Reencuentro

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Naxy

Llego el momento y el día que tanto anhelaba estaba más ansiosa que nunca, quería atestiguar el momento más difícil de mi vida buscar al hombre que tanto amo y que tanto dañe, solo suplica que puedas entenderme y perdonarme porque he sido una idiota.

Me arregle con el mayor esmero posible e incluso use sombras color rosa, ese color que el amaba ver en mis ojos, me puse un vestido muy coqueto con estampado de flores y sin vuelo que caía ligero sobre mi cuerpo, y sobre todo con escote pronunciado en la espalda. Me puse unos tacones rosa claro no tan altos, planche mi cabello y lo adorne con una hermosa diadema de pedrería de fantasía, por si las dudas me lleve un saco corto ligero de mangas de tres cuartos y parches en los codos, me veía increíble en el espejo, amaba mi reflejo y festejaba dando vueltas sin parar.

Desayunamos primero un omelet con jamón y queso crema acompañado de unos riquísimos frijolitos, todo hecho por la sirvienta de mi tía. Sin duda su comida era deliciosa y su trato súper amable. Tras desayunar subimos al Mercedes rojo de mi tía, esta vez ella condujo; todo el camino escuchamos música de todo tipo hasta música de banda, a mi tía Grace le gustaban los corridos pero a mi nada de eso me agradaba pero respetaba sus gustos. El viaje en carretera fue corto cuando entramos a Celaya al ver primero la sucursal de venta de motos Honda, seguida de la gasolinera de la glorieta, y la estatua de la glorieta la virgen del Carmen sobre un árbol de metal rodeada de pueblerinos venerándola y debajo de ellos un pasto muy verde y bien cuidado pero lleno de maquinaria de construcción destruyendo todo alrededor de la glorieta o tal vez ¿lo estarían mejorando? Siguió avanzando hasta pasar Liverpool y llegar a los tres semáforos que por suerte los dos primeros estaban en verde y detenernos en el último. Escuche sonar el tren tocando su claxon y aproximándose, hasta cubrir el paso por completo.

—¡Ya estoy otra vez en Celaya! —solté unas palabras de alivio, recordar que el tren tapa el paso a todas horas es lo más normal del mundo.

—Bájele a sus nervios como diez rayitas —hasta mi tía noto mis ansias por llegar.

Al fin cambio el semáforo a verde, avanzamos, pasamos los topes y quedamos detenidas frente al tren mirando como pasaban los vagones grafiteados de leyendas y las letras de procedencia del mismo “Kansas Missouri”.

Poco a poco disminuyo su paso hasta quedar en alto total, pasaron los militares a un costado en su camioneta con las torretas listas para disparar en caso de ser necesario.

— ¿Por qué pasan así? —mi tía estaba asustada, tenía el ceño fruncido eso no pasa allá donde ella vive.

— ¡De seguro están atracando el tren otra vez! —exclame asteada y mi tía me miro asombrada, soltó el volante y apago el motor—. Aquí en Celaya, Irapuato, Villagrán y Cortázar seguido roban el tren, sale mucho en las noticias del Face o en el periódico, una vez leí que los militares vigilan porque tienen permiso de tirar a matar. Ya es un delito federal.

—Quedamos hasta delante, hay que movernos —creo que la asuste demasiado.

Se puso nerviosa al ver pasar otra camioneta con militares, a su izquierda los autobuses azules de la ruta de pinos y autos hasta el frente, el paso bloqueado e imposible de dar vuelta y rodear por otra ruta. Ella reclino su asiento y escucho tronar algo. Se escondió debajo de su asiento.

—Agáchate se escucho como un balazo —ya se puso neurótica, la jale para calmarla y la acomode en su asiento.

—Mira —señalo y puse mi mirada en ese punto—, un "bato" está bajando costales.

—Es maíz —en efecto varios hombres lanzaban costales de maíz a un triciclo—. Es impresionante como la gente puede ser tan ingeniosa, inteligente y coordinada para robar, si lo hicieran para hacer las cosas por el lado bueno tal vez esta ciudad sería distinta.

Despedida de ti #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora