4.

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Ambos comían del pastel inmenso con forma de mapache que Steve y Tony habían mandado hacer por la ocasión especial y llevaban una amena conversación lejos del bullicio de los demás vengadores al otro lado del salón.

—¿Qué se siente cumplir cien años? —Preguntó Peter a su lado.

El soldado volvió su atención al muchachito de cabellos castaños y alzó las cejas. —Hubiera esperado esa pregunta de tu padre.

—Hey, ¡pero no me burlo! Sabemos que él si lo haría. —Se defendió Peter, efusivo.

James apartó el pastel de chocolate y colocó una de sus manos ahora libres sobre el cabello quebrado del niño, entonces lo revolvió con cariño. No temía usar su brazo metálico sobre la cabecita frágil, ya no. —Se siente bien en familia, con amigos, en confianza. Una vida relativamente tranquila.

Peter rió, poseía esa candidez de Steve y la frescura y rapidez de mente de Tony. —Tan tranquila como lo puede ser trabajar con los vengadores, siendo un superheroe.

—¿Qué más podría pedir?

Peter negó. —Entiendo, todos te queremos y haces lo que te gusta.

—Oh, ¿tú me quieres? —Molestó al niño, apartando su mano y volviendo al pastel, sin quitarle la mirada. —Y yo que pensaba que apenas y tenía tu respeto.

—No es cierto, Buck. —Peter rodó los ojos. De pronto los abrió inmensos. —¡Tu regalo!

—Peter, no es necesario... Yo no...

Pero ya estaba solo y el hijo único de su mejor amigo corrió a la mesa destinada a los obsequios.

—Papá Steve me dejó dártelo antes... —Explicó Peter ya de regreso, más tímido que hace menos de un minuto.

Tomó un paquete envuelto en un lindo tono de azul con lazo blanco incluido, y de allí extrajo un cuaderno forrado en tapa de cuero.

—¿Qué es?

—Historias de ti y papá, anécdotas y algunas batallas que ambos creímos nunca debes olvidar.

—Peter...

—No te incomodes, nosotros no pusimos nada indebido ni desagradable, fuimos cuidadosos al redactar y-

—Es perfecto, gracias Peter. —Estrujó al niño en sus brazos. —¿Se te ocurrió a ti, no es así?

La cabecita castaña asintió pegada a su pecho.

James rió con suavidad. Pet podía llegar a ser muy cohibido a veces. Le dio una palmadita en la espalda. —Eres estupendo, soy afortunado de tenerte como mi sobrino.

—No significa que te llamaré tío, Bucky. —Peter se retiró hacía atrás.
Había un gesto de risa en el rostro del niño. Hablaba con inocencia.

Los diez años fueron evidentes en esa respuesta. ¿Por qué Peter iba a querer llamarlo tío a esas alturas de la vida?

No tenía sentido. Se sintió extraño, decepcionado. Nunca sería su tío de verdad.

AdmiraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora