Capítulo 2: Un día fue amor

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“Tenemos en nuestras manos los medios para poner fin a nuestras penas “


Era una mañana hermosa, con un cielo despejado de tonalidad azul tan mágicamente radiante que no podías hacer otra cosa que no fuera admirarlo. Sencillamente un día perfecto para Naruto, quien se encontraba en el comedor de la mansión Namikaze con sus padres dándole mil y una felicitaciones por su cumpleaños número quince. Se sentía dichoso y completamente feliz, ya que por ser un día especial habían organizado una reunión en su honor para celebrar. Evidentemente, entre los varios invitados se encontraba Sasuke, la persona que más deseaba ver en ese momento.

Desde siempre el moreno era, fue y será la imagen perfecta de su príncipe azul, aquel que siempre le sacaba de un apuro. Aquel de quien se había enamorado con locura desde que tenía diez años, tal vez desde antes, pero simplemente no lo sabía o tan solo lo ignoraba. Le amaba visceralmente, pero la brecha tan enorme que existía entre sus edades era un gran impedimento para que pudieran estar juntos. ¿Por qué era tan difícil estar al lado de la persona que más amaba? Era una pregunta que se hacía continuamente, ya que no se vería bien que él a sus quince años estuviera con un hombre de veintitrés. Era inaceptable para la sociedad, sobre todo por la posición económica a la que pertenecían, ya que los cuchicheos y rumores –siempre falsos- los acechaban.

Naruto amaba más que a nada en el mundo a Sasuke, era su todo y estaba “casi” seguro que este le amaba tanto como él, quería permanecer siempre a su lado para convivir, reír, viajar y disfrutar la vida amándolo de manera dulce, apasionada y sincera. Pero el hecho de que tal vez nunca lo pueda hacer le llenaba de angustia, formando una fuerte opresión en su pecho que empezaba a consumirlo. No quería pensar en eso pero era inevitable.

Alguien tan atractivo, encantador, varonil y atento como lo era Sasuke seguramente tendría una lista casi interminable de pretendientes, que tal vez eran poseedores de una belleza exquisita, grandes estudios, modales intachables, y elegancia cautivante, en cambio Naruto sentía que no podía ofrecerle realmente nada a Sasuke, es decir: nunca fue de los mejores en los estudios, no era hermoso y sus modales daban mucho de qué hablar.

Decir que estaba abatido era poco pese a ser un gran día, pero al menos por ahora lo dejaría pasar, no le daría importancia, ya que había un asunto que le intrigo y preocupó a la vez y es que sus padres tenían algo muy importante que decirle, lo cual sería después del almuerzo. Su estómago le dolía de los nervios al creer que no sería nada bueno por la expresión tan seria de Minato. Era su cumpleaños, tan solo esperaba que no le llenaran de malas noticias siendo un día importante.

Y ahí estaba, en el despacho de su padre con las ideas haciendo mella en su cabeza y los nervios a flor de piel al tener a sus progenitores de pie frente a él, con la expresión más seria que poseían.

—Naruto hijo… —rompió el silencio Kushina, mientras suavizaba su semblante, dedicándole una mirada de comprensión a su pequeño—. Sabes bien que en nuestra familia desde hace ya varias generaciones se acostumbra arreglar el matrimonio de nuestros hijos a conveniencia de ambas familia ¿verdad?

El rubio asintió temeroso, realmente no creía que a él también lo fueran a comprometer con un completo desconocido a quien no conocía ni amaba, su corazón ya tenía dueño. ¿Así que por qué tenían que escoger justamente ese día para decírselo? Ya había planeado confesarle sus sentimientos a Sasuke, no le importaba ser rechazado, al menos así sabría que lo intentó y se quitaría la duda de si era correspondido.

—Naru, hoy anunciaremos formalmente tu compromiso como nos dicta la antigua tradición Namikaze —anunció seriamente su padre, con un brillo inusual en su mirada—. De tal manera que cuando cumplas la mayoría de edad contraerán matrimonio.

Un doncel y una bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora