Un juego muy pesado

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La semana entera transcurrió de lo más lenta e inagotable posible. Fue la peor semana que pude haber tenido. Lía me seguía a todas partes, llegó a los extremos cuando la descubría a la mañana siguiente esperándome una calle delante de mi casa para irnos juntos a la escuela. Ahora era yo el que estaba tratando de huir de ella, pero sin éxito. Varias veces traté de esconderme entre los alumnos como ella solía hacer conmigo, pero siempre lograba dar con mi paradero. El único sitio donde era casi libre de ella era en el baño y algunas veces en la cafetería.

Días después de que empezó todo eso; por la tarde, de camino a casa, ella me sujetó de la mano y entrelazó sus dedos con los míos. Traté de que me soltara, pero en cuanto más me movía ella se aferraba más a mi mano.

-¿Qué demonios te sucede? Suéltame.

-Están cerca. Así que finge que estás feliz. Si no, lo complicarás todo. –Dijo con una sonrisa falsa.

Al principio no entendí en absoluto lo que me dijo. Después de echar varios vistazos, me percaté de varios sujetos con gabardina dispersos por toda la calle mezclándose entre la gente, conté como unos seis. Lo que me inquietó fue que todos, o al menos los que alcancé a ver, estaban observándome.

No me soltó la mano hasta que llegamos a mi casa. Al ver que me encerré, se marchó enseguida.

Ya van casi dos semanas enteras en las que me acompaña a casa. Unos días solo se marcha, en otros, se atrevía a pasar y platicaba con mi hermana de una manera tan amable que me asustaba. No era la misma conmigo que con mi hermana. Al parecer tenía distintos caracteres para cada persona.

El viernes antes de salir, me armé de valor para deshacerme de ella. Ya estaba llegando muy lejos con su estúpida broma de asesina.

-¿Tienes que seguirme a todas partes? Estamos dentro de la escuela.- Dije volteando a ella -. No creo que "ellos" estén por aquí.

-Quizá tengas razón –Dijo con su típica mirada furtiva. –Pero sé que hay otros que pueden informarles. Ahora no quiero arriesgarme a que te vean solo y sin mi compañía.

-¿Qué tienes que ver con ellos? –Reprimí un grito – Esto ya me está hartando. Llevamos casi dos semanas con esto. Aún no entiendo lo que pasa.

Miró alrededor sin prestarme atención. Después de segundos me tomó por el brazo y me arrastro hasta el salón, que por desgracia a ella también le tocaba la misma clase.

Durante esos días me percaté de algo en particular en ella. Cada vez que algo le molestaba apretaba sus puños y metía las manos en los bolsillos de su chamarra o en los jeans. Unos chicos nos miraban y hacían comentarios, y eso le enojaba. Otros se atrevían a preguntarnos si éramos novios, y eso le molestaba.

El fin de semana no fue muy distinto a los demás días. Parecía que me tenía vigilado a todas horas. No sabía si sus padres estaban de acuerdo con que ella estuviera todo el tiempo fuera de casa.

El sábado, pensando que ya era libre de ella, decidí ir a caminar un rato. Salí a un parque que estaba cerca de mi casa, muy distinto al pequeño bosque con el que comenzó todo este lío. Caminaba solo para distraerme, pero un tirón en mi brazo me hizo reaccionar de inmediato, bajé la mirada y Lía estaba sujeta a mí; caminamos un rato así en silencio, ella agarrada de mi brazo y con su mirada fija al frente.

-¿También los fin de semana? ¿Cuándo podré estar a solo?

-Bueno, ahora me entiendes. –Dijo sarcásticamente y me sonrojé al entender su comentario.

-No podemos seguir así. Te estás tomando muy en serio tu pequeña broma.

-Jamás he dicho que es una broma. Si te descuido y ellos te agarran; durarás como una o dos horas con vida, y si se quieren divertir, quizá tres horas.

Ángeles robadosWhere stories live. Discover now