Doce.

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Desesperación en su máxima expresión.

STILES.




El sudor me baja por la espalda, y siento que el viento me pone la cara fría por el sudor que tengo acumulado en ella. Cuando el auto hace ademán de estacionar, no dejo ni siquiera que pare, sino que abro la puerta de un tirón y salto para salir a correr, y aunque me tropiezo, no detengo mi corrida. La furia se me acumula en el pecho y en la garganta, y apenas puedo ver algo a causa de la rabia.

Los ojos se me llenan de lágrimas y siento que el corazón se me va salir en cualquier momento, las piernas me arden de todo lo que he corrido en tan solo casi dos días seguidos, y el cuerpo me pesa, pero no paro. No puedo hacerlo.

Los sollozos se me estancan en la boca y siento que en cualquier momento podría explotar de la rabia. Es en estos momentos en donde desearía ser un lobo, así podría escuchar sus latidos y saber que sí está dentro de ese edificio abandonado. 

Lo único que necesito para calmarme y no enloquecer es verlo, poder abrazarlo, acariciarlo, y decirle con la mirada, como siempre lo hago, que todo está bien, que no hay que temer, que jamás en la vida tendrá que sufrir de nuevo. Las lágrimas me bajan por la cara y se combinan con el sudor, pero yo solo corro.

Cuando llego a la puerta, le doy una patada, pero casi me voy hacia atrás. Grito con desesperación y furia y vuelvo a darle, y los cerrojos se quiebran. Entro en tomba, y los demás lo hacen detrás de mí.



Dieciocho horas antes ...




—Las piernas me arden, pero veo la comisaría demasiado cerca, por lo que corro más. Empujo la puerta cuando llego, y todos los oficiales se quedan mirando hacia mí, cuando me ven en el estado en que estoy comienza en revuelo. 

Parrish viene hacia mí, y me pregunta que pasa, y yo solo me derrumbo, pero no puedo detenerme, no ahora. Esa perra lo tiene.

Esquivo a las personas que me preguntan que ha pasado, y solo sigo hacia la oficina de mi padre, que ya ha abierto la puerta al escuchar el alboroto en el lugar, cuando me ve, sus ojos se desorbitan y un miedo inexplicable le invade la mirada. Me arrojo a sus brazos, y veo que le mancho la camisa de sangre, pero a él no le importa, solo me envuelve como el protector que necesito en este momento.

—¿Qué ha pasado, hijo? —El miedo se le nota en los ojos, y su voz se quiebra cuando habla, apenas puedo encontrar las palabras en medio del océano de sentimientos en que me estoy ahogando —¿Te ha hecho daño, verdad? —Niego y lo golpeo en el pecho.

—¡No, él siempre ha sido cariñoso, protector y demasiado caballeroso conmigo, papá! No lo odies —Sollozo de nuevo y él vuelve a abrazarme —Se lo han llevado, papá. Katherin se lo ha llevado, papá. Lo golpearon con algo en la cabeza, y lo dejaron inconsciente, yo traté, te lo juro, traté de ayudarlo, pero eran más fuertes que yo, y me golpearon y no pude hacer nada. Se fueron en su auto, y no se a donde se lo han llevado —Apenas puedo respirar, y siento que en cualquier momento me derrumbaré —Ayúdame, papá, te lo suplico, ayúdame a encontrarlo. No se que le harán, pero ha sufrido mucho, y sin merecerlo, ayudame, por favor —Y a lo último me rompo. Él también llora conmigo y asiente.

With You ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora