His Heart & Their Love

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Cuatro hermanos de cuatro pueblos distintos ven a los dioses a la distancia. Escuchan las anécdotas de aquellos que han podido conocerlos en persona y beben de las escuetas descripciones que la mayoría de los afortunados les proporcionan como si fuera agua para mantenerlos vivos. Los cuatro, de diferentes maneras, con diferentes rostros e indefinidos propósitos, se prometen a sí mismos que serán parte de esos que pueden pasar tiempo al lado de los dioses. Serán ellos quienes más los traten, quienes más los conozcan y, por encima todo, quienes más los amen.

Con aquellas promesas es que todo comienza.

Años después, siendo perseverantes y ambiciosos como nadie más lo había sido antes, los cuatro hermanos han empezado a ser conocidos como los Amantes. Aquellos siempre al lado de los dioses. Los devotos y protectores de lo más bello que ninguna criatura puede imaginarse. Los dioses permiten la cercanía y es más temprano que tarde cuando a los Amantes empieza a considerárseles los compañeros eternos de los dioses.

No obstante, un día, sin ningún tipo de aviso, un grupo de criaturas crean una corona de minerales y piedras para el Amante del dios de la Tierra.

Pero el verdadero problema no es el regalo.

Lo reprochable es que el Amante lo acepta.

Julio 1942, México

Natsumi duerme boca abajo con sólo una sábana blanca cubriendo su cuerpo desnudo. Edward puede distinguir la curva de uno de sus senos y la unión generalmente oculta de sus muslos. Sancus, en su forma animal —como suele favorecer—, está echado en el piso a un lado de la cama, observando al vampiro con una expresión que debería ser imposible para el rostro de un león, de un animal. Sin embargo, durante los meses que ha estado conviviendo con él y con Natsumi, Edward ha aprendido que Sancus es una criatura pasional por sobre cualquier otra cosa. Cada una de sus reacciones arden cual fuego. Sus ojos profundos y enormes han hecho una costumbre de seguir los pasos de Edward con una concentración siniestra.

A veces se pregunta si Sancus reprime su deseo de matarlo sólo porque Natsumi intercede por él.

Oh...

Natsumi.

Cerca de los dos meses de embarazo, Natsumi duerme varias horas más que de costumbre. Sus pechos la incomodan durante el día y el clima húmedo del sitio en el que viven le hace imposible descansar con más que esa fina sábana blanca cubriéndola. Sancus, por su lado, ha optado por seguirla de cerca sin importan a dónde sea que vaya. Sus instintos le gritan que proteja, proteja, proteja y él no se resiste a cumplir ninguno de esos mandatos. Siendo la criatura que es, el embarazo de Natsumi podría no llegar a un término satisfactorio. Los metamorfos de la clase que es Sancus —según las propias palabras de éste— han tenido problemas para asegurar la salud de sus parejas e hijos. Es muy complicado que el cuerpo de una mujer humana se acople a las necesidades de un feto con las características de su especie. Además, contando el hecho de que Natsumi apenas cumplió dieciocho años y que tanto ella como el metamorfo son primerizos en esto, la preocupación de Sancus le parece razonable a Edward; incluso, aunque no piensa decírselo nunca, es divertido verlo tan angustiado por las pequeñas molestias que Natsumi ha tenido.

Y Edward en verdad no quiere imaginarlo, pero quizá ninguno de los dos pueda recuperarse del escenario en el que el bebé no lo logre. Natsumi es joven y quizá más adelante pueda lograrlo sin muchas complicaciones, pero está enamorada de Sancus como Edward no se lo esperó y perder a la criatura le dolería más allá de lo imaginable. La familia de Sancus necesita un heredero. Ella se propuso darle uno tan pronto como le fuera posible. Edward entiende de manera muy superficial sus motivaciones, pero siempre que la escucha hablar de cómo jugará con su pequeño o pequeña, de las cosas que va a enseñarle y los lugares a los que lo llevará, prefiere mantener la boca cerrada y esperar a que se distraiga con otro tema.

A Single ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora