C i n c o

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05. De vuelta
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Las situaciones pretenciosas con naturalidad se vuelven peso muerto, que tan sólo basta un rato para que las personas lo descarten de sus prioridades. Sin embargo, tengo la desdicha de anunciar que para mí no hay pretextos, que todo queda en mi mente como una consecutiva serie de circuitos y nunca olvido detalle de los pequeños inconvenientes rutinarios. Desde hace una semana es así.

He tenido la oportunidad de quedarme como auxiliar en la enfermería. No sin antes haberme presentado ante el coronel y darle mis razones, él no se negó pues había alegado que la agente Carter le dejo en claro que sólo prestaría mis servicios en la enfermería. Mi labor era realmente fácil: Pasar gasas y bolitas de algodón humedecidas en alcohol para desinfectar, era verdad que Ophelia Lauper, la doctora al mando, me había enseñado algunas otras cosas básicas y de vital importancia, pero suponiendo que no había mucho movimiento, no me sorprendería que mi aburrimiento terminará echándome al borde de un colapso psicológico. Cuando terminábamos nuestra jornada, yo me ponía a repasar todo lo que había pasado durante el día, salía a darle la vuelta al lugar sin que se diesen cuenta o me iba a sentar en los cubos de paja que amontonaban juanto a la cerca metálica que marcaba los límites de la base. Me perdía por minutos, mirando a la nada y pensando en todo.

Laura se tomó mal mi partida, sobre todo cuando le dije que yo tenia planes diferentes, aunque ahora no sé con exactitud de qué planes hablaba. Ella aceptó, comprendiéndome de inmediato.

- Espero que sea esto lo que realmente necesitas, Godette. - Había dicho, dándole un ultimo apretón a mis manos pálidas y frías, envolviéndome en su calidez tan pronto lo hizo. Sonrió de lado antes de abrazarme brevemente. - Te veo luego.

Te veo luego. Supuse que se refería a que de verdad esperaba verme pronto o simplemente me daba a entender de que eso no era una despedida oficial. Les deseé suerte y un buen viaje. Fue ella quién me ayudó a llevar a Carmen hasta donde el cadete me habría brindado asilo -no en la habitación de Margareth, ésta era una habitación compartida con otras enfermeras que se quedában de tiempo completo en la base-, la maleta con la que había llegado al circo nuevamente había sido llenada con mis pertenencias; la miré alejarse entre la fina llovizna, encogida ante la brizna friolenta que corría por el aire, desde el umbral de la puerta la miré entrar al campamento que habían montado tan sólo el día anterior. Luego de eso yo no salí de donde estaba.

Polland se puso histerico, casi que quería tirarme al piso y patearme con todo lo que su decrépito corazón sentía al dejar ir a su estrella, claramente esa no era yo. Steven se había ido por su cuenta y le dolió, me había alegrado verlo así. Era el turno de Polland de hacer el ridículo, de volver a América y decirle al gobernador que el capitán no regresaría a los shows nunca más. Me imaginaba todas las carteleras con el sello de 'cancelado', las caras preocupadas de los administrativos al enterarse de la noticia. ¿Qué tan mal persona me hacía disfrutar de la desgracia por la que pasaba Polland y sus amigos en la senaduria?

La Chica Anónima || Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora