Capítulo 1: El reencuentro

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Narra Neville:

Atravesé el muro de ladrillos que separaba el andén 9 del 10, arrastrando mi baúl y seguido de cerca por mi abuela. Una vez nos encontrábamos junto al tren, recorrí con la mirada a la multitud que se arremolinaba junto a las puertas de acceso a los vagones, y mi abuela se despidió de mí con un simple adiós y un abrazo.

Me monté en el tren y comencé a caminar por los pasillos, buscando un sitio libre. Cuando me encontraba casi al final, una chica salió apresuradamente de uno de los compartimentos chocando conmigo.

—Lo siento, Neville —se disculpó ella al darse la vuelta, era April.

Una gran felicidad me embargó al verla. Pasar el verano separados me había venido bien, ya que había podido terminar de aclarar mis sentimientos; sin embargo, la había echado mucho de menos.

April me miraba con curiosidad, como esperando una respuesta por mi parte. Sin poder contener mi alegría, la tomé por la cintura y la alcé hasta que estuvo a mi altura, entonces la besé. Ella enroscó sus dedos en mi pelo, tenerla tan cerca de nuevo hizo que mi corazón se acelerase y sentir sus labios, tan suaves como los recordaba, contra los míos hizo que un torbellino de emociones me recorriera de arriba abajo. Al separarnos vi que la había sorprendido.

—¿Dónde ha quedado tu timidez, Longbottom? —preguntó tal y como hizo tras nuestro primer beso, yo simplemente bajé la mirada algo azorado.

April provocaba tantas sensaciones en mí, que lograba que mi timidez quedara a un lado en muchos momentos.

Entramos en el compartimento del que había salido ella hacía unos instantes, allí se encontraban Harry, Ron y Hermione. El trayecto fue muy ameno, reímos y contamos anécdotas de nuestras vacaciones, solo Harry y April parecían un poco apagados.

Llegamos a Hogwarts poco después de anochecer. Una vez en el Gran Comedor, nos sentamos en las mesas de nuestras respectivas casas, para contemplar la ceremonia del Sombrero Seleccionador.

Todo transcurrió como cada año, sin embargo, Dumbledore no presidía la mesa de los profesores, como era habitual. En su lugar, se encontraba una mujer muy rechoncha, embutida en un traje rosa chillón, un enorme lazo del mismo color coronaba su cabeza y su rostro se asemejaba al de un sapo.

—Buenas noches a todos —comenzó diciendo con su aguda voz tras haber carraspeado—, y bienvenidos al colegio Hogwarts de magia y hechicería. Me llamo Dolores Umbridge. Como habréis comprobado, el director Albus Dumbledore no nos acompaña hoy, esto es debido a que ya no podrá ejercer más su cargo. Yo, soy la nueva directora. He sido nombrada por el mismísimo Ministro de Magia y me encargaré de que vuestra educación aquí sea perfecta.

Soltó un interminable discurso acerca de que Dumbledore ya no se encontraba en sus cabales, continuó haciendo una crítica social hacia todos aquellos que creían en el regreso de Lord Voldemort y, media hora más tarde, concluyó con una larga lista de nuevas normas que serían colgadas en las paredes del Gran Comedor para que nadie las olvidara.

Esa noche tardé en conciliar el sueño, pues en mi cabeza aún resonaban las palabras de Umbridge, no me veía capaz de imaginar Hogwarts sin Dumbledore.

El ejército de Dumbledore➳ Neville LongbottomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora