XXII (parte 1)

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Ya el día de la excursión había llegado.

Como de costumbre, Ann pasó por casa de Lucy para ir juntas al punto de encuentro donde los buses los esperarían. Ambas hablaban entusiastas sobre las cosas que podrían hacer, sobre cómo se imaginaban el lugar y sobre lo bien que lo pasarían.

Ambas andaban radiantes ese día. Ann llevaba su alborotado pelo castaño recogido en una coleta y una bandana de colores sobre su cabeza, a lo que Lucy había tejido su rubio cabello en dos delicadas trenzas sencillas.

Al llegar al punto de encuentro les dieron las indicaciones sobre cómo organizarse y lo que harían durante el trayecto, para seguidamente dejarles entrar al bus. Lucy decidió sentarse al lado de la ventana, adoraba ver todo el paisaje que parecía moverse hasta perderse de vista.

Y entonces emprendieron el camino. Sería un viaje largo, y ellas lo sabían, sobre todo por la cantidad de personas a su alrededor que no paraban de hacer ruido. Pero ya estaban acostumbradas, así que solo los ignoraban y se adentraban en su propia burbuja. Hablaron de temas triviales durante la mayor parte del camino.

Hubo un momento en el que Ann se quedó dormida. Lucy solo la observaba detenidamente. Su rostro lucia en calma, todos los músculos de su cara estaban relajados, dándole un aire tranquilizante. Lucy seguía hipnotizada por la expresión de su amiga. Poco a poco, ella también se llenó de esa serenidad, y calló dormida sobre el hombro de Ann.

Lucy abrió los ojos lentamente al sentir el bus detenerse. Vio que no estaba en la misma posición en la que se había quedado dormida, ahora estaba sobre el regazo de Ann. Rápidamente y llena de vergüenza se sentó correctamente en su asiento. Hasta que la voz de la castaña la sobresaltó.

-Buenos días, bella durmiente– dijo Ann con humor-. Ya hemos llegado. ¿Dormiste cómoda?

-Bastante cómoda en realidad- contestó siguiéndole el juego.

Ann siempre solía hacer bromas referentes a lo mucho que dormía Lucy. Siempre salía tarde de su casa por haberse quedado dormida, lo cual le parecía gracioso a la castaña.

Bajaron del autobús para contemplar el hermoso paisaje que los rodeaba. Las altas y frondosas copas de los arboles lucían su mejor tono verde brillante perteneciente al verano que muy pronto sería sustituido por el marrón del frio otoño. Por la inclinación del suelo, se notaba que estaban en una colina bastante alejada del resto del mundo, ya que no habían pueblos cercanos. A lo lejos se divisaba una cabaña rústica de madera en donde se acomodarían por el resto de su viaje.

Todos dieron un pequeño recorrido por los alrededores y conocieron mejor el lugar para luego dirigirse a la cabaña a acomodar sus cosas. El resto del día hicieron las actividades recreativas que estaban puestas en sus horarios. Al caer la noche todos disfrutaron de una buena cena para luego irse a dormir para el siguiente día.

Pero estaba claro que no se dormirían en ese instante, así que cada habitación estaba llena de murmullos de las conversaciones que se tenían dentro de ellas, evitando que algún monitor los descubriera. Lucy y Ann no eran la excepción.

-¿Ya te leíste el libro que te presté?- preguntaba Ann

-Ya casi – contestó Lucy-. Estoy en el momento más crítico.

-¿Hablas de cuando Judy descubre el lugar secreto de su madre y se escapan todas las criaturas?

-Ese mismo- hizo una pausa al ver la sonrisa maliciosa de su amiga-. No me digas nada, te lo suplico.

-No, solo te iba a decir que después ella...

-¡No, para!- dijo cubriendo sus oídos para evitar oír lo siguiente.

-¡ELLA VA A...!

-¡Shh! Nos van a oír.- dijo la rubia ahora en susurro.

-Deja que te diga lo que pasa para que no nos descubran- respondió también en susurros esbozando una sonrisa.

-¡Nunca!- y seguido de eso le lanzó una almohada en el rostro haciéndola callar.

-¡No hagas eso!- y le devolvió la almohada de igual manera entre risas- ¡Deja que te diga!

-¡Ann, no!- se lanzaban las almohadas entre ellas y el volumen de las risas aumentaba cada vez mas.

-¡Shh!- se quejaron desde fuera de la habitación, a lo que ellas rieron en voz baja.

Luego, Lucy soltó un bostezo.

-Estoy muerta- dijo-. Me dormiré ahora. Buenas noches.

-Duerme bien- le respondió- Y, ¿Lucy?

-¿Si?- decía la rubia mientras se acurrucaba.

-Te quiero, amiga.

Esto hizo que a Lucy se le ruborizara la cara por completo, y agradeció que no estaba a la vista de la castaña. Pero simplemente dijo:

-Yo también, amiga.

Y cerró los ojos para sumergirse al mundo de los sueños, mientras no paraba de pensar en cómo quería eliminar la palabra amiga de aquella .


Ser como tú (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora