El Desfile Negro

11. Desencantado

Al atravesar la puerta amarilla, volví a ese mismo lugar oscuro.

Ella, La Muerte me siguió.

–¿donde estoy que es este lugar?– pregunté.

–es difícil de explicar– respondió ella –digamos que estas en un limbo entre la vida y la muerte–.

–¿y eso que significa?– pregunté.

–todavia no estás muerto, pero tampoco estas vivo, es el mismo peso en cada lado de la balanza– respondió.

En ese momento lo entendí, aunque no podía creerlo.

Seguimos caminando por un rato.

–aca está, la otra puerta– dijo ella.

Una puerta amarilla estaba adelante mío.

Abrí la puerta y entré.
Podía reconocer este lugar, era el lugar donde había empezado mi vida y donde también terminaría, el hospital. Estaba adentro de mi habitación y sabía muy bien lo que me iba a encontrar si giraba hacia la derecha, pero no quería girar, no quería ver esa imagen.

Gire hacia la izquierda y la muerte estaba parada allí.

–mira– dijo mientras señalaba a mi derecha con su dedo tan delgado como un alambre.

Hice lo que ella me pidió y allí estaba lo que yo esperaba ver.
Era yo mismo acostado en la camilla. Estaba inconsciente y conectado a un respirador.
Una mujer me estaba sujetando la mano, mi amada, ella estaba llorando y rezando, lo cual me pareció algo raro porque ella nunca fue creyente y yo tampoco.

–Señor, se que no soy tu más fiel servidora, pero por favor traelo devuelta, quiero escuchar su voz una vez más, quiero besarlo sólo una vez más– pedía mientras lloraba.

–la única persona viva en tu vida que te sigue amando tanto al igual que el primer día– dijo La Muerte. –te comportaste como un monstruo con ella–.

Me acerqué a mi amada, ella estaba sentada alado de la camilla donde reposaba mi cuerpo. Intenté tocarle el hombro pero mi mano atravesó su cuerpo, se sentía exactamente igual que poner la mano en el agua, podías sentirla pero no podías agarrarla.

–no puedes tocarla, no estás aquí presente, almenos no tu presencia física– explicó La Muerte

–se que me comporte como un monstruo con ella, pedí disculpas una y otra vez. Y ella todavía sigue alado mío, si se queda eso significa que seré perdonado– dije.

–todavia no has sido perdonando, todavía no tienes la sangre– dijo ella.

–¿a que te refieres con sangre?– pregunté.

–no importa, todo llegará a su tiempo– respondió ella. –es momento de avanzar– dijo señalando la puerta amarilla.

Caminé hacia la puerta y la abrí, dentro ya no estaba ese lugar oscuro, estaba en un cine.

–toma asiento el cine está vacío y la función está por empezar– dijo la muerte. –pero antes ¿donde crees que estas?– preguntó.

–en el cine de la calle 21– aventuré.

–exacto, aquí fue tu primera cita con tu amada– dijo ella.

La pantalla se encendió y la función comenzó.
Un título gigante decía "TU VIDA",
un millón de imágenes pasaron en un milisegundo por la pantalla, y aunque halla sido algo rápido, pude reconocer cada una de ellas. Cada parte cada escena vivida estaba allí.

Las muertes, los engaños, los besos, las peleas, las pérdidas, las victorias, las destrucción, las construcciones, el odio y el amor. Absolutamente todo.

En ese momento me di cuenta que el final estaba cerca de lo que parecía, tan cerca que podía sentirlo.

Ya no siento nada, ya no tengo miedo.