Abre la maldita boca, putita, y te juro que le cortaré el cuello a tu estúpida madre.
Desde ese momento Petra Ral sintió que Dios le había dado oficialmente la espalda. Y como muchas, se cuestionó durante mucho tiempo el por qué.
Ahora no era nada más allá que una simple muñeca rota.
...
La primera vez que Petra pensó en suicidarse lo hizo viendo a su madre cocinar tranquilamente un guiso con aroma casero y maternal único de una buena mujer que encuentra su motivación en la vida: cuidar a su familia. El olor que salía de una sartén inundó sus fosas nasales dándole nauseas.
Pero no prestó atención a esa sensación. O se engañó bien diciéndose que no lo estaba sintiendo.
Se centró en el cuchillo.
El cuchillo que su madre anteriormente había usado para cortar el queso reposaba sobre la mesa enfrente de ella mientras Petra fingía leer un libro de francés. El filo se veía muy bien; la llamaba, la anhelaba y le susurraba que lo tomase. El metal brillaba con la luz del día afuera de la ventana, el calor del sol sólo la molestó.
—Mamá, iré arriba a estudiar —dijo tomando su libro dándole la espalda a ese ser inanimado que pareció haberse entristecido al verla dándole la espalda.
—Claro, linda. No olvides bajar a comer.
—Sí.
Petra caminó hasta el pie de las escaleras donde por fin sintió el peso de todas sus emociones negativas golpearla nuevamente.
«Hoy vendrá también» pensó con los labios temblorosos.
Se aferró al barandal de las escaleras y sin pensárselo mucho subió corriendo apretando el libro sobre su pecho. El corazón latía tan, pero tan fuerte, que Petra podía oírlo.
Se encerró en su cuarto, puso el seguro (desde la semana pasada lo hacía) de la puerta y tirando el libro fue hasta su cama, de la cual sólo jaló la sábana y se la puso encima envolviéndose lo más que pudo. Protegiéndose.
La sábana se arrastró naturalmente mientras ella buscaba refugio en su esquina favorita: la que estaba más lejos de la cama y la puerta. Y temblando fue bajando poco a poco hasta que su pequeño trasero pegó contra el suelo. Entonces se sintió lo suficientemente valiente para llorar otra vez.
Se llevó sus delicadas manos a la cara y sollozó entre ellas.
Aún lo sentía.
Cerró sus delgadas piernitas y sintió el short de mezclilla adjunta a su delicada piel. Lloró aún más fuerte cuando sintió un pinchazo muy doloroso en su entrepierna; incomodidad, asco, horror.
Con su básico vocabulario, Petra Ral, de 8 años de edad, no supo cómo describir lo que sentía. No supo cómo calificarlo, cómo llamarlo, sólo sabía que jamás en su corta vida se había sentido tan mal. Ni siquiera cuando su mamá en una ocasión (cuando ella rompió, jugando, una figura de vidrio con forma de pantera) le dijo que ya no la quería.
Con mucho miedo (de hacerse más daño), Petra tragó saliva y bajó su mano derecha a su vientre. No pudo bajarla más, no pudo. Temía hacerse más daño después de la ducha que su madre técnicamente le obligó a tomar... un día después de aquello por apestar a suciedad.
Le dolió cuando se sentó en la bañera, le dolió cuando pasó sus dedos por su vagina y más le dolió cuando el agua caliente la tocó ahí. Y no sólo le dolió ahí, sus costados también ardían, sus manos y su cadera. Su cuello no dejó de sentir más peso de lo usual y su espalda aún resentía los manotazos.
Ese día al salir del baño sintió que debía vestirse rápido.
Ya no más vestidos ni faldas; ya no más delicadas blusas coloridas o floreadas; ya no más.
Usando al inverno como excusa, Petra empezó a usar conjuntos de pans, algunos le quedaban chicos por lo poco usual que era que ella usase algo así pero eso no le importó, igual se metió en ellos y hasta el día de hoy no había un solo día en el que no cubriese todo su cuerpo.
»Hija, ¿acaso ya no te gustan tus faldas?
»Tengo frío —siempre contestaba así, cortante y sin más explicaciones.
A veces se preguntaba si su padre, siendo el hombre noble que era, alguna vez había hecho algo similar con otra niña. No lo creía, su padre la cargaba sobre sus hombros, a veces le leía cuentos. Aun así no se sentía con la suficiente confianza para hablarle sobre lo que había pasado.
Más porque hoy lo vería de nuevo.
Rogó a dios, rogó a cuanto dios se le ocurrió, juntó sus manitas sobre su pecho y repitió una y otra vez: "Qué no se quede a dormir, qué no se quede a dormir, qué no se quede a dormir. Por favor, por favor, por favor".
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sᴜᴇɴ̃ᴏs ǫᴜᴇʙʀᴀᴅᴏs | 🔞 |【 Rivetra Week 2017 | Ⅳ 】
Bí ẩn / Giật gân『Levi x Petra』Sentía que quería reír, pero no porque encontrase algo de esto gracioso, sino porque adentro de su pecho algo bestial le gritó que cuando tuviese la oportunidad, abrasase a Petra Ral lo más fuerte que pudiese y se asegurase de que nadi...