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Al día siguiente, después de sus clases en la universidad, Kenjiro volvió al café para devolver el paraguas que le había facilitado uno de los empleados del lugar la noche anterior.
Entró en el lugar y fue recibido por un joven muchacho, dándole la bienvenida al lugar. El pelimiel le saludó con una pequeña reverencia y pronto preguntó por Ushijima, obviamente tan solo le describió físicamente.
— Oh, hablas de Ushijima-san — dijo con una pequeña sonrisa.
Shirabu no lo sabía, así que tan solo asintió.
— Si, ¿Él está? — preguntó con cierta curiosidad.
— Me temo que no — Contestó mirando de pies a cabeza a Kenjiro — el trabaja tan solo por las tardes.
— Oh, ya veo — Dice con suavidad.
— ¿Por qué lo busca? — Cuestionó el empleado con cierta curiosidad.
— Debo de devolverle esto — respondió mostrandole el paraguas — Además debo de agradecerle por unas cosas.
— Uhm, entiendo —
— Bueno, tendrá que ser en otra ocasión — Dijo Shirabu con voz suave.
El pelimiel le entrega el paraguas al ajeno.
— ¿Podría devolvérselo?— El mas alto asintió con suavidad tomando el objeto.
— Por supuesto, yo se lo entrego — Pronunció con una suave sonrisa en el rostro.
Shirabu hizo otra reverencia en forma de agradecimiento.
— Se lo agradezco muchísimo — Habló el pelimiel con una ligera sonrisa.
— No hay de que —
Kenjiro se despidió y rápidamente se retiró del lugar. Ya volvería en otra ocasión para poder darle las gracias a Ushijima como se debía.
Ushijima llegó por la tarde a su turno de trabajo y en cuanto ingresó por la puerta, el chico que había recibido a Kenjiro, le abordó con una amplia y traviesa sonrisa en el rostro.
— Hoy conocí a tu novio — Dijo con diversión.
El más alto alzó una ceja confundido.
— No sé de que hablas — Habló este con voz grave.
— No te hagas — Insistió con un tono de voz burlón— El chico de ayer, el que no dejabas de ver, vino esta mañana a devolverte tu paraguas.
Los ojos de Wakatoshi se abrieron con sorpresa y una ligera sonrisa surcó en sus labios.
— Oh, ya veo — Murmuró — ¿Te dijo su nombre?
Su compañero negó suavemente.
— No. Lo siento, se me olvidó preguntar ese pequeño pero importante detalle — Ríe levemente rascando su nuca.
— Esta bien, aún así gracias — Dicho aquello fue a cambiarse de ropa para comenzar con su turno.