Capítulo 15

12 0 0
                                    

Capítulo 15

Señoras y señores, no era mi intención matarlo a él… Después de todo era el más útil de todos. Paz a su alma: Haymitch.

-Hiljonx.

La pelea había sido reñida, se habían movilizado varias tropas que rodearan a mí batallón, aunque, todas esas tropas estaban aún en desventajas por que no tenían cámaras que pudieran vigilarnos mientras obteníamos los archivos del silencio en el asentamiento. Peeta seguía prisionero, y estaba completamente asustado, es algo entendible, aunque esperaba una mejor reacción para alguien que ya había estado en juegos tan macabros.

—    ¿Cómo vas An? — Pregunté a la chica, ella estaba un tanto molesta por lo que acabamos de hacer, pero bueno, no puedo hacer más nada. — Vamos, no me dejes así.

—    Los archivos están encriptados. Estos hijos de puta lograron volver los archivos un conjunto de archivos multimedia sin ninguna relación.

—    ¿Puedes recuperarlos? — Preguntó.

—    Sí… Pero tomará tiempo.

En ese instante unos pasos apresurados llegan hasta mí, me volteo y veo a Finnick, está sudando y en su mirada pudo ver que corrió con mucho entusiasmo.

—    ¿El fantasma de Katniss? — Bromeo. Peeta intenta darme un golpe, pero uno de los chicos le clava más el cuchillo.

—    No… El escuadrón dirigido por el muchacho se acerca para acá. Tiene un buen arsenal de armas, nos acorraló.

Me detengo un momento, si lo que dice Finnick es cierto, obviamente estamos en un bonito aprieto. El muchacho entrenó lo suficiente como para saber como trabajo, además de que yo le enseñé, no me puedo quejar de que hice mal, por que no fue así. Todo aún constituye parte de mi plan.

—    ¿La chica? ¿Dónde está? — Peeta abre sus ojos de par en par.

—    Creo que sigue con él. — Responde Finnick un tanto confundido.

—    Bien, pon a trabajar esos bonitos músculos y coloca esto en el tubo de salida. Si no puedo contenerlos, volaremos en pedazos, y con nosotros toda ésta mierda.

Finnick sostiene la ojiva que le doy, un arma bonita que contiene dentro varias detonadoras que acabarán con el asunto de una manera rápida y eficaz. No espero volar en pedazos, pero, ya sabes, hay que ser un tanto precavido ¿No?

Afuera todo está levemente iluminado por las lujes amarillas de emergencia, las cuales parpadean levemente, la poca electricidad provoca un funcionamiento anormal. Y eso es una de las cosas que tengo que estar pendiente ahora.

Los pasillos son largos y angostos, cada tanto hay pequeñas aperturas que permiten colocar una barricada de contención, pero las mismas están vacías. No tenemos tiempo para estar colocando bombas inútiles.

—    ¿Cómo puedes ser tan vil? — Me pregunta Peeta.

—    ¿A qué te refieres?

—    Asesinaste a mi esposa, quieres acabar con mis hijos, y todo lo haces teniéndome a mí como un mórbido espectador… ¿Por qué no tomas mi vida y ya? — Empieza a llorar.

Los juegos del hambre: Asesinato de avesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora