Prólogo

50.2K 1K 154
                                        

Elizabeth volvía cansada a su casa después de un largo día en el trabajo. Sus pacientes le daban poco minutos libres los cuales los ocupaba para analizar todos los casos que le llegaban al consultorio, pero no se arrepentía de nada, amaba la profesión que había elegido, saber que había ayudado a alguien con problemas a encontrar un poco de luz la reconfortaba siempre cuando se sentía agotada.

Al llegar a su casa advierte que le está esperando un paquete en la puerta, extrañada lo levanta y observa que tenía por remitente a su mejor amigo Ángel. Se preguntaba que le podría haber mandado, quizás fuera algún regalo, algo para saber que el siempre estaría presente mas allá de que se encontraban a kilómetros de distancia y no se veían desde hace un año.

Elizabeth mentiría si dijera que no extrañaba a Ángel, él era su mejor amigo desde los 10 años cuando él fue el único que le habló al ingresar al colegio. Todos sus compañeros la trataban mal por su aspecto pero Ángel nunca lo hizo, el se mostró amigable desde el principio y por eso se convirtió en el mejor amigo que tenía, desde esa primera vez que se vieron se convirtieron en inseparables, salvo ese año en el que ella se había mudado a otra ciudad por cuestiones laborales, esa fue la primera vez en diecisiete años de amistad que se habían separado por tanto tiempo y si bien seguían en contacto por medio de las redes sociales, para Elizabeth no era lo mismo que tenerlo cerca, ya que cuando se encontraba triste o superada por sus problemas solo le hacía falta el abrazo de su amigo para sentirse mejor, ahora solo se tenía que conformar con una video llamada que no era lo mismo que tenerlo a su lado.

La verdad es que ella quería muchísimo a Ángel, era la persona más importante en su vida. Cada día que pasaba lo extrañaba más, pero bueno solo era cuestión de acostumbrarse a estar sin su fiel apoyo.

Abrió el paquete esperando algún regalo típico de su amigo, un portarretratos con una foto de ambos, un libro o un perfume, pero no se encontró con nada de lo que se imaginaba, dentro de la caja se encontraban una gran cantidad de cartas, 17 para ser exactos. Pero lo que más le llamo la atención a Elizabeth fue la pequeña nota que encontró por encima de todas aquellas cartas. La cual decía

Lizi:

Estas cartas te las escribí todos los días durante este último año, allí encontrarás plasmado todo lo que siento por ti. Esta es mi forma de confesarte todo lo que me vengo callando desde hace diecisiete años.

Con cariño Ángel”

Elizabeth al principio no comprendió que quería decir con aquella carta, pero pronto cayó en la cuenta sobre el significado que tenía. No podía creerlo, ¿su mejor amigo enamorado de ella?, no podría ser verdad, ellos no eran más que amigos, ella lo veía como un hermano. No albergaba ningún sentimiento hacia el salvo el de un gran cariño. Sin leer las cartas Elizabeth llamó a Ángel para aclararle la cuestión. Al segundo tono su amigo atendió

-¡Hola Liz!- dijo su amigo contento

-¿Ángel que es esto que me mandaste?

-¿Lo leíste?- preguntó Ángel, Elizabeth noto un poco de preocupación en su voz

-No hace falta que lo lea Ángel, sabes que es lo que siento por ti, eres mi mejor amigo en el mundo y te quiero muchísimo, pero ese es el único sentimiento que tengo- Elizabeth oyó un suspiro desde el otro lado de la línea.

-Sabía que iba a obtener esa respuesta, pero no quería hacer nada hasta que supieras lo que siento por ti. Sospeché que la nota te iba a hacer entender sobre lo que se trataban las cartas, pero lo mismo quiero que las conserves así tengas un pequeño recuerdo sobre lo que siempre sentí.

-Los siento mucho Ángel, de verdad te quiero mucho, pero no de la forma que a ti te gustaría, pero ¿Seguimos siendo amigos?

Ángel se dio cuenta que Elizabeth no había entendido lo que él quiso decirle, pero prefirió no aclararle nada, ya iba a entender tarde o temprano y lo iba a perdonar, esa era la única esperanza que tenía

-¿Estás ahí Ángel? ¿Estás enojado?

-Ehh, no,  no estoy enojado para nada, de verdad- dijo Ángel procurando mantener un tono de voz normal

-¿Seguimos siendo amigos?

-Siempre

-Te quiero muchísimo, espero que lo sepas.

-Y yo te amo, me tengo que ir adiós.

Y colgó el teléfono antes de oír la contestación de Elizabeth, lo último de la lista ya estaba hecho, le confesó que la amaba y al saber que no era correspondido ya no había nada que trabara sus planes.

Elizabeth quedó preocupada, temía haber perdido a su único mejor amigo, lo notó raro en el teléfono, pero supuso que ya se le iba a pasar. Decidió irse a dormir sin abrir ninguno de los sobres que se encontraban dentro de aquella caja. Planeaba llamarlo al otro día, cuando estuviera más calmado, pero lo que no sabía era que ya no iba a tener ninguna posibilidad de volver a hablar con él.

A la mañana siguiente la despertó el timbre incesante de su teléfono, a regañadientes se levantó de la cama para atender.

-¿Diga?

-¿Elizabeth?- dijo la voz desde el otro lado de la línea

-Si soy yo, ¿Quién habla?

-Soy Carmen, la mamá de Ángel- Elizabeth reconoció la voz de la madre de su mejor amigo, pero noto que se encontraba quebrada, como si estuviera aguantando las lágrimas

-Hola Carmen, ¿Como está?, ¿ocurre algo?

-Veras lo que pasa es que Ángel…

A Elizabeth se le cayó el teléfono de las manos, no podía creer lo que estaba escuchando, no podía ser verdad. Todo era un sueño, nada más que un sueño del que pronto despertaría. Ángel no podía estar muerto, era imposible.

Lagrimas caían por sus mejillas, su mejor amigo ya no estaba, nunca más volvería a escuchar su dulce voz, no volvería a sentir esos abrazos tan reconfortantes, ni sus bromas por teléfono, ni su risa tan contagiosa. Elizabeth se negaba a aceptar la verdad, su amigo nunca la abandonaría, nunca lo haría.

“¿Qué voy a hacer sin él?” se repetía la pregunta en su cabeza, no se podía imaginar un mundo sin su querido Ángel, ese chico que siempre había estado allí para ella, que siempre la había aceptado tal cual era más allá de sus problemas. ¿Cómo iba a seguir adelante sin el apoyo de Ángel? El era la persona más importante que tenía desde que sus padres murieron, el era su ángel guardián como ella siempre le decía y ahora se había convertido en uno real.

Elizabeth tomó el primer avión que la llevo hacia donde se iba a ofrecer el entierro, no podía creer que la primera vez que iría a su hogar luego de un año de ausencia fuera para enterrar a su mejor amigo. Le resultaba imposible de creer. Se quedó en el cementerio hasta que todos se fueron, necesitaba un tiempo a solas para despedirse de aquel amigo que siempre estuvo para ella.

Se arrodillo en su tumba y sin poder contenerse comenzó a llorar como hace mucho que no lo hacía, las lágrimas caían incesantes sobre sus mejillas

-No puedo creer lo que hiciste Ángel, la verdad es que no te entiendo. ¿Por qué tomaste esa decisión sin pensar en nosotros? ¿Acaso no pensaste en mi?, Ángel no sabes cuánto te necesito, no sabes lo mucho que me haces falta, siempre fuiste mi mejor amigo y saber que ya no te veré más me mata- Elizabeth volvió a sollozar antes de continuar- Te voy a extrañar mi angelito de la guarda, siempre vas a estar en mi mente y en mi corazón, te quiero muchísimo y espero que por fin hayas encontrado la paz que necesitabas, esa paz que yo no supe darte como amiga que era. Te voy a extrañar Ángel, adiós para siempre.

Y llorando se fue del lugar donde su mejor amigo descansaría eternamente.

Ya en el hotel se desplomo sobre su cama, no había parado de llorar desde el entierro, parecía que sus lágrimas eran inagotables, ya no le quedaba nada, no tenía a sus padres y ahora había perdido al único amigo que tenía, al mejor amigo que podría haber tenido. Solo le quedaban sus fotos, sus recuerdos y aquellas 17 cartas que le había mandado y que ella se había negado a leer.

Se levanto de la cama y sacó de su valija aquella caja que contenía los sentimientos más profundos de su amigo, abrió la primera carta y al leerla no pudo contener las lágrimas que le brotaban de sus ojos.

17 cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora