Me tomó toda la tarde llegar a calles conocidas. Empezada la noche estaba a solo unas cuantas calles de llegar a mi casa, pero la sensación de que estaba siendo vigilado no había desaparecido. Me pasé el callejón y me di toda la vuelta para llegar a la calle que daba a mi casa, pero justo antes de doblar, un brazo que salió de la oscuridad me rodeó por el cuello y otra mano me tapó la boca. Me sobresalté instantáneamente y empecé a forcejear, pero mi fuerza resultaba inmune a la suya. Traté de darle al hombre en las costillas con los codos, pero me fue imposible; el hombre parecía esquivar todos mis golpes, traté de darle en la cabeza con los puños, pero no la encontré, solo rocé con algo suave, algo que no pude explicarme, algo que tenía la textura de algodón o... una pluma.
El hombre me arrastró por toda la banqueta hasta introducirme al callejón, me dejó caer en el lado donde había un poco de luz, y él se escondió en el lado de las sombras.
-¿Qué demonios quieres? –Dije acelerado en cuanto recupere el aliento.
-Será mejor que no los invoques- Dijo el hombre con voz ronca pero irónica.
-Sí, claro –dije con sarcasmo –Ya estás aquí. – Me puse de pie y escruté en la oscuridad hasta que di con su sombra, alta y recia.
-Lo era.
-¿Eras qué?
-Uno de ellos, pero hace algunas décadas dejé de serlo, es más, ni siquiera fui un demonio... Pero eso no te interesa.
¿Entonces que era?
-¿Y qué es lo que quieres? -Pregunté desorientado.
-Hablar de Lía... eso es lo que quiero.
-Lamento decepcionarte hombre-misterioso; pero por el momento, no me interesa hablar de ella. –Mentí.
La curiosidad me mataba ¿Por qué quiere hablar de Lía? ¿Y para qué?
-Eso no me importa. –Dijo con voz resonante. Empezó a acercarse hasta quedar al ras de la línea invisible que separaba la luz de la oscuridad.
Y entonces pude verlo.
Un hombre de casi treinta años, más alto que yo, recio e imponente; con facciones definidas, rígidas en aquel momento, y aquello contrastado con su cabello oscuro y sus ojos azules, hacían que su mirada hacia mí fuera de lo más letal; a su lado me sentía un alfeñique.
Tragué saliva y contuve mis nervios, quise correr, pero las piernas no me respondían.
-Y entonces –me aclaré la garganta para que no sonara aterrado. -¿Qué quieres saber de ella?
-Nada, lo sé todo de ella... -Rió. –No es cierto, solo una cosa: ¿Qué vio en ti? No eres más que un niño débil. Ha tenido a muchos hombres mejores que tú a su disposición pero todos terminaron muertos.
Bueno, eso no sirvió de mucho para tranquilizarme.
-Y...y...y ¿De qué quieres hablar?
Por más que intentaba, no lograba tranquilizarme, mi corazón estaba a mil por hora. Estaba totalmente rígido, sin mover un solo musculo, sentía que si me movía, él acabaría conmigo.
-Solo una cosa de lo más sencilla: no te metas en problemas y si es necesario, quédate todos los días en tu casa.
-¿Y eso que tiene que ver con Lía?
-Que ella te quiere salvar, aunque eso le cueste la vida, y no estoy dispuesto a perderla por un mundano idiota como tú.
-¿Qué?...Y ¿Cómo sabes eso? ¿Has hablado con ella?
-Eso quisiera; pero no, no puedo hablarle. La he vigilado desde hace algunos años y no le he perdido la pista, y por eso sé lo que trama y tú debes impedirlo.
Recuperé parte de mi aliento y dije:
-No es por decirte tonto, pero por si no has vigilado bien, ella se mantiene alejado de mí.
-Porque está buscando una solución a tú problema... ella no está dispuesta a perderte, y eso me irrita. Pero no puedo impedírselo en estos momentos, si me acerco a ella, ellos acabarían conmigo y Lía jamás encontrará lo que ha estado buscando durante años.
-Escucha, lamento decirte esto, pero el débil soy yo y no ella, y no creo que sirva de mucho si trato de impedirle algo a esa chica tan terca. Pero eso ya debes de saberlo...
Me callé de inmediato. El hombre apretó los puños y todo su cuerpo se tensó, temí que me golpeara, sus ojos echaban chispas, pero por más enojado que estuviera, no presentó ningún cambio, no como los de Lía cuando peleó con esos demonios... entonces no es un demonio.
-Y ¿Por qué debo confiar en ti? ¿Y si es una trampa para acabar con los dos? ¿Dime tu nombre? –Exigí.
El hombre no apartó la vista de mí, parecía analizar la situación y luego contestó:
-Cole, así me llaman... y no es ninguna trampa –Su voz seguía grave. –Lo único que quiero es el bienestar de Lía, pero tú lo complicaste todo.
Su nombre resonó en mi cabeza, en alguna parte había escuchado ese nombre, pero por más que me devané el cerebro no logré recordar. Fue frustrante.
-El bienestar de Lía –Me burlé. –Ella no lo necesita... los demonios no lo necesitan...
De un momento a otro, Cole se abalanzó sobre mí y colocó su antebrazo en mi cuello impidiendo que el aire llegara a mis pulmones. En pocos segundos sentí que la cabeza iba a estallarme y pensé que moriría.
-No-vuelvas-a-repetirlo – Arrastró la voz.
No pude contestarle, estaba perdiendo la conciencia y todo se estaba poniendo negro a mí alrededor hasta que solo quedó el rostro enfurecido de Cole.
Me soltó y caí sentado, me recargué en la pared tomando grandes bocanadas de aire, la sangré volvía a circular en mi cabeza y todo estaba volviendo a la normalidad.
-Ella jamás ha sido como ellos. –Dijo agachándose frente a mí -. Que te quede bien claro.
Se incorporó y estaba a punto de marcharse, cuando lo detuve.
-Entonces –dije con dificultad - ¿Qué es?
Cole me miró y esbozó una leve sonrisa.
-Ella es... lo que yo soy.
Sin más, dio media vuelta y caminó sin voltear la mirada. Pero un bulto fue lo que me dejó la sangre helada, un bulto en su espalda, lo que había golpeado hace unos momentos cuando traté de golpearle la cabeza, algo que no pude distinguir hasta que se elevó por los aires... ¡¡¡Alas!!! ¡¡Cole tenía alas!! Lo observé aletear, tenía unas alas grises y desaliñadas, se extendían a lo largo aleteando... luego desapareció entre la oscuridad. Me quedé sentado con la respiración agitada. La imagen de Cole desplegando sus alas se repetía una y otra en mi cabeza, eso significaba solo una cosa, que él era un ángel. Pero tan rápido como me apareció esa idea, se fue. Cole no podía ser un ángel, por que de ser así, Lía también lo sería. Pero ella no tenía alas, ella había ido al infierno en ocasiones, ella asesinó a mucha gente, ella no podía ser un ángel.
¿Entonces que son Lía y Cole?
Tardé varios minutos en poner de pie y aun así me sentía atontado. Llegué a mi casa casi a gatas, abrí la puerta con la llave y la cerré con mucho cuidado. Abajo, todo estaba oscuro, subí a mi cuarto y en el pasillo escuché la televisión en el cuarto de mis padres, así que no los molesté. Luego pasé por el cuarto de Rachel, y por fin escuché algo diferente, ya no era la habitual película que siempre ponía. Por último pasé a mi cuarto y sin encender la luz, me tumbe en la cama boca arriba y así me quedé por un largo rato, mirando al techo y analizando la nueva situación que se me presenta: Cole quería proteger a Lía. Lía quería protegerme. Yo tenía que protegerla porque Cole prácticamente me lo ordenó. Lía quería saber lo que realmente es. Según Cole, Lía era lo que él era. Cole tenía alas y podría ser un ángel, pero Lía no era un ángel...
Por más que le daba vueltas a cada situación, nada encajaba, aun tenía cosas que averiguar, pero no sabía ni por dónde empezar.
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Ángeles robados
Ficción GeneralMarcus, guiado por su curiosidad y cierta admiración, decide seguir a la chica que siempre se mantiene apartada de los demás, sin saber que esa decisión lo pondrá en medio de una confrontación entre seres que creía ficticios.