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Aquí está mi nueva historia. Tenía que haberla publicado en un fanzine online hace años con un pseudónimo diferente al que uso aquí, pero al final nunca se publicó, así que he decidido subirla ahora para que podáis leerla. Espero que os guste.

OoOoOoOoO

—¡Al abordaje! —ordenó el capitán Snape, y todos sus hombres obedecieron con entusiasmo, invadiendo el barco que habían capturado y pasando por la espada a todo aquel que se les pusiera por delante.

Fue una lucha magnífica por la que tuvieron que lamentar muy pocas bajas y de la cual resultaron, como siempre, victoriosos. El capitán se sintió orgulloso de sus hombres.

Estaba seguro de que aquel barco les proporcionaría un buen botín, y su intuición nunca le fallaba.

De pronto percibió una pequeña conmoción procedente de la nave conquistada y se subió a la pasarela que habían tendido a estribor, entre las dos embarcaciones, para ver qué ocurría.

Algunos de sus hombres se dirigían a él arrastrando consigo a varios prisioneros. Se bajó de la pasarela y esperó a que llegaran, colgando sus pulgares de los bolsillos superiores de su chaleco y elevando la cabeza con altivez.

—¿Qué me traéis? —dijo con voz grave, mirando con desinterés a los tres jóvenes y al rechoncho soldado que habían presentado ante él, todos maniatados—. ¿Crabbe? ¿Goyle? ¿Acaso creéis que soy una ama de cría, estúpidos?

Los aguerridos piratas que estaban bajo sus órdenes -menos los dos aludidos, que miraron al suelo avergonzados- rieron escandalosamente ante la ocurrencia de su capitán. De entre los congregados se adelantó un joven flaco y de cabello rubio que, agarrándolo por la solapa de la casaca roja, arrastraba consigo al soldado, quien miraba a todos lados con ojos desorbitados por el pánico.

—Capitán, hemos encontrado a un grupo de soldados custodiando el camarote en el que se encontraban estos tres —explicó, haciendo un movimiento de cabeza hacia los jóvenes—, y he pensado que debía de tratarse de personalidades importantes. Como ninguno de sus guardias ha querido hablar, los hemos matado a todos menos a esta rata, que estaba escondida tras un barril de cerveza, y se la hemos traído por si le apetece interrogarle personalmente.

El capitán sopesó a sus "invitados" en silencio: se trataba de una joven de pelo castaño y mirada decidida; un muchacho pelirrojo que parecía a punto de mearse los pantalones y un chico de pelo negro con unos ridículos anteojos redondos que lo observaba desafiante. Estudió atentamente sus ojos, de un verde tan intenso como el mar que los rodeaba, y después volvió a centrarse en el hombre que se suponía debía cuidar de los jóvenes.

El soldado, encorvado sobre sí mismo como si quisiera desaparecer, no se atrevía a mirar a otro sitio que no fueran sus propios pies.

—¿Qué botín habéis encontrado, Draco? —preguntó el capitán, sus ojos negros todavía posados en el tembloroso hombrecillo, destellando con fiereza.

Sus hombres se removieron incómodos, sin decidirse a contestar.

—Nada, mi capitán —dijo al fin el joven—. No había nada. Ni oro, ni joyas, ni ningún otro tipo de riquezas. Sólo ellos.

El capitán entrecerró los ojos y sintió aproximarse a su lado a su fiel contramaestre.

—¿Nada? ¿En un buque de tanto lujo y custodiado por tantos soldados? —susurró el recién llegado—. Eso sólo puede significar una cosa...

—Ya lo sé, Lucius —le atajó el capitán—. Sé lo que significa.

Se acercó al soldado, Draco lo soltó y el hombrecillo se puso de rodillas sin que nadie se lo hubiera ordenado para rogar, con voz estridente:

El príncipe de los maresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora