6. Hasta el hospital

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Ella

Lo mataste, asesina. La policía se llevó el cuerpo de ese detective, no llegué ni a hablar con él. Me quedo quieta un segundo al reaccionar. Miro a todas partes, esa voz no está en mi cabeza o en realidad, no la estoy escuchando ahora. De repente me sobresalto, la puerta de la casa se abre y el oficial regresa. Me giro, entonces me doy cuenta que me están culpando a mí, me pone las esposas y me hace caminar a la patrulla.

"Genial, esto se está poniendo bueno".

Trago saliva aterrada, ha vuelto a hablar. Respiro con agitación y el conductor me observa viendo mi actitud.

―¿Qué ocurre? ―pregunta frunciendo el ceño y yo no lo miro.

De repente ella toma el control y sonrío contra mi voluntad.

―Conduzca hasta el hospital.

―¿Te crees que soy un taxi, niña? Permanece callada ―exclama y ese ha sido su último error.

Tiemblo cuando veo que el cinturón de seguridad comienza a apretarle, la llave del vehículo se gira para arrancarlo y mis primeras lágrimas se escapan cuando el auto ya se está conduciendo.

―¡¿Pero qué rayos?! ―El policía se asusta y forcejea con el cinturón, el cual cada vez está más apretado.

―¡¡No, no lo hagas!! ―grito e intento taparme la cara, pero ella no me deja y me obliga a ver, ya que mis manos se mueven solas, haciendo que visualice el horror―. No... ―Más lágrimas salen de mis ojos cuando lo observo.

El hombre comienza a asfixiarse, sigue intentando quitarse el cinturón que más y más se aprieta en su torso. Grita desesperado mientras el vehículo se conduce solo, de repente comienza a salir sangre de su boca y ya no puede chillar más, simplemente se remueve mientras sufre.

Se está ahogando en su propia sangre.

Comienza a convulsionar y grito cuando veo que de su boca salen sus entrañas, vomitándolas sobre el volante. La sangre ya no tiene espacio por dónde salir hasta que encuentra lugar entre sus ojos, nariz y orejas. Su rostro se llena de ese fuerte carmesí y noto que sus pupilas se vuelven opacas.

Ha muerto.

―No, no, no... basta, basta... no quiero ver esto. ―Sigo llorando.

De pronto me sobresalto cuando estaciona el coche bruscamente, mi cabeza se choca de manera fuerte con la silla de adelante, pero no tanto como para dejarme inconsciente y dejar de sufrir. Una gota de sangre recorre mi rostro, sin embargo no le presto atención a mi herida, cuando miro hacia afuera.

Es el hospital.

Reacciono al darme cuenta.

―Tú has... venido a matarlo.

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