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El gatitio se acercó a la ventana y comenzó a maullar con todas sus fuerzas. Segundos más tarde su ronroneo reemplazó los maullidos, en su pelaje se marcaban los dedos de un fantasma que no era visible.

─Fernando, se que estas ahí.

─No quiero que me veas.

─ ¿Por qué no?

─Soy invisible.

─Pero no silencioso.

─Comencé a recordar... ─apareció y dejó al gatito.

─ ¿De qué hablas?

─Me vi a mi... discutiendo con Clara...

─ ¿Clara?, ¿quién es Clara?

─No lo sé, sólo sé que la extraño.

─Te puedo ayudar. Si quieres voy con tu madre-

─No quiero que te expongas.

─Tranquilo, lo más terrible que podría pasar sería quedar de loca.

─No sabría como pagarte todo lo que harás.

─Tú luego me ayudas con un par de cosas.

─ ¿Debería preocuparme? ─dijo un fantasma más animado que cuando llegó.

─No, sólo deberás usar tus dotes de fantasma.

─Entonces nos vemos luego, tienes que madrugar. ¿Ya estas bien del resfriado?

─ ¿De qué hablas?, sí,  pero ¿de que hablas?

─Ya lo verás.

Desapareció, pero en vez de frío una nube cálida y con aromas florales se esparció por mi habitación. Algo en mi estómago me daba una extraña pero agradable sensación. Me dormí pensando en sus ojos celestes.

Mi Fantasma de Medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora