Día once.

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Fui al shopping y no me alcanzaron las horas para las cosas que debí comprar. Especialmente se me escapaban los minutos en esos momentos en los que me sentí saturada y se me empañaban los ojos. Supe controlarme. Es una especie de límite que tengo conmigo misma, una regla que me autoimpuse: no llorar en público, frente a nadie. La primera cosa que siento en muchos días: orgullo de una persona... ¡hace años que no estaba orgullosa de mí! Aunque sea por un estúpido detalle.

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