Veintinueve

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Noche pacífica.

Em despertó a diez para las tres a.m.
Poseía un reloj mental que la despertaba todas las noches a esa hora, para cambiar su atuendo, y alistarse al viento.

Pero esa noche, un veintinueve de Febrero, nisiquiera miro hacia la ventana, su vista estaba fija en el techo, imaginaba que este no estaba y ella sólo permanecía inmóvil en la intemperie, sintiendo tan sólo en sus brazos y cabeza descubierta, el viento en su pálida piel.

Otro reloj mental le advirtió la falta de cinco minutos para las tres a.m y Em seguía sin desviar la mirada a la ventana, más bien parecía que lo hiciese adrede, que no quería siquiera pensar en su existencia.

Sentía estar en una lucha consigo misma, su corazón y su mente discutiendo.
Su corazón quería sentir el viento, pero su mente.. Su mente quería escapar a un lugar en el cual no pudiese sentirlo nunca más.

Estaba confundida.

Soltó una lágrima, tenía ahora los párpados cerrados, tragó saliva pesadamente y se incorporó en la cama, sentada abrió casi apenas los ya nombrados para ver hacía la ventana.
Estaba empeñada, desconocía el porqué, y no fue hecho relevante.
Se levantó de malas ganas y acercó a la ventana, la abrió y de un segundo a otro sintió (...)

nada.

Em miro hacia abajo.
Em calló al piso.
Em ya no respiraba.

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