Encuentro inesperado

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Una ola me empujó a unos metros de donde me estaba escondiendo. Felizmente no me ahogó. ¿Qué paso? Yo estaba en un río (o algo así), era imposible que hubiera olas; o por lo menos, eso no era normal. Cuando logré salir a flote voltee a mirar lo que había sucedido. A tan solo unos metros de mí estaba el Gúlox. Muerto.

-       ¿Estás bien?

-       Pensé que estaba sola aquí – pensé en voz alta.

-    Al menos que yo sea un fantasma o una alucinación no creo que estés sola – se río – vamos, te ayudo a salir de ahí.

Sus manos era grandes y sus brazos fuertes. Me hacía sentir segura. Me ayudó a salir del río.

-       Ah, ten –se quitó su casaca– cúbrete, debes tener frío por estar en el río.

-    Aunque no lo creas, no tengo frío porque la sangre era caliente –respondí algo insegura mientras recibía la casaca y me la ponía- pero igual gracias.

Me miró algo traumado por lo que yo acababa de decir pero pronto se le pasó. Caminamos en silencio unos cuantos metros bosque adentro.

-       Me llamo Gron Fitzkof – dijo con una sonrisa en su rostro, tratando de romper el silencio.

Gron. Nunca había escuchado ese nombre. Me parece que le cae bien. Él parece ser un chico fuerte igual que su nombre.

-       Arissa –respondí aún un poco temerosa– Arissa Okivherot –dije con un poco más de confianza.

-       Arissa –pronunció lentamente como saboreando cada letra- me gusta tu nombre, nunca lo había escuchado.

-       Yo tampoco había escuchado el tuyo.

Sin pensarlo se me escapó una sonrisa. Él era tan simpático. Y además, muy guapo. Su cabello era muy corto y apenas se podía notar que era rubio. Su piel era muy pálida y por eso resaltaban mucho sus ojos. Me recordaban a los ojos de mi padre. Se podría decir que eran iguales porque me transmitían el mismo sentimiento, seguridad. Era muy alto, de seguro medía dos metros y de contextura normal. Me parecía el hombre perfecto. Arissa, no te puedes enamorar de alguien que ni si quiera conoces.

De tanto pensar en sus ojos y su bella sonrisa me había olvidado de preguntarle algo muy importante; como había matado al Gúlox.

-       Una pregunta, ¿Cómo lo mataste? –pregunté con un tono un poco odioso- Es decir no creo que sea imposible. Quiero decir, no es que crea que no eres capaz de matar una bestia de muchas toneladas. Perdón, no me quise expresar así –estaba muy nerviosa, estar frente a él me ponía así- ¡erg!

-       Jajá tranquila, no muerdo.

Eso es a lo que me refiero. Él es increíble y me hace sentir bien y yo soy una estúpida que hace comentarios tontos.

-       Olvídalo –estaba resignada.

-  No. Te explico. Pero hay que sentarnos. –señaló dos piedras grandes- Lo que sucede es que mi padre es un biólogo especializado en creaturas extraterrestres. Cuando era pequeño, yo leia sus libros y uno de ellos hablaba sobre estas creaturas. Leí que ellos tienen un punto débil en el medio de la nuca y que un golpe ahí podía ser mortal. Cuando escuché los gemidos del Gúlox supuse que alguien estaba siendo atacado así que seguí los ruidos y llegué al río. Al ver a la creatura no dude en matarla. Cogí una piedra del camino y la lancé con todas mis fuerzas hacia su punto débil. Realmente no creí que acertaría pero si hubiera fallado tu no estarías aquí conmigo; y esos sería una pena.

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