Carta 2

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Diciembre del 2016.


Hola A.

Estaba saliendo de educación física cuando una amiga hizo que me detuviera para cerrar bien mi mochila, tú habías pasado antes que todo tu grupo al salón y yo seguía ahí, esperando que mi amiga terminará rápido.

La verdad cuando tome mi mochila ni siquiera me di cuanta que no estaba bien cerrada, te vi entrando y solo pensé en salir corriendo de ahí. Pero como siempre mi plan falló.

Es irónico que ahora huya de ti cuando antes solo trataba de frecuentar los lugares a donde ibas.

Recuerdo aquella vez que por desgracia nuestros salones no estaban tan cerca como hubiese querido. Mientras tu estabas abajo, yo estaba en una aula de arriba, para mi mala suerte había olvidado hacer mi tarea de física y tenía que quedarme ahí en receso haciéndola. Le pedí al mismo chico que me presentó contigo bajar y comprarme un agua, de pronto él me grito que bajara y cuando lo iba haciendo, te vi.

Estabas en el tercer escalón y seguías subiendo, mi amigo me dedico una mirada y se fue, dejándome sola contigo.

Hablamos, no mucho pero lo hicimos. Me contaste sobre cómo tu perrito había hecho sus necesidades en la bota de tu hermano y como una vez no quería meterse a su casa y tuvieron que salir por él.
Te pregunté si te gustaba leer y me dijiste que no, pero habías leído en una ocasión unos libros muy buenos y me los recomendaste, pensaba buscarlos pero olvidé sus nombres.

¿Cuáles eran sus títulos, A?

Después de eso un compañero nos estaba molestando y tú solo lo observaste. Me dijiste también que te gustaban las películas de comedia, aún lo recuerdo. Mi compañero siguió molestando y nos dijo que nos fuéramos a ligar a otra parte y tú solo respondiste.

No estamos ligando, estamos platicando.

Yo reí ante esas palabras. Pero decidimos irnos y caminamos por la escuela para volver nuevamente a ese mismo salón, me preguntaste que me tocaba después de esa clase y yo te respondí:

Dos de física.

Y te dije que el salón era el que estaba al lado, por lo que en ese día no bajaría, hasta la salida.
Pude observar tu cara de decepción al decirte aquello, cuando el timbre sonó, te fuiste a tu salón y yo al mío. Al final no había terminado mi tarea, así que la hice mientras la maestra no llegaba.

En la salida, sostenía un libro en la mano mientras iba caminando con una amiga para la puerta y pasaste por ahí y me saludaste, vi como querías establecer una conversación conmigo pero te avergonzaba hacerlo, aún más con mi amiga ahí presente. Así que solo seguiste tu camino y yo el mío, tal como lo estoy haciendo ahora.

Mi amiga terminó de acomodar mi mochila y yo salí de ahí lo más rápido posible. Sin mirar atrás. Sin verte a ti. Porque si lo hacía recordaría que no podías estar a mi lado, porque estabas del lado de ella ya. Es doloroso verte, A.

Y  tú nunca podrás ver ese dolor, eso lo prometo.

CARTAS A ÉL © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora