Un alma perdida

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Jejejeje sorry por demorarme tanto en escribir y gracias a mis amigas que me hicieron recordar que debo terminar la historia. Gracias por leer si les gusta PORFA recomiendenla la nove :D Los quiero

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¡Por favor! ¡Por favor!

Los gritos se escuchaban cercanos pero a la vez eran distantes. Eran lo único que sonaba dentro de mi mente. La voz era grave, desesperada; familiar.

¡Suéltenme! ¡Es imposible! ¡Entiendanlo! 

Se apagó de golpe. Un grito sordo, un gemido y silencio. Mis ojos se resistian ha abrirse aunque quería ver lo que pasaba. Luego de un rato dejé de intentar algo que parecía imposible; despertar. Tal vez los gritos eran mios. Tal vez era a mí a la que estaban torturando y tal vez yo fui la que se quedó en silencio. Trataba de recordar lo que había pasado antes de la oscuridad pero solo veía un gran vacío. Me deje ir. Vi un espacio tatalmente blanco y me vi a mi volviendome parte de él. Cada parte de mí se teñía de blanco y... unos grandes ojos marrones estaban encima mío, observandome con curiosidad. 

- Pensé que no despertarías -la voz era grave y fuerte pero trataba de sonar lo más dulce posible. En serio sonaba preocupado. Abrí la boca para hablar pero simplemente las palabras no salieron, él se dió cuenta- No digas nada, soy yo él que tiene que hablar -sus pupilas se agrandaron y me miraron con la misma dulzura que hace un mes antes de la prueba- Te...

Y jamás supe que quiso decir porque apenas la puerta de la pequeña habitación en la que estaba se abrió, él se alejó rapidamente y volvió a tener el mismo rostro frío como cuando me secuestró.

- ¡Ah! Que grata sorpresa. Haz despertado -Aunque había visto a esa pequeña mujer hablar antes nunca había usado un tono tan seco conmigo- Creí que a Masiov se le había pasado la mano con la cantidad de droga que usó- dijo dandole una mirada complice al chico pero él siguió mirando a la nada.

Nunca la había visto con ropa así. Mamá siempre había dicho que prefería los vestidos porque la hacían ver más jove y femenina pero en ese momento era todo lo opuesto. Llevaba una blusa negra con unos jeans azules de boca ancha y unos botines negros. Su cabello rubio estaba amarrado en un moño alto y su cara estaba lavada. Sus ojeras estaban marcadas y sus arrugas más profundas. No se parecía en nada a la joven madre preocupada que había ido a visitarme al hospital. 

La mujer comenzó a caminar hacía la cama donde yo estaba echada. La rabia se encendía en mi interior. La causa de todos mis problemas era mi propia madre. Tenía un gran deseo de ahorcarla y vengar la muerte de mi padre y mi abuela. Pero a la vez, era mamá; la mujer que siempre había estado ahí para mí en las buenas y las malas. Traté de levantarme.

-Ni lo intentes -dijo sonriendo. Mis dos muñecas estaban atrapadas contra la cama con unos brazaletes de metal- Yo decido si te mueves o no -me guiñó el ojo- Así que si quieres que te suelte mejor portate bien.

Estaba sin palabras. La miré inexpresiva. Al ver que yo no decía nada, se volvió y salió por la puerta de vidrio de la pequeña habitación. Masiov seguía perdido en su pensamientos, mirando al suelo pero un minuto después que mamá se fue él la siguió.

Me quedé sola en la pequeña y fría habitación de un lugar que desconozco. Las paredes y el suelo eran de cemento, totalmente grises. Lo único que resaltaba era la puerta de vidrio transparente por el que se podía ver un largo corredor. Yo estaba echada en un duro colchón con esposas en las maños y los pies que me apretaban cortandome la circulación. Llevaba puesto un camisón blanco igual al que tenía en el hospital. Sentí como un deja-vu. Me había pasado exactamente lo mismo en el hospital. Desperté sin saber donde estaba, que me había pasado y que pasaría después. La única diferencia era que esta vez yo sabía que esto terminaría mal.

La puerta se abrió y un pequeño hombre entró. Parecía un doctor; llevaba una bata blanca y sostenía una jeringa en la mano. Se acercó a mi y sin previo aviso clavo la aguja en mi piel. Sentí como un espeso liquido corría por mis venas y me hacía temblar. Sin pensarlo, grité. Al hombre no pareció importarle porque apenas sacó la aguja se fue.

Tiré lo más fuerte que pude de las esposas que me sujetaban pero lo único que logré fue que sangraran mis muñecas. El dolor hizo que gritara de nuevo. No estoy segura que paso pero luego de unos segundos gritando mi voz se apagó y una voz desconocida tomó su lugar. No, no era una voz; eran ruidos. Unos sonidos que jamás había escuchado pero que trataban que yo los entendiera. Me concentré los ruidos y lo que escuché me heló la sangre. Arissa, Arissa. Debes venir, te estamos esperando. Si no vienes pronto iremos a buscarte a recuperar lo que es nuestro. Arissa, Arissa. Iremos por ti.

El sudor caía por mi cara, el corazón me golpeaba el pecho y mis ojos estaban abiertos como faros. Esperaba ver al dueño de esa voz pero lo único que vi fue el oscuro techo de mi pequeña habitación. Sentí una mano agarrandome suavemente por el antebrazo. Giré la cabeza y me encontré con la persona que menos esperaba. El Dr Flucious.

- ¿Estoy muerta? -pregunté con voz temblorosa.

- No, no lo estás -su voz apenas se escuchaba y sonaba distante. El Dr Flucious era viejo pero en ese momento se le veía a punto de morir. Las ojeras le cubrían los pómulos caídos. Las arrugas estaban más marcadas como talladas en su piel. Los labios totalmente secos y rojos. Y lo peor, dos largos cortes que le dividían la frente.

- ¿Qué...qué...le pasó? -apenas pude hablar. Verlo así me partía el corazón. Ernst y yo habíamos descubierto que las cartas amenzante que el Dr y yo  habíamos recibido habían sido enviadas por la misma persona, mi mamá, pero aun asi no me esperba que él estuviera ahí.

- No le soy útil. Van a matarme hoy por la tarde.

- ¿De qué habla?

- Bueno, Elisa me trajo aqui pensando que podria creer humanos invencibles pero no es posible y ella no quiere entenderlo -Al ver que yo seguía sin entender siguió hablando- ¿Te acuerdas de la CRIP? -yo asentí- La cree para estimular las células de regeneración de tejidos y así poder reconstruir cualquier parte del cuepo. Pero Elisa no quiere una máquina. Quiere un suero que pueda inyactarse a ella y a su ejército. Así, si algo los hiere podrían curarse en minutos.

- Serían invencibles -mi voz sonó desesperanzada.

- Sí, pero tranquila no es posible. O al menos yo no lo he logrado.

-Hubo un largo silencio- Es mi madre.

- ¿Qué? -preguntó confundido.

- Elisa. Es mi madre -Los ojos del Dr se abrieron lo más que pudieron de la impresión pero luego su expresión cambió a ser lastimosa.

- Lo siento.

- Yo también. 

La puerta de vidrio se abrió de golpe y un joven apareció. Era alto, fuerte y tenía una mirada fría. Caminó hacia la cama y abrió las esposas de mis muñecas y tobillos dejandome libre. Flucious estaba igual de sorprendido que yo. Vamos, dijo el chico con un tono de voz que sonaba como dando ordenes. Me senté en la cama. Todo mi cuerpo estaba adolorido y me dolía hacer cualquier tipo de movimiento. Al ver que yo no podía ni pararme, el chico me cogió por la cintura y me tiró en su hombro. No grité ni me molesté. A donde fuera que me llevara sería mejor que estar ahí en esa horrible habitación esposada a la cama. Incluso si me llevara a que me mataran. El Dr nos seguía a paso lento y pesado mirando al piso. Aunque me estaba cargando, el chico caminaba casi corriendo por los oscuros pasillos de ese lugar. Levanté el rostro; el Dr ya no estaba.

Luego de unos minutos llegamos a una enorme laboratorio o algo así. Habían mesas llenas de tubos de ensayo y aparatos científicos que jamás había visto. A un lado habían dos camillas de hospital con monitores de ritmo cardiaco. En el medio se encontraban cinco sillones formando un circulo y flotando encima de ellos habían cinco cascos conectados a unos cables de colores que corrían por el piso del laboratorio. Al fondo estaba una gran pantalla con un mapa de Nuvolio. Y al frente del gran monitor había una persona. La postura firme y segura. Los brazos fuertes que muchas veces me habían abrazado. Las piernas largas que podían correr kilómetros sin cansarse. Y por último los ojos verdes. Esos ojos que alguna vez me habían dado seguridad. Era inconfundible. Era Gron.

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2014 ⏰

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