hecho ver como un friki.
—No creí que eras del tipo que le gustabas los cómics —señale.
—Todos tenemos oscuros secretos.
—No es oscuro si tu secreto tiene tanto color en su portada —me reí.
Recogí el envoltorio y me puse de pie, Matthew puso sus cómics sobre la mesa del recibidor y les miró con mucho cuidado antes de girarse hacia a mi, quedaba clarísimo que le gustaban mucho los cómics.
—Así que hablando de citas…
—No estábamos hablando de citas —le interrumpí.
—Ya, solo quería llegar al tema…
—Haciendo referencia a qué hablábamos de el cuando no —lo volví a interrumpir.
—Gineta…
—Lo siento. Es la última vez —entrecerró los ojos—. Ahora sí es la última vez.
—Hablando de citas…
Esta vez no fui yo quien lo interrumpió, sino una rubia de ojos verdes, quien entró por la puerta principal, sin siquiera llamar, debería recordar ponerle seguro o cualquiera podría entrar en cualquier momento. Detrás de Sam entro Chad —su hermano menor—de 12 años, Chad me sonrió y yo me quedé pasmada viendo sus enormes ojos verdes.
—Hola, Chaddie —lo saludé.
—Ya puedes decirme Chad, no soy niño —mascullo, poniendo los ojos en blanco y yo me quedé sorprendida.
Paso por nuestro lado y se sentó sobre el sofá.
—Ignóralo, está en esa fase en la que cree que es súper guay y ya no es un crío, ¡pero necesita que le corten los bordes del pan! —alza la voz en la última frase para que Chad la escuché y el vuelve a poner los ojos en blanco. Mi amiga dirige la mirada al italiano— ¿Cómo te ha tratado Rachel, Matthew?
—Vamos de maravilla —masculla con la voz cargada en sarcasmo viéndome de reojo—, solo que me debe una cita.
Los ojos de Sam parecen salirse de sus cuencas por un momento luego nos mira de ida y vuelta a cada uno, pero se abstiene de hacer todas las preguntas que se le acumulan y se que tiene muchísimas, ya que es una gran cualidad de mi amiga.
—Pues tengo la solución, unos amigos de Liam tienen una banda y tocan hoy y me a invitado, así que están invitados —exclama con demasiada felicidad.
—¿Quién es Liam? —pregunta Matthew.
—Su novio al que le miente —le respondo.
—¡No le miento! —me reclama.
—Como digas —me lanza una mirada asesina— ¿Le has dicho a Summer?
—Si, se apunta, así que no tienes escapatoria —me advierte—. Además será un buen lugar para su cita.
Me muerdo el interior de la mejilla, sintiendo la mirada de Matthew clavada en mí y sintiendo la mitad interrogativa de Sam, que de seguro en cuando salga de aquí ira corriendo a contárselo a Summer.
—De acuerdo, iremos.
Sam suelta un gritito de satisfacción.
—Te mando la dirección —dice tan rápido que apenas logro entenderle—. Es a las 9
Se apresura a llamar a Chad y marcharse antes que pueda echarme para tras, cierto la puerta tras de Chad, que vuelve a decirme que le diga Chad y no Chaddie y le pongo el seguro a la puerta. Me vuelvo hacia Matthew y lo encuentro viendo sus cómics, vale, eso era algo que no me esperaba del italiano.
—Hablando de la cita —vuelve a decir.
—Tenemos una hoy.
—No.
—¿No?
—Ya tenía planes para nuestras primeras cita —me comunica tomando sus cómics—, así que será como una prueba, claro que va estar conmigo por si alguien lo pregunta.
No me deja objetar, puesto que se marcha como lo ha hecho Sam, decido no estresarme por el tema y voy hasta la sala que es donde he dejado mi teléfono y me encuentro con muchas llamadas perdidas de Sam y Summer, también muchos mensajes en el grupo de las tres y mensajes en los chat’s privados, está demás decir porque y está demás preguntarme como ha conseguido tantos sticker con moviendo Summer, que me sigue enviando muchos de diferentes cosas en diferentes escenarios.
Más tarde cuando comiendo arreglarme el cabello, decido plancharlo y ponerme algo de maquillaje como; rímel, brillo labial, un poco de corrector y bloss. Optó por mi jean roto negro favorito, un crop top color lila de manga corta con tela parecida a la lana y de botones y unas converse de botitas. El crop top deja suelto los últimos botones.
Escucho el mensaje de Sam con la dirección y con notita que me apresure, puesto que ya está ahí con Liam y él empieza hacerle muchas preguntas y son más mentiras que llena el vaso.
Tomo las llaves, mi celular y dinero, salgo de mi habitación y cuando estoy por llamar a la puerta de Matthew está se abre, mostrándome un italiano con el cabello revuelto un poco húmedo, una camiseta de dos botones de la parte del cuello que van sueltos y un Jean roto, el olor a su perfume me llega de inmediato.
No decimos nada y nos ponemos en marcha hacia el lugar donde tocará la dichosa banda, es cerca de la universidad estatal de San Diego y como no si Liam es un universitario.
—Estas guapa —dice, Matthew rompiendo el silencio.
—Tu también.
—¿También estoy guapa? —pregunta, con una sonrisa burlona en su rostro—. Estás tensa Gineta.
Y es entonces que noto mis músculos rígidos, no me había percatado hasta que lo dijo y no había notado los nervios, que tendré una cita de prueba con Matthew y que significa eso que voy con él. Tomo una bocanada de aire e intento calmarme.
Llegamos al lugar y noto que hay un par de autos que puedo contar con las dos manos y no utilizando todos mis dedos, desde afuera se escucha a alguien cantar y de inmediato quiero pedirle a Matthew que nos regresamos, pero ya estamos aquí y puedo ver a Summer desde la puerta quien nos ha visto y nos saluda con una mano. Nos acercamos y ella nos mira pidiendo ayuda.
—Ese chico lleva cantando 20 minutos —nos comunica— y quisiera decir que son los mismos que llevo aquí, pero no, antes de él había una banda de lo más asquerosa.
—Hola a ti también —la saludo.
—Anda, cállate y entremos —tira de mi brazo y con el otro libre toma a Matthew—. Hola Matthew, oí que estás en un cita con esta rubia.
Nos acercamos a una mesa y me tomo un momento para apreciar el lugar, es un restaurante con un escenario en medio, mesas esparcidas por todos lados y una barra al fondo, cerca de la barra en una mesa doble se encuentra Sam, Liam —y se cual es Liam, porque tienen las manos entrelazadas y se acaban de dar un beso—, juntos a él hay otros dos chicos, Summer nos acerca a ellos.
Me siento junto aun lado de un chico que tiene un piercing en el labio y al otro lado está Matthew, Summer se sienta al lado de Liam y el otro chico y está en medio de Matthew y Liam.
—Te has retrasado —me acusa Sam.
—Lo importante es que está aquí, cariño —me defiende Liam y me brinda una sonrisa—. Un gusto, Liam Mill —dirige la mirada al chico junto a Summer—, ese Jason y el de allá —vuelve la mirada hacia el chico junto a mi—, Mason, son los próximos a tocar.
—Gracias por venir —masculla, Jason—, siempre es bueno tener nuevas admiradoras.
—Te acabo de conocer y ni siquiera sé si cantas pretendes cantar mientras le haces competencia a una gata a punto de parir —le responde Summer.
—Tu no vienes con nadie, estás disponible —dice Jason y entonces intenta pasar un brazo por los hombros la castaña.
—Ni te atrevas —le advierte, apartándole el brazo—. ¿Y que crees que soy un baño portátil para estar disponible?
La voz de Summer suena más irritada y venenosa de lo normal, sin embargo se que se está guardando sus comentarios para si misma por Sam, una Sam que nos lanza sonrisitas nerviosas cada que volteamos a ver a Liam.
—¿Ustedes también están en psicología? —nos pregunta, Liam, enderezándose sobre su silla y es entonces que me entran los nervios, porque no sé qué mentiras ha dicho Sam.
—¿Él cree que estamos en la uni? —me susurra Matthew, ladeando la cabeza y quisiera responderle de inmediato pero su aliento me golpeo contra el lóbulo del oreja y por un momento eso me ha producido un cosquilleo.
—Si —apenas logro responder.
—No, estoy en derecho —responde Summer.
Para nuestra suerte y más la mía, llega una camarera a por nuestro pedido y lo agradezco, porque la verdad no sabía que responderle, la verdad es que no sé cómo Sam le ha echado tantas mentiras en la cara a Liam con una facilidad.
El chico que parece aullar se baja se escenario y llaman a los amigos de Liam, el tal Jason le lanza un beso a Summer y Mason que no había dicho una sola palabra me guiña un ojo, para luego ponerse de pie y dirigirse a la tarima, por un momento creí que serían malo, pero no me equivoqué —aunque no del todo—, los chicos son malos en cantidades que no puedo explicar y quisiera decir que es solo Mason que es quien “canta” si a eso se le puede llamar cantar, pero Jason no se queda atrás, parece que fuese a romper las cuerdas de la guitarra en cualquier momento.
—Los estoy apoyando —se excusa Liam, sintiendo pena por sus amigos—, aunque solo es un hobbie, la verdad son muy malos.
—No te cortes —masculla, Summer con burla.
—¿Ustedes son pareja? —pregunta Liam.
—Estamos saliendo —responde Matthew sin si quisiera pensarlo.
Su respuesta me deja sorprendida y quisiera fingir mejor, pero la verdad que no.
—Ese acento. No eres de aquí.
—De Italia.
—Vale, entonces eso deja a Summer como la única soltera.
Mi amiga lo voltea y se abstiene de contestar por la mirada de súplica que le dedica Sam y entonces solo sonríe.
—No necesito de nadie para estar bien. Además estoy “comprometida” —hace comillas en la última palabra.
—¿No estás muy joven para estar comprometida? —le pregunta Liam.
—El amor puede llamar a tu puerta en cualquier momento —dice Matthew.
—¿Entonces es por amor? —vuelve a preguntar Liam.
No puedo evitarlo; me echo a reír y los ojos de todos se clavan en mí.
—Claro que no —responde Summer arrugando las cejas—, solo tengo… —le echa un vistazo a Sam.
—Veintiuno.
—Eso veintiuno. Es un matrimonio arreglado.
—Creí que ya no había esas cosas —dice Liam.
—Pues ya ves que si.
Todos se quedan en silencio por un momento, aunque no es gran silencio cuando los amigos Liam están haciendo sangrar los oídos de todos en el lugar.
—Voy al sanitario —informo.
Sin esperar respuesta me dirijo al baño de mujeres y una vez dentro me permito soltar el aire. Me lavo las manos y me echo un vistazo en espejo y reviso la hora y en mi teléfono, llegamos hace solo una hora y ya me quería marchar.
No quería juzgar a Sam, ¿Por qué quienes somos para echarle en cara los errores a otras personas? Yo no era una blanca paloma, me había equivocado un montón de veces, sin embargó, no me parecía correcto la manera en que le mentía a Liam y como dicen; lo que empiezan mal terminal y obviamente en algún momento se daría cuenta si el chico ponía un poco de atención y notaba que Sam no tenía 21 años como lo había dicho. Decido desechar los pensamientos y salgo del baño y al hacerlo me tropiezo con Matthew, quien se encontraba con su celular pegado a la oreja diciendo cosas en italiano.
Una parte de mi quería sacar el teléfono y poner el traductor para entender lo que decía.
—¿Podemos inventar una excusa y marcharnos? —me pregunta nada más de verme.
Lo pensé solo un segundo.
—Si.
Llámenme mala amiga, pero la verdad que ya no quería ver cómo Sam le seguía diciendo mentiras a ese pobre chicos. Llegamos hasta la mesa donde encuentro a Summer con mala cara viendo a todo mundo, ya ni siquiera se molestaba en disimular.
—Mamá me ha llamado, tengo que irme.
Miro a Sam por solo unos segundos y luego aparto la mirada, si se la sostengo probablemente note que estoy mintiendo.
—Que coincidencia, mamá me ha llamado para decirme nada, así que me iré también —una repentina sonrisa se le forma en los labios a Summer y se pone de pie—. Un gusto, Liam, que pena irme y que pena por el talento de tus amigos.
Le lanza un beso a Sam y ella nos taladra con la mirada, probablemente mañana estará muy molesta con nosotras, sin embargo los tres nos apresurarnos a salir del lugar. Afuera, la brisa de noviembre nos golpea en la cara.
Summer nos pide que la acerquemos a su casa y Matthew acepta gustoso, los tres subimos al auto y nos ponemos en marcha.
—Vaya, cita de mierda que han tenido —masculla Summer—, aunque la noche es joven, podrían ir a hotel y montarlo, aunque si Emma no está podrían hacerlo en casa.
—¡Summer! —chillo y ella suelta una carcajada.
—No he dicho nada malo, Chipito.
—Te tomaré la palabra —responde Matthew.
—No es gracioso.
—Nadie dijo que lo fuera.
Me guiño un ojo y siguió conduciendo por dónde le indica Summer, hasta llegar a la mansión, si, porque esto no era una casa, era una mansión, con un jardín del tamaño de mi casa y solo estamos hablando del jardín, con dos fuentes y con un largo camino hasta llegar a la entrada. Summer saco su teléfono, tecleo algo en este y unas enormes rejas se abrieron —y yo que me peleaba con las llaves para abrir la puerta de mi casa—, mostrando un camino en el paréntesis para llegar a la entrada de la casa, este camino tenía como unos 50 metros si no estoy mal.
Al llegar a las enormes y ridículamente grandes puertas de la entrada de la casa de Summer, divisé a su madre con los brazos cruzados y una línea recta en sus labios.
—Bajaría a saludar, pero…
—Es mi madre —termino por mi.
—No es eso.
—No hace falta que mientas —me brinda una sonrisa que no le llega a los ojos—. Si saludas solo empezaría a despotricar de manera educada.
Entonces un toquecito en la ventanilla del conductor hace que todos volteamos a ver y encontremos a la mamá de Summer.
—Mierda, ha visto tu coche.
—¿Eso es malo? —pregunta Matthew confundido.
—Teniendo en cuenta que es carísimo y no cualquiera tiene el lujo de tenerlo…
El toque en la ventanilla vuelve aparecer y entonces Matthew baja la ventanilla.
—Buenas noches, señor…
—Matthew —le dice.
—Buenas noches, Sra. McDonnnell —la saludo.
Por un mano-segundo la madre de Summer tiene una lucha interna entre saludarme o no.
—Hola, niña.
No me pasa desapercibido que a Matthew le llamo señor y a mí niña.
Vieja…
Es la madre de Summer.
—¿Matthew? —curiosea la señora con una maquillaje impecable.
—Limbardi.
Parece levemente sorprendida por un momento, pero, como dije solo un momento, porque entonces Summer se apresura a bajar de auto y despedirse de nosotros son la mano, con la mirada me grita que nos marchamos y eso hacemos.
—¿Por qué te ha llamado niña?
—Porque me odia.
—¿Por qué?
—No es nada personal, también odia a Sam y a todas las personas que no tengamos las cuentas bancarias llenas con ceros.
Matthew frunce las cejas sin entender lo que digo.
—No le gusta que seamos amigas de Summer porque cree que somos poca cosa y que estamos con ella por el dinero —le explico—. Summer podría estudiar en el colegio que se graduó su hermano Dean, pero ella quiso demostrarle a su padre que es una listilla y que puede irle bien en cualquier escuela.
—Su mamá está loca.
—Bueno, es que no conoces a su padre, el señor arregla matrimonios y que las mujeres McDonnnell no van a la universidad.
Matthew no cree lo que digo y tengo que explicarle las estúpidas tradiciones y matrimonios por conveniencia que tienen la descendencia McDonnnell, que no solo es Summer sino también Dean.
—¿Me acompañas a un lugar?
—¿Dónde?
—Ya veras.
Mi casa estaba muy lejos de la Summer, este lado San Diego es muy costoso para vivir, demasiado diría yo, sin embargo Matthew se acerca hasta una de las torres privadas muy cerca de la casa Summer. Toma el camino hasta camino directo a una de las tres torres más exclusivas y carísimas de la ciudad, pagar el alquiler de un mes me costaría o un año o más.
Matthew entra por el estacionamiento subterráneo y yo me quedé viendo como una idiota la cantidad de coches que gritaban dinero por dónde vieras.
—¿Cómo has logrado entrar aquí? —consigo decir.
—Tengo contraseña —es lo único que dice.
Sale del auto, hace girar las llaves en sus dedos, rodea el auto y me ayude a salir, toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos.
Me guía entre los autos hasta llegar a un elevador, entramos en este y entonces veo que este edificio tiene 60 pisos y el presiona el número 50.
—¿A dónde estamos yendo? —no me responde—. Matthew, si alguien nos ve aquí puede llamar a la policía y mamá parece una mujer tranquila, pero estoy segura que si llaman porque su hija se ha metido en un edificio de gente ricachona se molestaría —sigue sin responder—. Oye, te estoy hablando y eso no me parece gracioso.
Intento soltarme de su agarre y entonces las puertas del elevador se abren y nos muestran el departamento con unos gran y enorme balcón al fondo.
Una mano tira de mi, sin embargo pongo resistencia.
—No pondré un pie ahí y tú tampoco, recuerda que soy tu cuidadora y me meteré en problemas si tú lo haces.
Las puertas del elevador amenazaron con cerrarse y Matthew se apresuró a ponerme en medio de ellas.
—El piso es mío.
—¿A qué te refieres con mío…, quiero decir tuyo?
Tira de mi mano y está vez no pongo resistencia. Me quedo embobada viendo el gran y enorme piso había un enorme sofá en forma de L color negro, frente a este una mesita de cristal con unas velas sobre está y debajo de la misma una alfombra de felpa color gris y en la pared había un enorme televisor con una pantalla delgadísima, detrás de lo que pase ser la sala star hay unas escaleras de con peldaños de color negro y desde aquí podía ver qué daba a una habitación con pared de cristal a mi derecha había una puerta y a mí izquierda otra.
—Mis padres lo han comprado.
—¿Comprado?
Vale, la sorpresa en mi voz me hacía ver cómo una estúpida, pero es que el alquiler de este lugar costaba un dineral, pero comprarlo debería costarme toda mi vida y un poco más.
—Si, no se confiaba de que viviera en la casa de una extraña —se pasa una mano por el cabello incómodo—, le había insistido que no, pero las llaves llegaron junto con el auto.
—Vale, entonces tus padres te compraron un piso sin pedírselo —me picha un poco de envidia—, y yo que le tengo que rogar a mí mamá para que me deje más dinero en la mesada.
—No es la gran cosa —dice, restándole importancia.
—Entonces si tienes tu propio piso, ¿Por qué vives en nuestra casa?
Una sonrisa de dibuja en su rostro.
—Puedo estar contigo todo el tiempo y aquí estaría solo. —Siento el calor en mis mejillas— Además me gusta usar la carta de que hagas lo qué quiero porque eres mi cuidadora.
Me abstengo de poner los ojos en blanco y paseo la mirada por el enorme piso curioseando casa cosa y llegó a la conclusión de que cada mueble o aparato eléctrico es carísimo. Me tomo mi momento para caminar por el lugar hasta llegar al balcón y por un momento me entra vértigo cuando echo un vistazo abajo, el piso 50 es muy alto, cuando me recupero me quedó embobada viendo la vista increíble de la ciudad, desde aquí se puede ver gran parte San Diego y San Diego es una ciudad que llena los ojos.
—¿Vienes seguido aquí? —le pregunto, sentándome sobre el piso y gracias a qué el balcón es cristal me permite seguir teniendo vista a la ciudad.
—Los entrenamientos de Lacrosse son visitas aquí —su ojos se clavan en mi mientras habla—, de hecho no estoy en el equipo.
—Entonces me has mentido.
—Ha sido una mentira blanca.
—Las mentiras blancas no existen —lo acuso—. Y yo he ido a buscar varias veces después de tu “entrenamiento”
—Mentiras blancas.
Pongo los ojos en blanco.
Estiro los pies y recuesto mi espalda sobre la pared y Matthew hace lo mismo, se sienta a mi lado y sin darme cuenta empiezo a juguetear con sus dedos, no se cuanto tiempo me pierdo, ya que cuando levanto la cabeza encuentro su rostro a centímetros del mío.
—Voglio baciarti —me dice, fijando sus ojos en mis labios.
—¿Por qué no lo haces? —inquiero, devolviéndole la mirada.
Sus ojos se abren mucho y la cara se le llena de sorpresa, estoy muy segura que no esperaba esa respuesta de mi parte.
—¿Lo has entendido…?
—Estuve memorizando vernos italianos y entre ellos está; quiero besarte.
Se queda en silencio un par de minutos analizando lo que he dicho y entonces dice;
—Y tu respuesta ha sido que por qué no lo haces —su típica sonrisa aparece en su rostro—, significa que quieres que lo haga. Te dije que me dejaras conquistarte Gineta, no espera que a la primera cita de prueba ya me desearas.
El sarcasmo y la ironía podía ser una palabra para describir a Matthew Limbardi.
—Significa que dices que lo quieres hacer, pero no lo haces y te pregunto; ¿Por qué?
—Tengo una lista.
—¿Una lista?
—Si, una lista —toma un mechón de mi cabello y juguetea con este y sé que lo hace con la intención de hacerme esperar por su respuesta—, de como conquistarte.
—¿Qué?
No puedo evitarlo, una sonrisa se forma en mi rostro.
—Es el segundo comentario que me ha hecho ver cómo un friki hoy —dice más para él que para mí.
—Una lista para conquistarme —repito—, ¿Puedo verla?
—No. —se apresura a decir.
—¿Por qué?
—Mas que lista; son puntos, puntos a seguir para conquistarte y besarte en la cita de prueba no está ella.
—¿Y es importante seguir cada punto?
—¿Por qué? —inquiere— ¿Quieres que te bese ahora?
No respondo, porque la palabra en mi cabeza y que puede salir de mis labios es un sí, así que me limito a mirarlo a los ojos y el esboza una sonrisa como si leyera la respuesta en estos.
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Un Amor Para Rachel.
Подростковая литератураRachel Crane disfruta su amistad con Shean Cooper, demasiado, es de lo más importante en su vida. Es su mejor amigo. Rachel está enamorada de Shean o eso lo que cree..., por lo que decide confesar sus sentimientos. Es por esto que Rachel en un acto...