Declaración

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El apartamento de Saskia estaba en completo silencio. Era viernes. Su madre llegaría tarde, lo que por primera vez en su vida agradeció. Lo menos que quería en aquel momento era brindarle una explicación sobre lo qué le había pasado en la pierna. La gasa tenía una visible mancha de sangre, debía reposar. Se lanzó sobre su cama.

La Sra. Sabrina resultó ser una muy amable. 

Después de la interminable discusión sobre cómo vencer o no a los Indeseables, los llevó a comer a un servicio de comida rápida. No era lo más sano, pero era lo que necesitaban y las hamburguesas fueron acompañadas por un rico helado con galleta, así que era más de lo que podía esperar.

—Ustedes tienen unos padres espectaculares —murmuró, mientras Itzel e Ibrahim estaban enfrascado en una pelea sobre si podían determinar, conscientemente o no, cuándo estaban en la modalidad de neutrinos.

—¿Modalidad? —preguntó con ironía Ibrahim, sin dejar de escuchar el comentario de Saskia—. Perdón, ¿nuestros padres qué?

—¡Oh, no te vayas por la tangente Ibrahim!

—Espera —le interrumpió—. Saskia, ¿podrías repetir lo que estabas diciendo?

—Ustedes tienen unos padres espectaculares.

—¿En serio? No conoces a mi papá —se mofó Itzel.

—¿Por qué lo dices? —le preguntó Ibrahim, colocando toda su atención en Saskia.

—No veo a mi padre desde que tenía cinco años y mi mamá... ni siquiera he sido capaz de contarle sobre la Hermandad. —Itzel la vio extrañada—. Mi papá no me quiere y mi mamá quiere tener una hija que sea la heroína suprema de una Hermandad que desea dominar. Nunca será capaz de aceptar que soy una perdedora.

—Ningún padre es tan espectacular —comentó Itzel—. Mi papá engañó a mamá, ya ni recuerdo por cuánto tiempo. Las peleas en casa eran terribles. Recuerdo que odiaba cuando él llegaba a casa, no podía soportar tanto maltrato, inclusive hacia nosotros, aun cuando era tan sutil que no podíamos notarlo.

—Los adultos son complicados —dijo Ibrahim, tomando las manos de Saskia—. Hoy no vimos a una chica cobarde, ni perdedora en el campo de entrenamiento. —Itzel asintió colocando una mano en el hombro, mientras las lágrimas comenzaban a salir de los ojos de Saskia—. No solo salvaste a Itzel, también me salvaste.

—Pero también les he fallado.

—No negaré que tu actitud para con Maia fue ominosa, pero somos una Hermandad, somos hermanos —le recordó Ibrahim—. Y sé que todo cambiará de ahora en adelante.

Los tres se abrazaron.

Saskia cerró sus ojos. Aún tenía que hacer algo, algo que cambiaría su vida para siempre: Renunciar a la amistad de Irina.

 Aún tenía que hacer algo, algo que cambiaría su vida para siempre: Renunciar a la amistad de Irina

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Las nubes dieron espacio para un cielo cubierto de estrellas. Rafael recogió las cortinas para tener una mejor visión del firmamento, luego se sentó en una de las butacas que daba al ventanal, montando sus pies en el escabel. Las luces de la biblioteca estaban apagadas, sin embargo, a través de la puerta penetraba la luz artificial del pasillo.

La Maldición de ArdereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora