II

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We don't talk anymore

Un puto chiste más y JungKook tiraría a alguien frente al próximo auto en movimiento que viera. Sopesó tirarse él mismo porque su vida era exactamente un jodido chiste. A su lado iba SeokJin, con una paleta de limón y la ropa más holgada que seguramente tenía en su closet, mientras parloteaba sin descanso juegos de palabras graciosos. En su cerebro que se cocía a fuego lento en su líquido cefalorraquídeo, no alcanzaban los conceptos de tierno, adulto, idiota y sexy en la misma persona.

Jin cogió confianza al ver que podía estar en un lugar cerrado y diminuto con JungKook sin dirigirse miradas hostiles, aquel día en que viajaron en el auto de JungKook por media hora aproximadamente. Exceptuando el hecho de que JungKook no lo miró ni una sola vez hasta que llegaron a La Caverna y lo ayudó a llevar las cajas de bebidas, ellos no volvieron a estar a menos de un metro de distancia. Por algo se empezaba, se alentó Jin.

Y tras dos semanas de ensayos cada tres días, Jin ya podía decir que estaba dentro del grupo de amigos de su novio. Aprendió que en ocasiones YoonGi se quedaba en La Caverna, que dormía periodos cortos a intervalos irregulares a lo largo del día, de modo que daba la impresión de que dormía más de lo que permanecía despierto; comía poco, a veces incluso tenía que recordársele que debía alimentarse, no bebía alcohol (lo que hacía de Tae, Jimin y él los únicos ebrios sociales), y que él se encargaba de producir las canciones de A&D, de escribirlas y de asumir el rol de padre la mayor parte del tiempo. Jimin, por otra parte era lo que Jin definía como ángel, y si no fuera porque se vería jodidamente raro, le gustaría abrazar al menor y morderle los mofletes como si fuera un bebé; Jimin era cariñoso, cuidadoso en su modo de actuar, ayudaba en lo que podía y cortésmente se reía de sus chistes. Eso lo hacía inmediatamente su cavernícola favorito — como les dijera que mentalmente les llamaba Cavernícolas, por eso de ensayar en La Caverna probablemente lo golpearían tan amistosamente como se puede golpear a alguien —, claro, después de Tae.

Sin embargo, en honor de la verdad, SeokJin pasaba sus noches pensando en JungKook, en la forma en que se cohibía cuando recibía atención de más, al ser halagado, ante las muestras de afecto que tenían tanto Tae como Jimin para con él, como si no supiera lidiar con sus emociones o estas lo avergonzaran. Lo dedicado que era al momento de practicar, que amaba hacer las cosas bien. Que en ocasiones puntuales miraba en su dirección y se mordía los labios, sin lujuria ni ningún otro sentimiento apasionado, más bien con genuina curiosidad y un odio que todavía ardía en el fondo de él. JungKook gobernaba sus pensamientos mientras estuviera despierto. Cuando soñaba era peor, el mundo onírico que compartió con Tae se caía a pedazos cada vez que el JungKook de sus sueños le tomaba de la mano y le aseguraba que todo iría bien, sin importar lo hilarante de sus sueños.

SeokJin sabía que idealizaba a JungKook, que era un ser imaginario aquel que calentaba sus mejillas y le robaba suspiros. No obstante, el JungKook de carne y hueso también hacía su parte.

Distraídamente Jin mordió un trozo de su paleta de hielo, dándole un descanso a JungKook de sus chistes de abuelo. En su cabeza prefería traducirlo a: en unos momentos regresamos con su programa favorito. Intuía que si decía uno más en los siguientes minutos terminaría bajo las ruedas de algún camión.

—Eres demasiado callado, JungKook.

—No tengo nada interesante que decirte — lo contradijo el menor.

—¿Alguna vez te has quedado sin dinero y haz tenido que cantar en la calle para ver si consigues algo? — indagó repentinamente Jin, una peligrosa idea surcando su mente. La paleta de hielo reducida a un trocito verde que pendía precariamente del palito de madera.

Canciones para JungKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora