01. Debut estrella
_______________________Se suponía que en un lugar así, debería tener algo que me inspirase a ser una mejor persona. Tenía a mi madre, quien en sueños me repetía que no debía rendirme, que seguir era lo que ella hacia sin miramientos, ignorando cualquiera que osara repetirme lo fracasada que era al creer que una mujer como yo podría salir sola a delante. Eso, sin duda, era mi impulso para soportar un pesado día dentro de los camerinos, enmendando y haciendo.
El sol se estaba poniendo, tintando las nubes de colores vivos, iluminando todo a su paso con sus últimas luces naranjas. Entré al vestíbulo de las bailarinas, donde suponía, estaban dándose los últimos toques antes de comenzar a ensayar la rutina. En mis adentros me preguntaba si ellas lo hacían a propósito o si ensayaban para llamar la atención, pues sabía bien lo talentosas que eran, casi siempre muy bien coordinadas que parecía que nunca se salían de línea, como si de verdad hubieran nacido con aquel don. Llamé a la puerta para no toparme con alguna sorpresa.
Una voz bastante femenil me invito a pasar. No había nadie más que Amelía.
Sentada frente al espejo, su piel pareciera la de un durazno a la luz de los pequeños focos amarillos al rededor del tocador. Amaba verla cuando se maquillaba, porque era una mujer hermosa; me resultaba envidiable su atractivo, aún más cuando lo realzaba con todos esos polvos y cremas en maquillaje. Era como el rostro del circo, la estrella brillante que opacaba los actos anteriores al suyo, sin embargo, no podía negar que Amelía era la encargada de darle vida a esta miseria, con sus labios rojos y sus grandes ojos verdes, con su envidiable figura y sus largas piernas y su voz, su encantadora voz cual sirena en la intemperie, podría atraer a quién quisiera. Para su mala suerte, la comparación con una sirena encajaba perfecto con ella, era cierto que era atrayente, pero en cuanto llegabas a estar frente a ella se transformaba en alguna monstruosidad que incluso podría terminar tragándote una vez en sus manos.
Desde el umbral de la puerta, sostenía entre mis manos el vestuario que acababa de confeccionar a la medida de la rubia.
-¿Qué haces aquí?- Me miró a través del enorme espejo frente a ella, como casi siempre, con ese autoritarismo que usaba no sólo conmigo, sino también con los que la rodeaban. Carraspeé.
- Vengo a dejarte esto. - Le mostré el atuendo que usaría en la función de esta noche y sonrió.
También sonreí, quizás nunca me había mostrado contenta estando frente a ella. Sin embargo, el hecho de simplemente verla sonreír por mi trabajo me emocionó, sabía que ella era una tipa difícil de complacer así que sí, me era satisfactorio ver la emoción en sus ojos, admirando el esfuerzo que me habría tomado hacer el atuendo para ella.
- Perfecto. - Se levantó y tomo el vestuario en sus manos, caminando como la divina garza. Lo examinó por varios segundos y volvió a tendermelo aún con esa sonrisa en su rostro. - Pontelo.
- Yo no puedo. - Negué apartando la ropa que me estaba dando, enarco una ceja como si mi comentario la hubiese ofendido. Y es que cuando llegué, lo primero que había aprendido por medio de errores, fueron las reglas estrictas que Michael me había impuesto, una de ellas era el no usar la ropa que se suponía, era para los artistas. - Amelía lo hice para ti.
-Pruebatelo, se que es tu fantasía - sonrió. - Sueñas en ser como yo, querida Godette.
Error. Error porque yo no quería ser la amiga y a la vez enemiga de medio mundo, estaba segura que tener una bala en el cráneo era mejor que ser igual a ella.
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La Chica Anónima || Bucky Barnes
Diversos"- Es curioso que cada que nos encontremos no tenga la oportunidad de saber su nombre, en mi mente la recuerdo como la chica anónima." || E n e d i c i ó n || La historia está ambientada en la película "Capitán América: El primer vengador". Espero...