Intervención No. 55

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Intervención. No. 55

No sé para qué demonios me siguen preguntando razones específicas que por lo menos justifiquen un poco mis actos. Cuando, ustedes mismos se han ayudado de las pantallas a llamarme idiota, asesino, loco, psicópata y mal nacido.

Es irónico que lo que más odien de mí se haya convertido en la forma en que yo puedo dominarlos sentado en ésta silla.

-Hiljonx.

No fue que odiara a rey mundo y medio mundo desde el primer momento que me tocó ser un vigilante para los hijos de Katniss y su familia, no, para nada, yo no soy un monstruo sin corazón que piensa matar a rey mundo y medio mundo sólo por que me dejé llevar por un impulso.

Pero, bueno, aquello no es algo que importe mucho por ahora.

Yo llegué a formar parte — Si es que se puede decir de aquella forma — De la familia Everdeen después que el escuadrón de protección reformado de Panem pusiera manos a la obra con el sistema de seguridad para todos. Dada mis habilidades con las armas y la lucha cuerpo a cuerpo, me enviaron a mí a custodiar a los hijos de Katniss y Peeta, aunque, ellos obviamente no estaban completamente seguros por esa acción tan desmedida.

Lo noté desde el primer momento que llegué ahí, el distrito doce pasó a ser el nuevo capitolio, se empezaban las refracciones y construcciones altas de buena tecnología. Katniss había obtenido un hogar cerca de donde creció, obviamente era una treta muy déspota, pero no se podía hacer mucho al respecto.

Eso sí, su casa era muy acogedora, llena de muchos muebles cómodos y de alto costo — O eso intuyo yo —  Para mí era extraño que me hayan mandado sólo para aquél sitio que era el más querido por todos, y se notaba desde lejos ya que para entrar debías de pasar por varios puntos de control. Alrededor había un montón de gente gritando el nombre de Katniss a todo pulmón. Algo que la verdad me impresionó mucho.

Justo al llegar me encontré con un jovencito, no me había dado cuenta cuánto tiempo había pasado desde la última vez que me enteré que Katniss tenía hijos, yo esperaba obviamente encontrarme con dos niños babosos, pero en lugar de eso me encontré con un muchacho rubio de pelo largo y recogido en una cola de caballo con dos enormes mechones de pelo cayendo al frente de él, ojos marrones, tendría unos quince o trece años, la verdad no me importa.

Y a su lado estaba su hermana, una joven también, hermosa, si se me permite la expresión. De cabello oscuro y largo, unos ojos azules que me siguen dando miedo hasta el día de hoy por lo profundos que podían llegar a ser sus miradas. Su expresión al verme fue genial, ambos se detuvieron en medio de la sala con los ojos bien abiertos, la chica retrocedió por que su hermano la hizo a un lado, y antes de que pudiera notarlo tenía un cuchillo sobre mí. Pero no pudo hacerme daño, el arma fue desviada y se clavó en la pared en un ruido sordo.

El muchacho se quedó atónito, era obvio que nunca se había enfrentado a alguien tan genial como yo. Y no lo culpo, soy único en la vida.

Intenté hablar, enserio, pero el desgraciado se lanzó sobre mí blandiendo otro cuchillo, tenía que ponerle fin a esto así que lo tomé directamente del cuello, le di una patada barrida en los tobillos que lo dejó sobre los aires durante un segundo, luego usé su peso y me coloqué detrás de él, sosteniendo aún su cuchillo muy cerca de su cuello.

—    Suéltalo. — Dijo una voz un tanto suave detrás de mí. Sentí un pequeño dolor en mi hombro. — Sólo lo diré una vez.

Me volteo lentamente y me encuentro con una mujer con el cuerpo delineado, los músculos más marcados que los de las moles en la escuela de batalla y sostenía otro cuchillo en su mano, era el que yo había lanzado por los aires.

Los juegos del hambre: Asesinato de avesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora