Natalia...

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Una mirada tímida desde Raquel hasta Iván, en ese momento Raquel se siente tonta ¿porqué tiene que comportarse de esa manera delante suyo? Ella no es así, y no le gusta esa faceta suya tan tímida y poco abierta ¿porqué no lo dice nada?, no se, que a quien espera o que si quiere pasar, pero ni una palabra sale de sus labios, pero para su sorpresa de los labios del chico si que salen palabras.
 -Hola, oye, yo…te estaba esperando.
En ese momento a Raquel se le cambia la cara, la timidez se vuelve asombro, no puede creérselo, ¿porqué iba a esperarle a ella?, si en el instituto apenas hablan, ni siquiera va a su clase, aunque si a su curso, pero no es lo mismo, en ese momento lo único que podía hacer Raquel era mantenerse firme y no parecer asustada o ansiosa.
 -¿A mi? ¿y para qué?
 -Pues la verdad es que tengo que decirte algo, y es bastante largo de contar… no quiero que nadie se entere, si te parece mejor, pasamos dentro.
Raquel en este momento ya si que no entiende nada, qué quiere decirle Iván, que además no quiere que se entere nadie, es todo muy raro, pero se limita a asentir y a abrir la puerta del portal. Pasan los dos juntos, Raquel un poco antes porque Iván le ha dejado paso.
 -¿Y bien?-Pregunta Raquel con curiosidad.
 -Bueno, voy a empezar por el principio, siéntate aquí conmigo- Y justo después de decir eso, se sienta en las escaleras del portal y  da una palmada justo al lado de donde está sentado para indicar que ella se siente a su lado.
 -Pues mira, como sabes ya hace unos tres años que nos conocemos, tu, yo, los demás de la pandilla…
¿Hace tres años que se conocen? Vale que desde primero van al mismo instituto y que en septiembre pasarán a cuarto, pero en esos años tan apenas se han dirigido una palabra, aunque a ella le hubiera gustado, pero él en todo ese tiempo ya estuvo con un par de chicas.
 -Y hay alguien que… bueno… no se… 
La cara de Raquel cada vez es más extraña, no entiende lo que quiere decirle, pero quiere saberlo ya.
 -¿Me lo quieres decir ya?
 -Oye, que es difícil. Mmmm, ¿me prometes que no vas a contarlo?
Entonces Raquel nota un brillo especial en sus ojos, un brillo que nunca había percibido en el chico, y comprende que algo le sucede, quiere saberlo, se muere de ganas por saberlo, pero si es algo muy personal no entiende porque quiere contárselo a ella.
 -Claro, no te preocupes. Puedes confiar en mi.- Dice Raquel con una sonrisa tranquilizadora en los labios.
 -Está bien, lo que yo quería decirte, bueno más bien pedirte es que me ayudaras a conquistar a Natalia, la verdad es que me lleva gustando un tiempo y… aún no he conseguido nada, y como tú eres muy amiga suya pues he pensado que… ya sabes, podrías ayudarme.
En ese momento Raquel siente un dolor en el pecho, como si le estuvieran clavando un millón de espadas a la vez, no lo entiende, no quiere entenderlo, el chico al que ama le está pidiendo que le ayude a salir con su mejor amiga, Raquel se siente débil, sin fuerza, quiere echarse a llorar, no puede creerse lo que acaba de oír, pero tiene que fingir indiferencia, lo estropearía todo si Iván le viera llorar, o si simplemente notara su tristeza. Pero no sabe que decir, se ha quedado sin palabras, ¿qué puede hacer?, ¿le ayuda?, pero eso sería demasiado doloroso para ella, ya lo era cuando le veía salir con otras chicas, y si ahora le viera con Natalia seria mucho peor, pero si no le ayuda seguramente él se enfadaría con ella, y eso tampoco lo soportaría.
 -Y bien, ¿vas a ayudarme?
Raquel no puede más necesita decirle todo lo que siente, que le encanta su sonrisa perfecta, sus ojos grises cristalinos, su pelo despeinado y su carácter informal, quiere decírselo, pero se reprime, por mucho dolor que le esté provocando.
 -Eeeeee, claro, si me disculpas tengo que irme. Adiós.- Y sin ni siquiera fuerzas para fingir una leve sonrisa Raquel abre la puerta del ascensor, marca el segundo y cierra la puerta. Cuando las puestas se cierran se desploma, se sienta en el suelo con la cabeza entre las rodillas y empieza a llorar, a llorar como una niña de tres años a la que le han quitado su caramelo, pero ella todavía no sabe todo lo que va a tener que sufrir por aquel chico que aún no a empezado a hacerle daño.
Al llegar a su piso se levanta desganada, con los ojos rojos y llorosos que le impiden ver nítidamente. Abre la puerta de su casa, la que lleva una letra C encima. No hay nadie, su padre trabaja la mayor parte del tiempo para poder mantener a sus dos hijos, apenas pasa tiempo en casa y Raquel tiene que ayudarle con muchas tareas del hogar, luego tendrá que ir a buscar a su hermano Alejandro al colegio, que tan solo tiene 6 años. Desde que nació Alex tan apenas ve a su madre, un par de meses después de que naciera esta les abandonó y se traslado a otra ciudad, Raquel lo lleva bastante bien, pero a veces se desploma porque le echa de menos, ahora mismo le vendrían muy bien sus consejos. Nada más entrar cierra la puerta, corre a su cuarto y se tira a la cama cayendo bocabajo, y entonces ya lo suelta todo, se desahoga, como tantas veces lo ha hecho en ese mismo lugar, llora desconsoladamente durante media hora, después se dirige a la cocina y ve una nota encima de la mesa: Raquel cariño hoy llegaré más tarde, sobre las 10, tienes una pizza en el horno para cenar y unos raviolis ya preparados en la nevera. Te quiere papá. Cuando termina de leer la nota que su padre le ha dejado la arruga y la tira a la basura, acto seguido abre la nevera, y coge los raviolis, no piensa comérselos, no tiene ganas de nada, solo quiere quedarse toda la tarde encerrada en casa, aunque eso no será posible porque ya son las cuatro y media y tiene que ir a buscar a su hermano.
Sale de casa a paso ligero, no le apetece cruzarse con nadie, pero el destino es caprichoso, y justo al cruzar la calle se choca contra Sandra, que va acompañada por Natalia y por su hermano Alex.
 -¡Ey! Chica, mira por donde vas. Que casi me aplastas jajaja- Dice Natalia gesticulando demasiado.
 -Perdón iba muy concentrada- Responde Raquel muy seca.
 -Hemos ido a buscar a tu hermano, ¡A que somos muy majas!- Exclama Natalia zarandeando a Alex de un lado a otro.
 -Gracias, bueno, nos vamos a casa-
Y sin decir nada más Raquel le indica a su hermano que le acompañe y se da la vuelta.
 -EEEE, ¿adonde te crees que vas?- Comenta indignada Natalia.
 -A mi casa con mi hermano.
 -No, no, no, el trato era que le íbamos a buscar nosotras y luego pasábamos la tarde juntas en tu casa.- Y Natalia concluye la frase con una sonrisa.
La actitud de Natalia está empezando a mosquear a Raquel, es a la última persona a la que le apetece ver ahora, y no es que se haya enfadado con ella, porque no tiene la culpa, pero la herida es demasiado reciente.
 -No recuerdo haber acordado eso.-Responde Raquel tan seca como ha estado en toda la conversación.
 -Oye Raquel, ¿estás bien? Te noto rara.- Interviene Sandra por primera vez en la conversación ya que ha notado la sequedad en las palabras de su amiga.
 -Si, tan solo estoy un poco cansada, si no os importa prefiero pasar la tarde sola.- Y entonces se da la vuelta definitivamente y empieza a caminar hacia casa acompañada por su hermano menor.

Desde mi ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora