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─Sofía, aguanta ya casi llegamos.

Por alguna extraña razón había terminado sobre el hombro de Fernando.

─Déjame aquí, los fantasmas no pueden sostener a la gente.

─Si podemos. Con la suficiete fuerza...

─Me voy a caer.

─Si te sigues moviendo así de seguro.

─Bájame.

─No.

─Ya bájame.

─No.

─Te ordeno que lo hagas en este instante.

─Está bien.

Me deslizó delicadamente y me apoyó en una pared.

─Gracias ─dije dispuesta a caminar pero estaba mareada.

─No te muevas ─me empujó de vuelta a la pared y pegó su frente a la mía.

─Desaparece de una vez.

─No te volveré a dejar.

─Tarde o temprano lo harás, estas muerto, los fantasmas no están aquí por siempre ─bajé la mirada.

─Yo quiero quedarme. Te quiero... ese día debí haberlo dicho... porque esto no hubiera pasado.

─No te creo. Eres un tonto si crees que creería eso.

─ ¿Quieres que lo demuestre?

─No me convence- ─no me dejó terminar, porque me besó.

Y así fue como una explosión más grande que el mismo sol recorrió mi cuerpo entero, haciéndome ceder ante su beso, su primer beso como fantasma, un beso que demostró en menos de 5 segundos lo que el sentía.

Mi Fantasma de Medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora