El Viaje

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Se quedó helada al comprobar quien se encontraba al otro lado de la puerta, con una mueca de autoridad, una sonrisa lasciva y una mirada penetrante Draco Malfoy se iba acercando hacia la prisionera.

A ésta le dolían los brazos de tenerlos en alto, tenía un terrible frío inundando su cuerpo y no había probado bocado desde hace mucho, no le temía, pues al fin y al cabo nada podía ir peor ¿o si?

—Venía a comprobar si seguías con vida...una lastima que así sea...—murmuró él acercando a Hermione por el mentón.

Ella hacía movimientos para intentar escaparse mas eran en vano.

—Todavía no me puedo creer que me delataras, eres repugnante —decía ella con poca voz.

—Te dije que no me pusieras a prueba —respondió él.

—Y no lo hice, nadie te dijo que vinieses por mi, ni que me salvases, lo hiciste por voluntad propia —se defendió la castaña.

—Deberías arrodillarte y besar cada lugar que piso por el simple hecho de haber salvado tu asquerosa y patética vida Granger....—masculló Draco escupiendo las palabras con veneno.

—Preferiría seguir en aquel bosque a tener que aguantar tu presencia.— se defendió —si estoy aquí es por tu culpa, asíque no esperes que te de las gracias por haberme salvado— finalizó ella.

—No tardarás en cambiar de opinión —respondió él dando media vuelta sobre sus pies y volviendo por donde había entrado, cerrando la puerta con un sonoro portazo.

Se quedó pensativo en la puerta, él no había sido quien la había delatado, pero nadie mas sabía que habían ido al bosque, un mar de preguntas comenzaban a acechar en su mente, su padre no perdería la oportunidad de herirla a mas no poder, si causaba su muerte no le importaría, a fin de cuentas la castaña solo era una sirvienta mas la cual se había saltado las normas.

Con paso firme fue saliendo de las mugrosas mazmorras, se encontró con su padre quien parecía furioso.

—¿Ocurre algo padre? —preguntó el heredero.

—Hijo, nada de grave importancia, planes de ultima hora.—masculló en tono serio el señor Malfoy.

Su padre era la ultima persona a la que quería hablarle, pues algo dentro de él le dolía horrores que hubiese encarcelado a Hermione y retenerla en esas condiciones.

Fue en busca de su madre, necesitaba respuestas, la vio bajar con una maleta.

—Madre ¿dónde vais? —preguntó.

—Un viaje de negocios de tu padre, no podemos faltar —respondió Narcissa pasando al lado de su hijo sin apenas mirarle.

Draco se acercó hacia la entrada de la mansión donde descansaban un montón de maletas.

—Tu te quedarás aquí, a cargo de la casa, los criados harán todo por ti hijo, no tienes de que preocuparte, nosotros estaremos fuera por dos meses —decía el señor Malfoy —recuerda que la asquerosa de Granger está encarcelada, quiero que le des el trato que se merece ya me entiendes...no quiero que pares de humillarla hasta que se consuma en mugriento polvo ¿está claro?— completó el señor Malfoy.

—Sí padre —respondió el rubio.
Una mueca de satisfacción se posó en el rudo rostro de Lucius.

—¡Así me gusta! —y como muestra de felicidad le dio una palmada en la espalda.

No tardaron ni dos segundos en desaparecer, la mansión se quedaba sola para él.

A unos cuantos metros de distancia se encontraba una castaña, la estancia en las mazmorras se le estaba haciendo eterna, las horas no le pasaban y ya había perdido la noción del tiempo completamente, no oía nada, solamente el rugido alarmante de su estomago, se sentía mareada, sin fuerzas como si todas aquellas heridas que había tenido volviesen a recomponerse en ella, como si todas las emociones de dolor tristeza humillación fuesen a su débil cuerpo a golpearle con fuerza, demostrando lo vulnerable que era, dando a entender que Hermione Granger estaba desapareciendo.

Odiaba a aquel sujeto, no podía ser mas detestable se estaba comportando de una forma bipolar, ¿para qué salvarla para después condenarla? sabía que le gustaba y disfrutaba viéndola humillada, pero ¿hasta aquél extremo?.

Aquel comportamiento no era humano, pero ser un Malfoy consistía en no serlo.

En un lugar remoto de la mansión un moreno parecía agitado.

—Señor ¿ha visto a Hermione? —preguntaba Oliver con visible cansancio, como si se hubiese recorrido toda la mansión en busca de su castaña compañera.

—¿Te importa dónde esté? —respondió Draco duramente, con mueca de autoridad, dando a entender que solamente él mandaba.

—Señor, no ha hecho las tareas que le corresponden y el señor Lucius puede condenarla por ello —respondió nervioso Oliver, pues nunca admitiría por orgullo propio que Draco le imponía.

—Mis padres no están, tu querida amiguita puede estar tranquila....—respondió con malicia en los ojos y en cada palabra que salía de sus fríos labios —ahora ¿porqué no te vas a terminar de hacer tus tareas en lugar de preocuparte por asquerositas sangres sucias que lo único que hacen es incordiar? —finalizó el rubio mas hablando para si que para Oliver, quien le miraba atónito, pues aun que nunca se habían llevado bien, entre ellos no habían disputas grandes, solamente las tenía con su padre.

Con una última mirada intimidante, Oliver puso rumbo a los baños, aquellos que tenía que limpiar, se había quedado pensativo, sabía que Hermione no estaba a salvo, las palabras de Draco, sus actos, gestos le hacían adivinar que la castaña no se encontraba en un lugar seguro.

Muy a su pesar a Draco le dolía ver en ese estado a Hermione no sabía porque pero sabía que no se merecía aquello, pero así aprendería a no desafiar a su familia, y menos a él.

La noche hacía acto de presencia, las estrellas adornaban el cielo, no habían nubes como días anteriores, necesitaba tomar el aire, respirar aire puro, pensar por una vez sin la influencia de nadie.

Se sentó para relajarse en unos de los bancos que estaban a la entrada de la mansión, muchos recuerdos vinieron a su mente, él mismo correteando por aquellos terrenos, cuando era un inocente niño, sin preocupaciones, sin presiones, solamente siendo feliz, recordaba como jugaba con su madre, la felicidad que le provocaba aquellos recuerdos le dibujaron una débil sonrisa en los labios que pronto se difumino al recordar a su progenitor.

Aquél que nunca se había dignado a ejercer como padre, aquél que jamas le había dado una pequeña muestra de cariño o aprecio, aquél que le había inculcado que nunca había de sentir, que debía ser frío y distante como un témpano de hielo, nunca romperse, jamas mostrarse débil, manipular a los demás y nunca ser manipulado.

Y a pesar de saber que no era una buena conducta, así debía ser.

En uno de los calabozos de las mazmorras seguía Hermione, había cerrado los ojos ya no sabía si por mareo, por cansancio, o por el simple hecho de que estaba comenzando a desfallecer, apenas podría abrirlos para divisar que alguien había entrado en las mazmorras, notó levemente como unas manos firmes se posaban en sus grilletes.

No sentía miedo, ya nada podía ir peor.

Al día siguiente despertó dolorida, pero en algo cómodo, tardó en asimilar donde se encontraba, no lo podía creer, verdaderamente aquello era un sueño notó la comodidad de su cama, y el contacto con las sabanas era sumamente relajante, miró hacia su mesita de noche instintivamente y comprobó anonadada que había un completo desayuno, como aquella vez que tocaron a su puerta, solo que esta vez carecía de la hermosa flor.

Había un zumo de calabaza, y un par de tostadas, no dudó demasiado en llevarse el manjar a la boca e inundar su cabeza con muchas preguntas, aquello no era un sueño, aquello era real, se encontraba de nuevo en su dormitorio, pero ¿cómo había llegado hasta allí?

Lo ultimo que recordaba del día anterior era unas grandes manos liberándola de los grilletes.

Criada de un MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora