Capítulo 38: Harry, ¿Me oyes?

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― ¿Dónde está? ―pregunto cuando Andrés abre la puerta.

― En la cocina. ―susurra.

― ¿Por qué...?

― Él no sabe que te llamé. ―dice en voz baja y su cara expresa algo de miedo―. Me amenazó hace... treinta minutos, para ese entonces ya te había llamado.

― Bien, ¿Qué le pasó? ―pregunto caminando hacia la cocina con pasos firmes.

― ¡Andrés! ―doy un respingo al oír el grito de Harry―. ¿Quién es? ¡Te dije que no abrieras la puerta!

― Oh, me va a matar. ―farfulla mi amigo y ruedo los ojos.

Entro a la cocina y ahogo un grito cuando veo marcas de sangre en la mesa...

― Oh, por Dios... ―me acerco a él rápidamente y él no dice nada.

― Lárgate Hill, eres hombre muerto. ―sentencia Harry y lo miro enojada.

― Él es tu amigo. ―ladro―. No le hables así. Ahora, yo no puedo... ―miro que él mantiene una expresión enojada y dolorosa.

Cuando llegué se escuchaban sus quejidos, ahora él se contiene de gemir del dolor sólo por qué no quiere que yo lo vea sufrir.

― Harry...

― Vete, no me veas...

― ¡¿Qué demonios te pasó?! ¿Quién te hizo eso? ―exploto preocupada―. Andrés. ―me giro para verlo. Mi amigo abre la boca, pero la cierra cuando mira a Harry, así que miro a Harry y él me mira apretando los labios.

― Mala suerte. ―se encoge de hombros como si fuera algo normal.

― ¿Mala suerte? ―pregunto intentando no abofetearlo―. ¡¿Y lo dices así no más?!

― ¿Cómo quieres que te lo diga? ―escupe y entorno los ojos.

Conque esas tenemos.

― Andrés, prepara el auto, lo llevaremos al hospital.

― Cuando muera me llevarás a la morgue, pero jamás pasaré por un hospital. ―dice Harry a la defensiva y lo miro enojada―. No me interesa lo que me digas, no iré al hospital.

― Déjame ver. ―digo entre dientes para no decirle una mala palabra.

― No.

― Harry, no seas idiota. ―le dice Andrés.

― Déjame ver. ―exijo y él aparta la tela ensangrentada de su muslo derecho.

― Enterraron una navaja allí. ―me dice Andrés.

― ¿Tú estabas allí acaso? ―ladra Harry y le doy un leve golpe en el pecho.

― Déjalo en paz, Harry. Él está siendo el papel de un buen amigo. ―le advierto y él vuelve a colocarse lo que parece una camisa en la herida.

― ¿Para qué la llamaste? ¿Qué fue lo que te dije?

― Ya basta, Harry. ―lo regaño y me cruzo de brazos en busca de calmarme.

― Explícame qué te pasó. ―digo respirando hondo y con los ojos cerrados.

― No tenías por qué venir.

― Y no me iré. ―le digo con seguridad.

― ¿Por qué la llamaste, joder? ―espeta en un jadeo y mi enojo se suaviza un poco al ver que él está aguantando el dolor, pero está empezando a fallar.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora