Un Robo sin éxito

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Era medianoche en un poblado de Japón. Todo era tranquilo, sin un alma a la vista de los alrededores del Dojo de Kendo de esta villa. De repente, una sombra surgió en un callejón cercano al local. Era sin duda un ser humano, sin embargo, no se podía apreciar sus rasgos por la capa y la máscara que lo cubrían. Aquel hombre miraba expectante el lugar, deseando ver el interior de esta construcción. En su mano, emergió un brillo azulado proveniente de un espejo que sostenía. Como si fuese la señal que esperaba, expresó en voz grave lo siguiente para sí mismo:

—Aquí hay un Espíritu . Pensé que sería más complicado obtenerle.

Con sigilo ingresó al edificio, abriendo las puertas sin complicación alguna, dada su condición sobrehumana. Al llegar al área de entrenamiento, encontró aquello que buscaba: una espada de jade con un grabado de un Dragón . Sin embargo, no contó que dos personas se habían dado cuenta de su entrada, ambas armadas con una bokken (1) cada uno, sin un ápice de miedo al enfrentarse a él.

— ¡No te lo llevarás!

— ¡Ja! ¡Si piensas que dos muggles como ustedes me detendrán están muy equivocados! —al momento sacó una varita, señalando a sus contrincantes—. ¡Petrificus Totalus!

Un halo de luz blanca salió de su instrumento el cual golpeó al más grande de sus atacantes, dejándolo tendido en el suelo tan rígido como una tabla. El menor de ellos miraba horrorizado la escena, para después recobrar la compostura y observar al invasor con odio intensificado.

—Si no quieres que te pase lo mismo niño, déjame hacer mi trabajo.

— ¡No te llevarás a Dragoon! —el pequeño trataba de ponerse en guardia, a pesar de lo sucedido con su padre.

Cuando el menor se lanzó al ataque contra aquel ladrón, inmediatamente éste último lo contraatacó con el mismo hechizo que usó con el adulto. Ahora sin que nadie pudiera detenerlo, el encapuchado tomó la espada, la cual emitió un brillo como si expresara la inconformidad de ser despojada de la familia con la que vivía y resguardaba. El hombre encapuchado los miró con asco antes de desaparecer ante sus ojos.

Al mismo tiempo, pero en una tienda en Estados Unidos, sucedía algo similar. Otro enmascarado salía del establecimiento con un dije en sus manos. Al llegar a la esquina de la cuadra, vio con regocijo aquel objeto que había robado. De este último, emanaba una luz morada.

— ¡Vaya! ¡No pensé que fuera tan sencillo obtener a Draciel! ¡Esa familia ni siquiera fue un obstáculo para mí! —al igual que su compañero, éste desapareció en las penumbras.

La escena se repetiría en una gran mansión en las frías tierras de la Unión Soviética, al aparecerse en frente de ésta, otro encapuchado. Cómo sus secuaces, pudo abrirse paso hasta el sitio en donde descansaba su presa: un escudo con el emblema familiar. Mientras le sacaba de su sitio, una flecha se incrustó en la pared. Al observar a su atacante, se encontró con un chico armado con un arco y flechas, el cual hacía señas a una niña, la cual no tardó en salir de su escondite. Sin esperarlo, una fuerza sobrehumana proveniente de la chiquilla le aventó hacia el muro. No fue lo suficiente para aturdirlo, por lo que, al levantarse, inmovilizó a la más pequeña. Le dirigió una mirada de desprecio al enunciar lo siguiente:

— ¡Estúpida Sangre Sucia ! ¡Si tuviese más tiempo, acabaría contigo! —alzó la varita nuevamente, para torturarla.

— ¡Déjala en paz! —una flecha se clavó en una de sus piernas. El mago pudo sacarla con facilidad y curarse. Ignoró al muchacho, retirando del escudo un medallón que estaba incrustado. Volvió a lanzarle otra flecha, la cual rebotó. El joven aún con miedo en el rostro volvió a preparar su arco— ¡No te llevarás al Fénix de aquí! ¡No sin pasar sobre mi cadáver!

Harry Potter y los Blade BreakersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora