Nada

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Parpadeó 5 veces seguidas.

Todo estaba turbio para los ojos de Em, podía sólo distinguir los colores, o más bien, un color.
Tan claro como la piel de Natalie, como la nieve de invierno, como la pared de una casa nueva.

Comprendió que estaba en el hospital, pero extrañamente su habitación no poseía ventana alguna, logró divisar una puerta a los pies de la cama en la que se encontraba. También notó que sus manos al igual que sus pies estaban inmovilizados con una cinta de cuero.
No forzó ni intento liberarse, sabía que era imposible.
Lo sabía porque no era la primera vez que estaba en un lugar así.
Sólo que, esta vez, por primera vez, no habían orificios por el cual entrase viento.

Miró el techo, había un cruz, Em río de lado, ella no era religiosa ni mucho menos creía en Dios. Sus expresiones incluían el "Dios" como simple expresión, pensó ella.

Ingresó una anciana con bandeja en manos y no precisamente con comida. Em no sabía que le inyectó en realidad, no sintió sueño, ni mareos, ni ganas de vomitar.

No sintió nada.

Paso una hora despierta, y no pensó en nada, ni sintió extrañar el viento, ni ganas de pensar en Natalie.

Pensó en que ya debía ser el fin, y no de ella específicamente, sino que, el fin de lo que sentía por alguien más, por alguien que, cualquiera diría, no existe.

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