cap. 1

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Abrí un ojo, miré la habitación, lo volví a cerrar al estar descontento con el resultado.

Odiaba esto, odiaba cuando mis padres nos dejaban solos en casa y mi hermano se encargaba de invitar a todos sus amigos para hacer dios sabe que.

Yo nunca lo presenciaba, pues me obligaba a no salir del desván  para no molestarles. Pero ya me estaba hartando de sus mierdas.

Y me estaba meando. Sacudí la cabeza y salí del saco de dormir sintiendo un pinchazo en la espalda por culpa de la incómoda posición en la que dormí.

–Joder... – murmuré apartandome el pelo de la cara y levantándome con cuidado, para poder ver mejor a través de la claraboya que había en el techo.

Estaba lloviendo.

Suspiré y volví a arrastrarme hasta el interior del saco de dormir ya que me moría de frio porque aquí arriba no había calefacción ni ningún sitio para conectar una estufa.

Con dificultad por el temblor de mis dedos cogí mi móvil y envié un mensaje a mi hermano.

•Andrew, ¿a qué hora se van tus amigos? Necesito bajar... — 9:14am.

****

Daba vueltas por el desván, tratando de aguantar un poco más, sin parar de enviarle mensajes a mi hermano para que me diera permiso para bajar.

–Drew, respóndeme... – murmuré mientras tecleaba y entonces lo noté. – No... Mierda.

Lanzé el móvil sin pensarlo y de una patada abrí la trampilla. Las escaleras se deslizaron hacia abajo, permitiendome acceder al segundo piso de mi casa. Con el cuerpo tembloroso bajé lo más rápido posible, tratando de aguantarlo un poco más, aunque veía casi imposible llegar al baño sin mearme encima.

Corrí por el pasillo con sigilo, aunque mi prioridad era no  perder el control de mi vejiga.

–¿Qué coño haces aquí abajo?

Escuché susurrar a mi hermano antes de cerrar la puerta de un portazo, levantar la tapa y...

–Gracias a dios... – suspiré cerrando los ojos y notando mis músculos relajarse.

–¿No me escuchas, subn... – mi hermano abrió la puerta y yo abrí los ojos como platos.

–¡Fuera, fuera, FUERA! – le grité notando mi cara volverse roja y él cerró de golpe.

–Te dije que no bajaras. – susurró a través de la puerta.

–No pienso mear en un cubo. – respondí subiendome los pantalones y apoyando la espalda en la puerta con los ojos cerrados.

–Pues buscate la vida, pero desaparece. – respondió volviendo a abrir la puerta, lanzándome contra la pared. – Tira de la cadena y lávate las manos al menos, que asco.

Pasé por delante de él y abrí en grifo escuchandolo hablar y tratando de no ofenderme.

–Tenemos la misma edad, se supone que la misma madurez mental, ¿por qué te comportas como si tuvieras 5 años? De verdad... Mirame cuando te hablo.

–Déjame en paz. – murmuré secándome las manos con una toalla antes de tirar de la cadena sin apartar los ojos del suelo.

No me afectaban sus palabras, o más bien pretendía que no lo hacían porque ya me había acosumbrado, pero yo quería mucho a mi hermano y que yo no le gustara era algo que no me dejaba indiferente.

–Oye, no va a malas, lo sabes. Si no quiero que mis amigos te vean es porque te comportas así...

–¿Qué tiene de malo mi comportamiento? Hago todo lo que me pides...

–Ese es el problema, eres... Se supone que los hombres somos tipos duros que no se dejan mangonear, pero tú...

Mis ojos conectaron con los suyos antes de que terminara de hablar y cerró la boca.

–Compórtate como un hombre y te trataré como tal.

–Si, ya, lo que sea. – respondí sin mirarle y pasé por su lado para volver a subir al desván, no sin antes cruzarme con uno de sus amigos, que me guiñó un ojo antes de dirigirse a mi hermano soltando una risa.

Subí y cerré la trampilla. Un suspiro escapó de mis labios mientras me sentaba en el suelo.  De verdad, a veces quería matarle, arrancarle la cabeza y metersela por el culo para que se callara. Pero no iba a dejar que eso arruinara mi sabado, además, siempre me satisfacía el pensamiento de que con una llamada a mis padres diciendoles todo lo que pasaba bajo el techo cuando ellos desaparecían podría hundir en la miseria a mi hermano. Y si, podía imaginarme lo que pasaba, sobretodo cuando las paredes y los suelos eran de papel y se escuchaba todo... Y por todo me refiero a TODO, no es necesario describirlo.

Me tumbé el suelo y miré la claraboya, el agua chocaba contra el cristal con fuerza, era música para mis oidos.

-¿Ya estás despierta? ¿Quieres que te de tu desayundo? – la voz de mi hermano llegó a mis oidos. – Bueno, pues vamos a la habitación, se nota que no puedes esper...

–Otra vez no... – me quejé al escuchar la risa de su novia y me tapé los oidos mientras cerraba los ojos con fuerza.

R O S E S  {s.m}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora