Alquitrán.

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El líquido corría sin control por toda grieta o agujero que encontrase. Alquitrán, se dijo él, conocía el término y la sustancia gracias a sus amados dibujos animados, pero después de un momento reparó en que no lo era, todo lo que allí brotaba era sangre, espesa y de color rojizo oscuro, apestaba a muerte y desesperanza.

El viento caliente le azotó con fuerza contra el rostro, no se había percatado aún de en dónde estaba, parecía una calle o una avenida, larga e interminable con edificios de ciudad en ambas aceras, de ellos manaba la sangre. Su primer instinto fue caminar, buscar una respuesta, saber qué era ese lugar o qué significaba, qué hacía él allí.

Así que después de lo que parecieron interminables horas la calle terminaba, era un vacío, simple y llanamente blanco, no se atrevió a dar ni un paso más. Pero si alzó su mano y lo tocó, el vacío se movió como se movería la superficie quieta del agua siendo tocada, en forma de ondas. Cada onda emitió un sonido.

Aturdido, ya que el sonido era cada vez más potente, retrocedió. Volteó la mirada a la calle por donde había venido, vio la realidad resquebrajarse como lo haría un cristal al romperse para luego estallar, cerró con fuerza los ojos. Los cristales le caían encima como una lluvia que hacía daño, los millones de pedazos abrían brechas en su piel. Ardía como el mismísimo infierno.

Despertó.

Asustado, con el corazón a punto de salírsele del pecho y el sudor frío cubriendo cada centímetro en él, Rem revisó cada parte de su cuerpo en busca de las heridas que le provocaron los cristales.

Fue entonces cuando se percató de que estaba en el sillón de su living, completamente intacto, sin siquiera un rasguño.

Las luces estaban apagadas y sólo podían distinguirse las figuras que provocaban las luces de la calle traspasando las cortinas.

Notó, luego de unos momentos mirando a la nada misma, que no traía pantalón. Era extraño, no recordaba habérselo quitado, lo mas extraño era que si llevaba las zapatillas aún calzadas. Se río de su ridiculez.

Encendió el televisor sin muchos ánimos, no esperaba encontrar nada demasiado interesante ahí. Cambió canales sin muchos miramientos hasta que encontró uno con un marcador de hora.

23:45 AM.

¿Qué? Podría haber jurado que era muchísimo más tarde, recordaba haber llegado a su casa a las 8. Bostezó. Volvió a cambiar canales, esta vez en busca de algo más divertido.

Algo en la pantalla por fin captó su atención, no era más que un canal sin señal, de esos en los que se ve una maraña de blanco y negro dando vueltas, pero no fue eso lo que llamo su atención, sino la manera en la que ese blanco y negro empezaron a moverse. Ondas.

Las ondas en la pantalla crecieron y se volvieron constantes. Rem no pudo resistirse, se levantó decidido a desconectar el televisor, esta clase de cosas le daban muy mala espina.

Tiró del cable con brusquedad sacándolo completamente del enchufe en un solo intento. Pero el televisor no se apagó, sino que comenzó a emitir sonido.

Era como interferencia en una frecuencia, Rem ya no pudo más, se acercó a la pantalla y se quedó con la vista fija en ella ¿Acaso eso era...?

No, aquello no era parte de un desquiciado sueño. Aunque...sin poder evitar la curiosidad tocó la pantalla. Las ondas se detuvieron en seco, el televisor se apagó.

Se alejo unos pasos y antes de que pudiera pensar en algo era la realidad lo que se movía ¿Era eso posible? Pues eso veía él, la realidad moviéndose como el mar. Él estaba en el mar, mojado, pero no sobre él sino dentro de él, ahogándose.

Quiso respirar, no lo logró, el agua le inundó los pulmones y el pánico su corazón. Siguió moviéndose, debía intentarlo, debía llegar a la superficie pero parecía que nunca la alcanzaba. Siguió, una brazada tras otra, cuando pudo sentir que sus dedos salieron del agua, perdió el conocimiento.

Fantasías Entre Sueños. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora