Capítulo 2: Un Nuevo Día

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El despertador sonaba incesantemente mientras colocaba su almohadón sobre su cabeza en un intento de aplacar el bullicio provocado por el condenado aparato. Estiró su mano en un intento de apagarlo, sin conseguirlo, haciéndola bufar en señal de molestia. No quería levantarse aún, no recordaba que tuviera alguna cita temprano ese día.

El sonido de la alarma seguía sonando insistentemente haciendo que se sentara de golpe con una expresión de molestia e ira en su mirar.

–¡Puedes hacer silencio de una vez!– exclamó golpeando fuertemente el reloj.

La ira desbordante que tuvo en un principio pareció apagarse al notar que no yacía en su habitación. Alrededor de ella cientos de hojas yacían dispersas entre sus sábanas. Logró distinguir en aquellas páginas su caligrafía sobre ésta. Amy tomó una de aquellas hojas blancas leyendo en ésta una historia que parecía fantástica.

–¿Qué rayos es esto?– preguntó la eriza confundida. Amy se puso de pie un poco torpe viendo aquella habitación de colores rosa. Se parecía a su recámara en Green Hill, pero no lo era. –¿Dónde estoy?– se preguntó desconcertada.

Caminó inspeccionando el lugar con la mirada sin reparo, hasta que sus ojos se toparon con su reflejo en el espejo de la cómoda al fondo de la habitación. Observando unas largas púas que llegaban hasta su cintura. –¿Pero qué...?– murmuró con desconcierto tocando con su mano su cabello. Eso no era posible, ella siempre había tenido su cabello corto, no era posible despertar con las púas tan largas de la noche a la mañana.

–¿Qué está pasando?– se cuestionó en un intento de hacer memoria de sus últimos recuerdos –El día de ayer fui a visitar a Tikal, necesitaba información sobre ...– calló un momento sintiendo un extraño dolor en su pecho y cómo su garganta se cerraba de pronto. Intentó hacer volver cualquier recuerdo luego de esa mañana, pero nada vino a su mente, como si sólo de un viejo sueño se tratase –Debo de encontrar a Sonic, él sabrá qué está pasándome– se dijo a sí misma.

Amy salió de aquella habitación a paso apresurado notando una casa vacía, o eso se le asemejó, pues no escuchaba nada más que su propia existencia. Vio unos zapatos un tanto anticuados cerca de la puerta, color negro, poniéndoselos al acto. No tenía idea de a dónde debía de ir, pero sabía que sentada ahí no encontraría las respuestas que buscaba.

Amy abrió la puerta topándose con un rostro familiar en la entrada, uno que la miraba con una expresión divertida.

–¿De nuevo tarde, Amy?– pregunto el erizo sonriente.

–...¿Silver the Hedgehog?– cuestionó Amy arqueando una ceja confundida.

–¡Dah!– exclamó señalando algún hecho obvio. Amy lo observó con confusión, viéndolo vestir unas ropas extrañas. Un saco y pantalón negro, una corbata roja sobre una camisa blanca. Parecía un estudiante de algún tipo de instituto –Trae tu mochila o se nos hará tarde.

–¿Mi mochila?– repitió sin entender.

–No tengo tiempo para esto Ames– habló irritado abriéndose paso, entrando así a aquella extraña casa. A la par de la puerta vio una mochila café, la cual él tomó con prisa dándosela bruscamente –Ahora andando– indicó sacándola del brazo y cerrando la puerta –La última vez que llegamos tarde tuvimos que limpiar todos los pizarrones del grado y no pienso volver a hacer eso.

–E-Espera– intentó detener ella confundida por lo que estaba pasando –Creo que me confundes con alguien, yo no voy a la escuela– intentó explicar.

–Claro, ¿y el uniforme que llevas puesto es alguna nueva tendencia de moda o algo así?

Amy lo vio confundida para observar sus ropas. Tal cual él le había dicho, llevaba una falda negra, una corbata roja y una fea blusa blanca de botones. Esas no eran sus ropas habituales, no entendía qué estaba pasando.

Amy's NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora