Capítulo 51: Estación de Policías.

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     Gracias a mi madre pude quitarme a Oliver de encima. Él pretendía quedarse toda la tarde y toda la noche aquí, pero mi madre lo llamó y le ordenó que fuera a su casa. Él no quiso decirme por qué o para qué, sólo se fue. Enojado.

Corroboro que no son más de las once de la mañana y coloco mis brazos en jarra cuando pienso en lo que voy a hacer. Tengo que comprarlas, no hay otra opción..., aún recuerdo el nombre de la anticonceptiva. Era algo con G... Gianda. Sin dudas, es Gianda.

― Tengo que comprarlas hoy mismo. ―me digo caminando hacia la puerta.

Tengo que tomar la primera pastilla el primer día de la regla, ¿No? Bueno... puede que hoy mismo empiece a sangrar, así que no hay tiempo que perder.

Camino por el estacionamiento hacia el Audi y miro la moto negra que se encuentra a su lado. ¿Otro trauma mientras manejo?

― Okay, ¿Qué es más rápido? ―me pregunto cómo una estúpida y señalo a la Ducati―. Okay, preciosa. Provócame otro trauma.

*******

Salgo de la farmacia y camino por la acera en busca de una tienda de lentes. Acabo de ver a una chica con unos lentes de aviadores y quiero unos. Los últimos que me compré ya no existen. Oh, y también quiero un overcoat.

Me decido por lentes que quiero y al final termino comprando otro par. En cuanto al overcoat... compré dos. Y también un conjunto deportivo.

«¡Ya deja de gastar dinero!»

Camino calle abajo en busca de la moto, la dejé estacionada frente una heladería, antes de ir por los lentes... me comí un helado de chocolate, las ganas me dieron de repente, así que no pensé dos veces en satisfacer mí deseo. Cruzo hacia la derecha para encontrarme con la calle ciega donde dejé la moto y cuando me acerco mi teléfono vibra en mi muslo. Me detengo a pocos metros de la Ducati y contesto la llamada.

― Diga.

― Qué bien. ―dice una voz rasposa y frunzo el ceño.

― ¿Quién es? ―pregunto y miro la pantalla del teléfono y me doy cuenta que es un número restringido. ¿Qué onda?

― ¿Has visto tu automóvil? ―pregunta y miro la moto con confusión. ¿Qué pasa con la moto?

Poco a poco mi boca se abre atónita al ver que...

― ¿Qué diablos...? ―me acerco rápidamente a la moto y miro hacia todos lados―. Pero...

― Creo que puedes sustituir esos neumáticos, tienes suficiente dinero, ¿No? ―dice la voz desconocida a través del teléfono y de repente me ataca el miedo.

― ¿Quién eres? ―espeto mirando a todos lados. Las personas que pasan por la acera miran la moto con curiosidad, pero no se atreven a preguntar por qué las ruedas de la moto están pinchadas.

― Sólo quería decirte...

― ¡¿Quién eres?! ―oh, Dios mío.

¡Deja de temblar como si se tratara de Efraín!

― Eso es para que aprendas a estacionarte en un lugar más seguro, heredera de Bel-Fort. ―dice y cuelga. Él cuelga. ¡Cuelga la llamada!

― Oh, por mi... ―me paso las manos por los cabello e intento disimular mis nervios.

Piensa. Piensa. Piensa. ¡Piensa con claridad, maldición!

Puede que todos piensen que las ruedas se pincharon solas... ¿Quién puede pensar eso? ¡Le dispararon! Puedo ver el hueco que dejó la bala en cada rueda, ¿Cómo nadie pudo darse cuenta? Sé que es una calle ciega, pero... es grande. Y parece segura, hay mucha gente deambulando.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora