******te lo dije

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creo que fui bastante claro cuando te lo dije.
fueron solo unas pocas palabras que resumía todo lo que había que decir.
reuní fuerzas.
reuní valor.
inhale.
y te lo dije.
te lo dije todo.
de piezas a cabeza.
y de cabeza a pies.
absolutamente todo.

y desde antes de decirlo.
cuando lo pensaba.
te imaginaba poniendo la misma cara que pusiste cuando te lo conté.
es que te conozco.
demasiado, me temo.
si, dije me temo. No me interrumpas, ¿okay?
no sé por qué pones esa cara, ahora.
creo que es obvio el por qué temo conocerte.
sos predecible, al fin y al cabo.

un toque, un simple toque y todo cambiará. Lo sé, en lo más profundo de mí ser hay una lamparita apagada, hace años. pero cada vez que me acerco, comienza a titilar. su luz es débil y pálida comparada como era antes. Porque antes, dios le libre. Era preferible observar un eclipse que si quiera mirar por un momento a la pequeña lámpara.
Y no, no estoy exagerando. Entiendo que no me creas porque ahora con el paso del tiempo, se fue cubriendo por una fina capa de suciedad, de errores, de tristezas, de miedos...en si, de polvo.
Pero eso la hacía especial. Y más cuando al momento de titilar, se alumbraba sólo unos pocos segundos tu rostro. Con esa luz grisácea y opaca a punto de extinguirse.
y cada vez aumentaba más y más.
temía que explotara o qué su intensidad sea tal que deslumbre hasta el más pequeño ser que habite alrededor. Cargaba con demasiada culpa ya, no necesitaba agregar más a mi pequeño bolso.
Pero a pesar de eso, nos acercamos más. Más y más. Demasiado.
A pesar de que ambos sabíamos perfectamente cuál sería el desenlace, continuamos. Y no nos importó nada.
Ni si quiera las otras lámparas, las linternas, los reflectores, las luces de colores, todas las luces juntas formando un conjunto de destellos estrambóticos y enceguecedores que nos obligaban a cambiar de rumbo. Eso era lo que querían, desviarnos. Y lo que era peor, por separado.
Querían enviarnos a rutas diferentes, porque nosotros éramos diferentes.
¿O acaso ellos lo eran? Al estar ahí, sumbido en la nada, en un limbo de sentimientos que solo me guiaban hacia adelante, que seguían tu aroma, solo pensé en la cantidad de diferentes destellos que habíamos visto a lo largo del camino. Y fue ahí cuando entendí que ellos son los diferentes.
Los hay rojos, azules, verdes, violetas, todos los colores habidos y por haber, los que aún no se descubrieron y sabes que no son conocidos por ninguna mente humana porque te generan una sensación de innovación y no sabes cómo reaccionar.
Y lo intenté, de verdad.
Lo grité.
Grité todo lo que tenía dentro y lo dije.
Señale a todos y cada uno de los reflectores, de las lámparas, de las linternas y los acusé.
Porque era su culpa, porque no entendía porque lo hacían.
Y aún no lo entiendo.
Perdón.
Algunos nos miraban con pena, otros con asco, otros eran muy pequeños para entender qué estaba sucediendo y otros simplemente miraban. Pero yo, en cambio, los observé. Los observé en busca de humanidad y lamento decirte que no la encontré.
Al fin y al cabo todos sabíamos cómo íbamos a terminar.
Siempre lo supimos.
Sabíamos que iban a arrastrarnos y en frente de todos.
Porque la gracia estaba en eso, en mostrar al mundo que dos lámparas opacas no pueden estar juntas. ¿Qué sentido tenía?
Daba igual la reflexión, daba igual lo que sea que hice, lo que sea que hiciste. Porque en el momento en que te fuiste, me apagué.
Me apagué por completo.
Soy una luz que ilumina con oscuridad.
Era tanta oscuridad que temía formar parte de ella, temía que me consumiera, que me tragara para nunca más volver. Aunque qué sentido tiene volver si solo voy a estar aquí, alumbrando al exterior cuando entre mi interior no hay nada más que oscuridad y un vacío más profundo que un hoyo negro.
Al fin y al cabo, ese era mi destino.
Ser una luz. Porque nací luz y no podía estar con otra luz. Eso no tiene sentido.
¿Qué sentido? Me pregunto.
¿Quién lo implora? Una tal luz suprema me responden.
Sigo esperando que baje para que hable conmigo. Pero no hay nada ni nadie.
Se supone que debía dar un toque pero no pude evitarlo.
Y me sumergí.
Y sigo acá, pero soy diferente.
Ahora soy más oscuro y mi luz ni siquiera parpadea.
¿Qué sentido tiene?
Lo mismo que iluminarle el mundo a un ser que carezca de visión.
Al fin y al cabo solo queda la nada.
La nada misma.
Y todo a la vez.

save me from myselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora