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Habían transcurrido un par de semanas y ambos muchachos no habían vuelto a encontrarse, ni por casualidad. Kenjiro estaba muy ocupado con sus estudios como para si quiera salir a tomarse un rico café, mientras que los deseos de Ushijima por poseer a su cliente eran aún mayores.
Kenjiro había aprobado todas las materias, exceptuando por la clase de matemáticas. Siempre, toda su vida, hasta esos momentos, había odiado las matemática. No las entendía, le parecían eternamente aburridas y que no le servirían nunca para nada, solo se aprendía las cosas para antes de la prueba y luego las borraba de su mente. En fin, el punto es que ya estaba reprobando aquella asignatura y el profesor le aconsejó buscar a cierto alumno que le ayudase a subir sus notas, haciéndole clases. Shirabu necesitaba un tutor y urgente.
— ¿Un tutor? Debe ser un chiste — Dijo con diversión un chico de cabellos cenizas— Tu eres muy bueno en todo como para tener un tutor.
Kenjiro gruñó levemente.
— Eita, no te he dicho esto para que te burles de mi — Pronunció con suavidad mientras leía el nombre de quién sería su tutor y la dirección del lugar en donde vivía
— ¿Cómo se llama? — Cuestionó Eita tratando de leer el papelito que el pelimiel tenía en sus manos
— Su nombre es Ushijima Wakatoshi — Contesta para luego arrugar el papel y guardarlo en su bolsillo, teniendo la sensación de ya haber oído aquel nombre.
—Mmm...es de los cursos superiores—Dijo el muchacho, recordando haber visto al dueño de aquel nombre jugando volei en la cancha de la universidad
—Bien...esa no es mucha información, pero gracias— Luego de ello Kenjiro se colocó de pie con las intensiones de retirarse e ir a ver a quien sería su tutor—Eita, yo ya me retiraré.
—Está bien, yo igual debo irme, tengo que avanzar un informe — se estira un poco al levantarse
Ambos muchachos se despidieron y cada uno se fue por su lado. Kenjiro caminó tranquilamente hacia la dirección que estaba escrita en el papel que su profesor le entregó. Ya una vez fuera de la puerta del hogar de Ushijima, el pelimiel tocó el timbre, llevándose una gran sorpresa al momento en que el mayor le abrió la puerta. Ahora recordaba en donde había oído aquel nombre.
