Viento torrencial.
Dos días después de haber llegado a su casa, Em no tenía el valor aún de mirar por la ventana y esta abierta. Tan sólo miraba tras el grueso material transparente, que le impedía la llegada del viento.
Aún se sentía infiel y deshonesta, quería pedirle perdón pero no sabía cómo sería efectivo.
Al mismo tiempo pensaba en el intenso color de la melena de aquella chica, rojo y anaranjado mezclados de tal manera que pareciese ver fuego sobre su tes tan clara como si este fuese papel sin alguna mancha de pintura o letra sobre ella; pecas esparcidas por su rostro como si se hubiesen puesto de acuerdo, porque calzaban perfectamente en los lugares indicados, bajo sus ojos, llenando sus mejillas, al borde de su frente casi llegando a su cabello. En sus orejas, lo poco que logró ver y en su mandíbula.. Dios, su perfecta mandíbula , pensó Em.
A pesar de que no la había contemplado por más de 1 minuto Em sentía que sabía todo de su rostro de memoria, como si lo conociese desde siempre, o al menos, desde un tiempo justo para saber que en sus orejas también yacían pecas.
Su pensamiento fue interrumpido por el comienzo de la lluvia de verano, era refrescante sentir gotas de agua unidas al viento sereno, pero Em no quería sentir agua en su piel, ni mucho menos viento, ya que luego de haber mirado tanto en su mente a Natalie, decidió darse un tiempo sólo a eso, porque no estaba mal, no estaba siento infiel ni mucho menos algo peor, pensar en ella le daba escalofríos en los muslos y cosquilleos en las mejillas, supo que no sólo su viento provocaba eso en ella.
Y tal vez eso, no era malo.