2. Jhonny Walker

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―¡¿Pero cómo pudiste ser tan irresponsable?! ―gritó Iris.

Fiorella apareció con ropa de gimnasia para el entrenamiento de Lia. Se sentó en el comedor y comenzó a servirse un par de galletas y a untarles mermelada.

―¿Qué está pasando? ―preguntó Fiorella.

―Que Lia ha dejado que ese niñito la trajera, ¡y encima me nombró!

―Se me salió, lo siento.

Fiorella le miró furiosa.

―¡Te dije que por nada dejaras que él te trajera!

―Bueno, tú no quisiste ir por mí.

―¡No importaba! ―chilló Iris―. Déjalo. Ayer metiste la pata bien al fondo, Perciballe, más te vale que la próxima lo hagas mejor o te descarto de la operación.

―¿Podrías no llamarme por mi apellido? ―le pidió Lia―. Las tres aquí somos Perciballe, legalmente ―aclaró.

Iris les dijo a Lia y Fiorella que les había dado su apellido para que tuvieran una vida estable legalmente y no se levantaran sospechas, así que, por la ley, Lia y Fiorella eran hijas de Iris. Claro que la Mafia Femenina era una Mafia grande, esparcida por toda Europa, así que había muchas chicas como Fiorella y Lia, y todas tenían a sus padres adoptivos, pero tener a Iris ―la jefa de la Mafia Femenina― como madre adoptiva, era un privilegio. Iris tomaba las últimas decisiones, y si ella pedía que te maten, lo hacían.

La policía de toda Europa se había unido para desatar el nudo que se había creado gracias a esa Mafia. Todos hablaban de lo frecuentes que se habían hecho los secuestros en Europa y las familias comenzaban a preocuparse. Nadie sabía quiénes estaban detrás de esa mafia, podría haber sido la familia vecina, pero no podían saberlo. La meta de la policía europea era atrapar al jefe, al macho alfa de la jauría, pero nadie sabía que el macho alfa pudiera ser mujer.

Iris había tenido un pasado muy turbio, y ese pasado creó un rencor con los hombres. Ella era guapa, claro, apenas tenía treinta y seis años, y sí tenía aventuras con varios hombres sexys, pero nunca se la había visto enamorada o con planes para bodas. Eso explicaba por qué todas las chicas en la mafia, chicas como Lia y Fiorella, estaban encargadas de enamorar: porque Iris creía que cualquier hombre podría enamorarse locamente mientras la mujer no sintiera ni una miga de cariño.

Muchos secuestradores se limitan a secuestrar y pedir un rescate, pero Iris no solo quería hacer de eso un negocio, también quería vengarse, una venganza que nadie entendía. Hacía que te enamores, te secuestraba, y después de haber ganado un poco de dinero con eso, te devolvía a tu vida normal, arrancándote el amor de tu vida de tus manos.

Pero solo las mujeres se encargaban de eso, no había chicos que se encargaran en enamorar a las chicas, todo porque Iris creía a los hombres incapaces de tal tarea. Claro que en la Mafia había hombres, pero ocupaban lugares como profesores, guardias de cuarteles, entre otras cosas.

―Y aun no entiendo por qué no puede saber mi domicilio, al fin y al cabo, nunca sabrá que fui yo quien estuvo detrás de su secuestro ―añadió Lia.

―Después de su secuestro no lo volverás a ver, Lia. Y ahora que sabe tu domicilio querrá venir a buscarte ―explicó Fiorella.

―¿No lo puedo mandar a volar y ya?

―Querrá reconquistarte ―dijo Iris―, pensará que algo ha hecho mal y tomará la mansión de referencia. Si no hubiera sabido dónde vives, lo hubiéramos arrancado de tu vida muy fácil. Ahora no sé si cambiar de casa con otros de la Mafia o qué hacer.

Mafia Femenina 1: Albures y Azares Donde viven las historias. Descúbrelo ahora