2- Incredulidad

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La pequeña niña que era la copia innegable de Victor, estaba vestida con un largo vestido azul como sus ojos.

Era alta y muy bella. Pero su belleza se veía estropeada con el ceño fruncido que adornaba su cara.

—¡Victoria, no le hables así a tu madre!— regañó Yurio.

«Y para rematar se llama así» pensó Yuri estupefacto, cómo si la niña ya no fuera lo suficientemente igual a Victor que tuvieron que recalcarlo poniéndole ese nombre.

—Pero he escuchado todo el escándalo que se armó, si de verdad está enfermo que se vaya a su habitación, pero si se lo está inventando, no se lo perdonaré— contestó ella.

—¿Por qué se inventaría algo así? Es obvio que no se encuentra muy bien que digamos— cuestionó Yurio.

—Hace días que nos está dejando plantadas diciendo que no tiene tiempo, que le surgieron imprevistos, se supone que hoy íbamos a salir y a pasar tiempo los tres.

Yuri miró sorprendido como Yurio no supo que decir.

—Hermana— una pequeña niña más bajita y menor que Victoria se apareció por la puerta —¿Qué sucede?

Yuri nuevamente quedó estupefacto. La niña nueva que había llegado tenía el cabello negro y los ojos cafés, era la copia exacta de él, su versión femenina.

—Hana, mamá de nuevo nos cancelará— respondió Victoria.

La niña abrió la boca de la impresión y miró con tristeza a Yuri.

—Victoria no lo digas así, tu mamá se ha enfermado por eso no podrá salir con ustedes hoy— regañó Yurio.

—¿Eso es verdad?— preguntó Hana preocupada y se acercó rápidamente a su madre.

Pero Yuri se asustó y dio un paso atrás, tratando de evitar que ella lo tocara. Todos vieron ese gesto y se quedaron en silencio observándolo.

Yuri comenzó a sentirse muy nervioso, y sintió mucha culpa cuando vio el rostro de la niña cubierto de lágrimas por el rechazo.

—¡¿Qué pasa contigo, madre?!— gritó furiosa Victoria.

Físicamente era igual a Victor, pero Yuri podía asegurar sin conocerla, que la personalidad de ella era igual a la de Yurio, pero del Yurio que él conocía, no del extraño amable que estaba a su lado.

Sus pensamientos le hicieron darse cuenta de algo. Estaba dañando a las niñas al no saber quiénes eran.

Ya se había percatado que eran sus hijas, pero conscientemente todavía no lo asimilaba porque temía desmayarse otra vez.

—¿Pueden llevarme a mi habitación?— pidió Yuri con la voz baja.

Yurio asintió y comenzó a guiarle el camino.

Pero antes de salir del gran comedor, Yuri miró apenado a la niña más pequeña, quien era consolada por su hermana.

Respiró nervioso y se acercó a las niñas.

—Disculpen— no estaba muy seguro de qué decirles —no me siento bien pero después se los recompensaré, ¿sí?

Las niñas lo miraron sorprendidas.

Hana sonrió y se sacó las lágrimas de la cara asintiendo alegremente, mientras que Victoria frunció el ceño, asintiendo enojada.

Yuri regresó a su habitación, pidiéndole a Yurio que entrara.

—Majestad— lo nombró Yurio con inquietud.

«¿Cómo es que pasó de llamarme cerdo a majestad?» pensó Yuri tapando su rostro con sus manos.

La otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora