Supe desde el principio que me iba a arrepentir.
Lo sabía, pero me dió igual.
Creí que si iba y lo veía, podría ser capaz de aceptarlo.
Pero no.
Todo el trayecto parecía eterno, a pesar de haber sido muy corto.
Salí de mi casa, comencé a caminar y me acordé de las veces que habrás pasado por esa vereda.
No pude evitar aguantar algunas lágrimas, era imposible.
Mi mamá me miró, lo sabía, me dijo que volviéramos. Tuve que hacerle caso, pero no. Seguí.
Me creí fuerte.
Una cuadra adelante, una conocida de mi mamá nos saluda.
Se paró.
Nos miró.
Me observó atentamente.
Mi mamá le dijo.
Sobre una tragedia.
Escuché las palabras "pobre", "que horrible", "no te lo puedo creer".
Pero se me hicieron distantes.
Me sentía en otro mundo, no estaba presente.
La mujer nombró la palabra "compañero".
Y la corregí.
Con un nudo en la garganta a punto de ahogarme.
Con la voz rota.
Con las pocas fuerzas que tenía, la miré y le dije "amigo".
Amigo.
Sabía que si la seguía mirando, me rompía ahí.
Pero tenía que aguantar.
Tomé una respiración profunda que me hizo sentir como si tuviera una piedra en medio de la garganta.
Tenía que calmarme.
Me limpié las lágrimas de la cara. Tenía que ser fuerte.
Y seguimos.
Cruzamos el puente.
Ese puente que crucé tantas veces y en ese momento pareció haberse extendido más de lo normal.
Me costó subir esas escaleras.
Sentía que me faltaba oxígeno.
Mi cuerpo no quería seguir.
Mi mamá me agarró del brazo y me ayudó.
No sé que hubiese sido de mi sin ella.
Llegamos del otro lado.
Fuimos a la parada.
Esperamos.
Esperamos lo que habrán sido diez minutos que parecieron horas.
Y lo dije.
Dije eso que me estaba lastimando desde lo más profundo de mi ser.
Me estaba carcomiendo y necesitaba decirlo.
Hace mucho que quería hablarle, le dije.
Hace mucho que estuve a punto de responderle una historia de instagram porque lo extrañaba.
Pero nunca lo hice.
Y nunca voy a poder hacerlo.
Me miró.
Me dijo que nunca debía quedarme sin hacer algo que quería, porque después podría ser tarde.
Una puñalada.
Una grieta en el pequeño muro de cristal que estaba construyendo contra la realidad.
Eso fue una grieta más.
Y fue una enseñanza.
Me arrepiento tanto que duele.
Llegó el colectivo.
Estaba tan lleno que sentí que me ahogaba antes de subir.
No podía.
Pensé que era una señal de que no debía ir.
La iba a seguir.
Pero llegó otro colectivo.
Más vacío.
Lo miré y comencé a caminar sin pensarlo.
Tenía que ser fuerte, no dejaba de repetirme.
Subí y me senté en el primer asiento que encontré.
Me desconecté de nuevo.
No podía despegar la mirada de la ventana.
Una ventana por la que había visto tantas veces pero nunca, observado.
Observé la noche.
Las luces de los carteles.
La gente caminando, riendo, comprando, comiendo, pensando en quién sabe qué.
Y me pareció injusto.
Me pareció injusto que en un día tan horrible, la noche fuese tan hermosa.
Quise quedarme observando por esa ventana durante toda la vida.
Mientras estaba ahí, me sentí fuera de la realidad.
Quería escapar y eso parecía perfecto para hacerlo.
Pero duró poco.
Mi mamá me llamó.
No quería creerlo.
Me levantó y nos paramos.
Quería salir corriendo.
Quería huir.
Pero bajé.
Miré a mi alrededor.
Me sentía irreal.
Era todo un sueño.
Una pesadilla.
Y estaba bien si seguía, porque tarde o temprano iba a despertar.
Pero nunca pasó.
Mi mamá comenzó a caminar.
Yo también, pero más lento.
Cada vez más lento.
Sabía que estaba por ocurrir.
Crucé la calle.
Iba muy lento.
No podía caminar
Miré el contador que estaba al lado del semáforo.
8
Estaba esperando.
7
Me aferré a que era el momento de despertar.
6
Las luces eran cada vez más brillantes.
5
Seguí caminando.
4
No faltaba nada.
3
¿Por qué todavía seguía ahí?
2
Mi mamá me tomó del hombro y me obligó a subir a la vereda.
1
Nada.
Aún no quería creerlo.
Seguí caminando.
Faltaban metros.
Tenía que ser fuerte.
Sabía que mi vida iba a cambiar.
Estaba tan cerca y lo sentía tan irreal.
Mi mamá me agarró del brazo.
A pesar de sentirla, no podía creer que fuese cierto.
No escuchaba nada.
Hasta que pasó una ambulancia.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que eso me descolocó.
Pasó en cámara lenta.
Comencé a temblar.
Lo imaginé.
Lo ví ahí adentro.
Imaginé como lo llevaban.
Imaginé como lo reanimaban.
Y ví como no servía de nada.
Era imposible hacer algo.
Se me empañó la vista.
Quise obligarme a creer que era un sueño horrible, otra vez.
Pero no sirvió.
Era hora.
Iba a seguir caminando o, mejor dicho, arrastrando los pies.
Pero no había más que seguir.
Estaba ya en el lugar.
"Es acá".
Miré adentro.
No quería.
Pero entré.
Entré y observé el lugar.
Una sala de estar.
Una recepción.
Vacía.
No había nadie.
Y por un instante.
Solo por un instante, creí que tenía razón.
Tenía razón.
Era todo un sueño.
Era una broma.
Se confundieron de persona.
No eras vos.
Estuve a punto de hasta sonreír.
Pero levanté la mirada.
Una pantalla.
Cualquier ápice de esperanza que existía en mi.
Por más mínimo que fuese.
Se extinguió.
Tu nombre estaba en esa pantalla.
No podía dejar de mirarla.
Y no podía permitirme creer que era cierto.
No podía.
Mi mamá siguió mi mirada hacia la pantalla.
Y me miró.
Esa mirada hizo otra grieta.
Esa mirada hablaba.
Esa mirada no decía "todo va a estar bien".
Esa mirada me dijo "tu vida va a cambiar pero yo voy a estar ahí con vos."
Tomé una respiración profunda.
Miré al frente.
Un pasillo.
Fue lo más largo que vi en mi vida.
Y apesar de que mis pies se habían plantado al piso.
Comencé a caminar.
Me costó mucho.
Pero caminé.
Fue una eternidad.
Creí que en cualquier momento me caía y no me levantaba.
Las piernas me temblaban.
Tenía que ser fuerte.
Dos metros.
Había unas chicas afuera.
Dejaron de hablar y me miraron.
Se callaron.
Sentí que estaba a punto de recibir un castigo.
Había una rampa.
La subí.
Cinco pasos más y entraba.
No podía.
Miré a mi mamá.
Me miró.
No podía.
Pero seguí.
Entré.
Gente llorando.
El ambiente era horrible.
El silencio.
Ese día conocí un nuevo silencio.
Un silencio desgarrador.
Ese silencio era asesino.
Levanté la mirada.
Enfrente había otra habitación.
Con personas paradas, formando un círculo.
No.
No.
No.
Por favor.
Jamás recé tanto en mi vida.
Quería creer que era mentira.
Pero no pude más.
Ese escudo que trataba de separarme de la realidad.
Se destruyó.
Cayó y se rompió en mil pedazos.
Sentí como el aire abandonaba mis pulmones.
Mis piernas dejaron de funcionar.
No había nada que me sostuviera.
Temblaba tanto que no podía manterme parada.
Porque te ví.
Te ví.
Te ví y sentí como el mundo se vino abajo.
Sentí como algo se rompió dentro de mi.
Ya no soy la misma persona después de verte.
Me caí.
Pero mi mamá estuvo para sostenerme.
Me acompañó a un sillón.
Y lloré como si no hubiera un mañana.
Rompí el silencio.
Me ahogaba en mis lágrimas.
No podía detenerme.
Quería que te levantarás de ahí.
Quería que me abraces y me digas
"Esta bien, tranquila."
Quería ver tu sonrisa una vez más.
Pero sé que nunca va a pasar de nuevo.
No sé cuánto tiempo pasé ahí.
No sé cuánto tiempo pero creí que jamás acabaría.
Me era imposible levantarme.
Pero aún así.
Después de un rato.
Cuando sentí que ya no podía más.
No podía ni respirar.
Levanté la cabeza.
Todos los que estaban ahí, me miraban.
Sentí sus miradas de dolor.
Compartimos dolor por medio de miradas.
Doblé la cabeza.
Y una chica me estaba mirando.
Dios mío.
Se me rompió más el alma.
Tu hermana.
Son tan iguales que creí que te estaba mirando.
Sentí que te miré por última vez.
Pero solo duró un segundo.
No fui capaz de sostenerle la mirada.
Traté de regularizar mi respiración.
Mi mamá quito su mano de mi espalda y se levantó.
Entró donde estabas.
Y supe bien por qué.
Tenía que ir también.
No sé de dónde saqué las fuerzas.
Pero me levanté.
Mis piernas no funcionaban correctamente.
Nada en mi lo hacía.
Pero tenía que.
Entré.
Pero no te miré.
Miré a mi mamá.
Me miró y me la presentó a ella.
La miré.
Y tu mamá me devolvió la mirada.
Sentí como me lanzaron miles de lanzas al corazón.
Había imaginado ese momento tantas veces.
Había pensado que iba a decir tantas veces.
Pero no dije nada.
No podía hablar.
Tu mamá, con las pocas fuerzas que tenía.
Se comenzó a levantar.
Pero no logró hacerlo por completo.
Porque yo fui la que se acercó.
Me acerqué.
La miré.
Y la abracé.
Aún escucho sus sollozos.
Fue horrible.
Traté de palmearle la espalda.
Pero mi cuerpo no funcionaba.
Se separó.
Yo me levanté.
Y tomé una respiración profunda de nuevo.
Si estiraba la mano hacia atrás.
Te tocaba.
Estabas vos.
Bueno, tu cuerpo.
Pero no pude.
La mujer que estaba a su lado, me miró.
La miré pero no pude.
Salí.
Me senté de nuevo.
Traté de recapacitar en todo lo que había sucedido.
Pero no pude.
Mi mamá se sentó a mi lado.
Tenía los ojos vidriosos.
Y supe perfectamente en lo que estaba pensando.
Me estaba imaginando a mi ahí.
Estaba tratando de imaginar lo que sentía tu mamá.
Pero no pudo.
Ni yo.
Apareció tu otra hermana.
Tu papá.
Son todos tan parecidos.
Un recuerdo vivo tuyo.
Me dolía mirarlos.
No podía.
Necesitaba salir de ahí.
Me dí vuelta y le dije a mi mamá, que por favor me sacara de ahí porque no podía más.
Asintió.
Nos levantamos.
Entró de nuevo.
Iba a saludar.
Pero no pudo.
Se dio la vuelta.
Me estaba por ir.
Pero no pude evitar.
No pude evitar mirar esa madera con tu nombre.
No pude evitar mirar las flores.
No pude evitar mirar el papel que decía "tus hermanas te aman".
No pude evitar mirarte.
Ver como tu papá te acariciaba el pelo.
Escuchar el llano desgarrador de las personas que te rodeaban.
Tu hermana, más que destrozada, junto a tu mamá.
Tu mamá.
Supongo que tu abuela.
Una mujer que no pudo verte más y salió.
Pero yo seguí.
Quería grabar tu cara.
No quiero olvidarla jamás.
Te veías tan tranquilo.
Siempre te la pasabas moviendo de acá para allá.
Era la primera vez que te vi quieto.
Y la última.
Cada segundo que pasaba.
Cada segundo que pasaba me destruía más.
Hasta que mi mamá me agarró del brazo y me sacó.
El camino hacia la salida se hizo rápido.
Aunque yo aún seguía mirándote.
Se sentía tan irreal.
No podía ver nada porque las lágrimas me lo impedían.
Me temblaba todo.
Pero seguí.
Crucé la puerta.
Y me estanqué de nuevo.
Todo lo que había pasado hace instantes me golpeó de repente.
Y no pude evitar empezar a llorar de nuevo.
No podía parar.
Pensé que me caía.
Pero mi salvadora vino de nuevo.
Me abrazó.
No había nada que decir.
No podía respirar.
No podía asimilar lo que había pasado.
No podía entender cómo mi vida había cambiado en horas.Hoy me ví.
Mi amigo quiso animarme.
Me grabó.
Y me ví.
Que hipócrita.
Me ví y sentí como deshonraba tu memoria.
Vos siempre con una sonrisa y yo ahí demacrada.
Perdón.
Pero es que todavía no lo asimilo.
Todavía no asimilo que nunca más te voy a ver.
No asimilo que nunca más voy a verte con el auto.
No asimilo que no voy a poder invitarte a mi cumpleaños.
No asimilo que no vayas a cumplir 18.
No asimilo que no vas a crecer, que no vas a tener hijos, que no vas a seguir viviendo.
No puedo asimilar que ya no estás en este mundo.
Pero tengo que hacerlo.
Te juro que voy a tratar de hacerlo.
Se que voy a hacerlo pero me va a costar demasiado.
Necesito volver a dormir.
Necesito no pensar más.
Necesito asimilar que nunca más me vas a abrazar, empujar o preguntar si estoy bien.Nunca.
Jamás.
Pero agradezco tanto haber coincidido con vos.
Agradezco que hayas repetido de curso.
Porque gracias a eso tuve la gran oportunidad de conocerte.
De quererte.
Y te sigo queriendo.
De conocer a una persona tan fuerte que me enseñó tantas cosas.
Una persona que me marcó mucho y que nunca voy a olvidar.
Siempre fuiste un ángel.
Pero ahora más.
Espero que sigas con esa sonrisa que te caracteriza, amigo.
Ya nos vamos a volver a ver.
Hasta luego.29/05/2017
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save me from myself
RandomMomentos en los que te entra la inspiración y te sale todo el dote artístico, camuflado en mierda. Pensamientos sin sentidos de una mente incoherente sobre una adolescente de 15 años.