Día 1,110

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¿Qué es ese sonido tan incómodo? Quiero abrir los ojos y pararme para apagar esa máquina que me irrita. Me siento cansada, ¿por qué no puedo moverme?

-Tiene ya dos días inconsciente. Estoy muy preocupado, cariño.

Hay alguien a mi lado hablando por teléfono, y yo escucho pero no reacciono, no logro abrir los ojos, no me muevo. ¿Qué me sucede? ¿Quién está inconsciente?

Esa persona comenzó a tocar mis manos, mis abrazos, el cuello y todo el rostro. Fui testigo de escucharle llorar desesperadamente, y pedirme de favor que despertara. Yo quise decirle que me encontraba bien, que no llorara, que escucho y siento todo; solo que sin poder mover ninguno de mis músculos.

(...)

Luego de escuchar varias personas hablarme, llorar y pedirme que despertara; comprendí que quien estaba inconsciente era yo (¿poco tarde, no?). Entonces recordé que fui perseguida por alguien... No. Recordé que Edgar me encontró en el bosque, y cuando íbamos a acercarnos, algo fuerte golpeó mi cabeza. ¿A caso estoy en coma? ¡Santo Cielo! ¿Qué tan grave estoy?

No puedo ni imaginar el sufrimiento de Eric, mi querido hermano, pobrecito. Mi hermano es como mi padre, el que nunca tuve. Siempre preocupado por mi, buscando mi bienestar y supliendo mis necesidades.

(...)

Sentí un roce cálido en mis dedos, en mis manos, e inmediatamente sentí el deseo de apretarlas para dar señales; para que esa persona supiera que yo sabía de su presencia.

-Amalia, por favor. -sollozó Edgar- Necesito que despiertes, la estoy pasando mal sin ti. Estoy asustado y desesperado.

Envié información a mi cerebro de que diera orden a mis manos para que se movieran, no soporto que mi amor esté sufriendo sin yo poder hacer nada para impedirlo. Pero en lugar de moverme, comencé a sentir mis lágrimas derramarse por mis lagrimales y rodar por mis mejillas.

-¡Está llorando! -gritó con voz temblorosa- ¡Doctora, está llorando! ¿Por qué? ¿Qué significa? -¿cuándo entró la doctora?

-Quiere decir que está consciente de todo aunque no pueda hablar, abrir los ojos o moverse... Las lágrimas son su forma de decir que está muy triste al sentirlos desesperados por su situación.

-Dios, Amalia. Si me escuchas, por favor, tranquilízate; no estés triste. -sus labios  besaron mi frente, nariz, ojos y mejillas... ¡mi niño!- Vas a salir de esto y ya todo será igual que antes.

Entonces lo hice, logré mover mi mano para apretar la suya con toda la fuerza que fui capaz. Y me sentí viva, feliz y llena de emoción. Sentí tan lindo al contacto de mi mano ahora activa con la suya, su calor corporal me arropó toda y me sentí cálida.

-Ella... Ella acaba de apretar mi mano, doctora. -dijo lleno de emoción.

-Quizá despertará pronto, esa puede ser una señal de que está lista para volver.

-Eso sería lo mejor que podría pasar, me hace demasiada falta.

-Me encanta ver lo preocupado que está por su novia, joven. Eso me da la esperanza de que el amor verdadero sí existe. -soltó la muy metiche- Esta chica es muy afortunada de tenerle.

-Ella no... Nosotros... Ella no es mi novia, doctora. Es mi mejor amiga.

-Oh, disculpa por entrometerme... Pero siendo sincera, para mí es algo obvio que aquí hay más que amistad.

¡Ay, por Dios! ¿Es en serio? Incluso esta mujer, que no conoce nada de nuestra historia, se percata de que nuestros sentimientos brotan por nuestros poros. Y el tarado de Edgar no se atreve a confesarlo de una vez por todas.

Diario de una romántica empedernidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora