Día catorce.

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  Solía pensar que escribir estas notas era una forma de desahogarme hasta que regreses. Y no, no es así: no regresarás nunca, y no estoy tratando de desahogarme sino de despedirme como es debido.
  Por la tarde volví a esa cafetería que tanto amábamos, yo más que vos, eso está claro. Pedí el mismo café con poca azúcar y poco late, igual que siempre. El chico del mostrador sonrío al verme después de tanto tiempo. Eso creo, porque dejé el billete sobre el lugar  y me fui lo más rápido que pude, pasando entre medio de toda esa gente feliz. No estaba cómoda. Volví a mi departamento meditando el comprarme una cafetera, pues no quiero regresar a aquel lugar. Y decidí que sí, debo hacer demasiados cambios.

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